Mt 17,22-27 |
Podríamos encajar en el contexto de un día de convivencia y compartir este pasaje que nos narra hoy el Evangelio de Mateo. Se destaca una preocupación del Señor por confesar a sus discípulos lo que le va a ocurrir en Jerusalén. «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho.
Es una confesión íntima, pues tú no compartes con cualquiera tus preocupaciones. Quiere, el Señor, que sus más íntimos sepan que le va a pasar y les confiesa su Muerte y Resurrección al tercer día. Supongo, por lo que dice luego el Evangelio, que los discípulo no hacen mucho caso, o no entiende lo que les dice respecto a su Resurrección. Y lo pienso porque, comunicada la Muerte y Resurrección, ellos, sus discípulos, se entristecen mucho.
Entiendo que la tristeza haga acto de presencia cuando se confiesa una Pasión trágica y de condena. Una Pasión de sufrimiento que lleva a la Muerte en la Cruz, pero que debe de llenar de alegría y esperanza al oír la palabra Resurrección. Porque eso descubre el Poder y la Gloria del Padre Dios que lo ha enviado, y que para su Gloria será Resucitado. Comprendo que hay que pasar un mal y difícil trago, pero la esperanza borra toda sombra de derrota y de tristeza.
Igual nos ocurre a nosotros cuando nos enfrentamos a nuestra singular y propia pasión. Es nuestra particular cruz de nuestra vida, consecuencia de nuestros pecados, pero que vivimos y aceptamos con alegría y esperanza, porque detrás está la promesa de la Resurrección por los méritos del Señor. Y eso debe llenarnos de esperanza y fortaleza y de contrarrestar nuestras tristezas y debilidades. Pues, sabemos que el Señor es Justo y Misericordioso y nos propone no escandalizar y cumplir con todas las leyes y tributos civiles, que tienen que ver con la solidaridad y el bien del pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.