(Mt 14,13-21) |
No estamos muy seguros y fiamos nuestras acciones a nuestra razón y prudencia. No está mal, es lógico y de sentido común. Para algo se nos ha dado la cabeza y también el sentido de la prudencia. Y cuando tenemos un problema delante de nosotros, lo pasamos por nuestra razón y discernimos al respecto. Era lógico, pues, que los discípulos se plantearan mandar a la gente, congregada ante Jesús, a las aldeas más próximas en busca de alimentos. Ante tal situación no podían hacer otra cosa.
Sin embargo, Jesús rompe nuestra lógica y nos desafía a solucionar, nosotros, esos problemas que nos salen al paso: Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».
¿Es que, a pesar de pensar y creer en su presencia, no terminamos de creernos que Jesús está presente entre nosotros y le importa nuestros problemas? Es bueno y necesario ser prudente, porque no tendría sentido creernos que el Señor es una caja mágica para solucionar nuestros problemas, pero, cuando los problemas son ineludibles y necesitan solución, que quizás no está a nuestro alcance, pensemos y creamos que el Señor está presente y actúa, si se lo pedimos con fe.
Supongo, así al menos quiero pensarlo, que Jesús quiere advertirno que con Él podemos superar muchos problemas a los que no le vemos salida, y, para los cuales nos vemos impotente de solucionar. Él es nuestro alimento y nuestra esperanza, y con Él podemos saciar el hambre y la sed de todos aquellos que buscan una esperanza de gozo, de felicidad y vida eterna. Es ese el verdadero alimento que importa y que nos alimenta eternamente.
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