sábado, 5 de agosto de 2017

RAZONES PARA JUSTIFICARNOS

(Mt 14,1-12)
El auto engaño está presente en nosotros a lo largo de toda nuestra existencia. Cuando la realidad no se ajusta a mis planes, la distorsionamos y la acondicionamos de acuerdo con nuestras razones, ideas y proyectos. De esa manera, enterado Herodes de la fama de Jesús, argumentaba lo siguiente: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». 

Y así trataba de justificar los rumores que se oían sobre las actuaciones de Jesús. Pero eso, ocurrido ya hace mucho tiempo, debe servirnos para interpelarnos hoy y preguntarnos también nosotros sobre lo que opinamos y decimos de Jesús. Porque, de la misma manera, Él está entre nosotros.

¿Acaso, para mí es también Jesús alguien resucitado, como Juan el Bautista, y por eso los poderes actúan en Él? ¿O es alguien inventado, todavía peor, o abstracto, en quien, en el mejor de los casos, creemos, pero nada más? ¿Esa creencia no nos mueve a nada, ni tampoco nos cuestiona nuestra vida? 

Esa supuesta y débil fe, pegada con alfileres no afecta para nada a mis propias ideas y vida. Y no lo hace si realmente me quedo instalado, pasivo y quieto, justificando mis razones y dejándome auto engañado ante la auténtica realidad de mi vida.

Quizás, estemos más en la honda de Herodías, la mujer de Filipo, hermano de Herodes, con la que vivía el rey, y a quien, Juan el Bautista, denunciaba y advertía que no le era lícito convivir maritalmente. Y por esta razón, Herodías deseaba quitárselo del medio. Si este hecho, acontecido hace siglos, no nos sirve sino como historia, sería fatal para nosotros. Porque, debe ser espejo donde mirarnos e interpelarnos y ver que puede esta ocurriendo también en nosotros.

Porque, podemos preguntarnos: ¿Queremos también nosotros quitarnos a Jesús del medio en muchas ocasiones, alegando y justificando razones que distorsionan nuestra auténtica realidad auto engañándonos? Quizás tenemos muchos vicios y apetencias que no queremos dejar y anteponemos a nuestra relación con Dios. Sería bueno no obviarlas ni descartarlas, sino saber que, por nuestra debilidad, están ahí. Son piedras y obstáculos que se levantan entre nosotros y Jesús. Noches oscuras y tinieblas, porque, sabiéndolo podemos, por la Gracia de Dios, vencerlas.

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