jueves, 31 de agosto de 2017

TODO SE REDUCE A UN MOMENTO

Mt 24,42-51
Nos jugamos nuestra vida en un momento. Y no sabemos cuándo, ni dónde, ni tampoco cómo. Pero toda tu vida, tus obras, tus afanes, tus proyectos y tu gozo y alegría, te la juegas en un instante. Ese mismo instante que sucedió con el buen ladrón -Lc 23, 39-43-. Todo fue en un momento. Su corazón se encontró con el de Jesús y supo reconocer su condición pecadora y postrarse a los pies de Jesús y a su Misericordia. Hermoso y emocionante, porque salvó su vida en un instante.

Hoy, ayer, en su audiencia de los miércoles, nuestro Papa Francisco nos hablaba de ese primer encuentro con Jesús que cambia nuestra vida. Para Dimas, el buen ladrón, ese momento, instantes antes de su muerte, fue el primer y ultimo encuentro con Jesús en la tierra, para luego pasar toda su vida con Él en el gozo eterno del Cielo. 

También nosotros hemos tenido ese primer encuentro con Jesús, y debemos traerlo a nuestra memoria, como nos recordaba el Papa, para gozar de él y refrescarlo, avivando nuestro primer amor con el Señor y llenarlo de entusiasmo y esperanzas renovadas. Porque no sabemos ese instante y debemos tener nuestra libreta de ahorros bien llena de horas gastadas por y con amor. Porque esa es la moneda de cambio que se acepta en el cielo. No se puede pagar sino con amor, y a quien le falte amor lo pasará muy mal.

Por lo tanto, la vigilia es lo más importante que podemos hacer en nuestra vida. No relajarnos con las cosas de este mundo, que, aunque nos apetecen y son buenas, pueden convertirse en nuestra perdición cuando las deseamos como fuentes de nuestra felicidad. Porque, en ellas no está la felicidad, pues son caducas y efímeras. Pertenecen a este mundo y todo lo de aquí abajo se corrompe y desaparece. Vigilar es, pues, lo que se impone, y eso significa estar atento a vivir amando y perdonando, tal y como vivió Jesús en su paso por este mundo.

Y para ello le necesitamos. Necesitamos relacionarnos con Él, y hacerlo nuestro alimento espiritual. Para ello, la Iglesia, con nuestro Papa a la cabeza, directo sucesor de Pedro, en quien Jesús fundó su Iglesia, nos ofrece la posibilidad de, en cada Eucaristía, alimentarnos con su Cuerpo y Sangre para mantenernos atento a nuestro instante y estar directamente con Él.

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