miércoles, 3 de junio de 2015

LA FE ES FIARSE SIN ENTENDERLO TODO

(Mc 12,18-27)


No es cuestión de entenderlo todo, porque, entre otras cosas, la vida está rodeada de misterios que la razón ni la mente del hombre puede entender. El hombre necesita fiarse y creer. La fe nos es muy necesaria. Dios lo ha querido así y nos ha dado una razón que llegue hasta un límite donde se hace imprescindible la fe. Fe en su Palabra.

La fe es la prueba de nuestra libertad. Es el premio a, como los niños, obedecer al Padre y creer en su Palabra. Creyó Abraham, y creyó también Moisés. Y nos invita también a creer Jesús. Él es el Hijo de Dios verdadero y resucitará una vez que la hayan matado. Porque Dios es el Creador. Señor de la Vida y la Muerte.

Hay razones que nos invitan a creer. La vida de Jesús está llena de obras y señales que nos revelan la existencia del Padre. Él nos habla del amor del Padre y nos revela su plan de salvación. Un plan que termina con la resurrección como lo ha hecho el Hijo. Los saduceos niegan la resurrección y ponen a Jesús a prueba presentándole el caso de la mujer que se casa siete veces con los siete hermanos. Piensan como hombres y se pierden en el disparate y la sin razón.

No es la otra vida como está. Sería absurdo pensar así. No hay necesidad de ir al supermercado, ni de criar hijos para repoblar el cielo, ni de dar amor. No hay necesidad de amar ni de trabajar, ni de buscar tiempo de ocio y de entretenimiento. La vida será diferente, inimaginable. Jesús nos dice en una ocasión que nos va a preparar un lugar en el cielo. Un lugar que nosotros no podemos imaginar. ¿Cómo es posible que pensemos en un cielo prolongación de la tierra?


Dios tiene otros planes, y su Hijo Jesús nos lo dice muchas veces en su paso por la tierra. Mi Reino no es de este mundo, porque de ser así su actitud hubiese sido otra. Después de la Resurrección no nos costará amar, ni ser bueno, porque ya estamos en la Gloria del Padre, y compartimos su Gloria. Somos como ángeles, con un cuerpo glorioso y espiritual. Será hermoso imaginar, pero el poder del Padre superará todo lo que, sus criaturas, podamos llegar a pensar.

martes, 2 de junio de 2015

LUZ PARA GOBERNAR

(Mc 12,13-17)


A la hora de buscar luz y discernir sobre lo que debemos hacer, ¿dónde buscamos? Porque la luz del mundo no alumbra bien y deja muchas zonas de nuestro corazón a oscura. Sólo la Luz que viene de lo alto y nos asiste en el Espíritu Santo nos puede dar verdadera luz apoyada en la verdad, la justicia y el amor.

Ese es el problema de nuestro país, España. Hay mucha guerra entre unos y otros. Y también mucha corrupción e injusticias. Se dilapida el dinero cuando hay muchos ciudadanos que pagan religiosamente sus impuestos que luego, en circunstancias de enfermedad y necesidad no tienen para sufragarse sus medicamentos. ¿Dónde está la seguridad social y el fondo de solidaridad?

No se trata de quitarte a ti y ponerme yo. Se trata de servir y arreglar el país. No se trata de reformas y nuevos inventos. Se trata de vivir el amor. Y los que vienen se apoyan en nuevos engaños y en su inmaculada memoria porque son nuevos. Pero sus corazones no están en la verdad y la justicia, sino en el resentimiento, venganza e imponer sus ideas, no las doctrina del amor y la justicia.

Ese es el problema de muchos y el miedo de todos los que buscan la verdad. La causa, los pecados de tantos corruptos que han manchado la confianza de los votantes. Pero que abren el camino para otros corruptos que, con sus falsas promesas a los ciudadanos desesperados, ven la oportunidad de realizar sus ideales de poder. Mucho cuidado, porque lo importante es dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde, y buscar la justicia desde el amor y la caridad.

Hoy Jesús nos sorprende una vez más dando una respuesta genial a fariseos y herodianos que se le acercan y le ponen el dilema de los impuestos. «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».  

Entienden que Jesús es veraz y que no mira por nadie, sino que es justo. Quizás esas sean las condiciones que toda persona, más los que aspiran a gobernar, deben tener. Ser justos y veraces, porque en la verdad está contenida la justicia. Justicia y verdad se corresponden porque quien no es justo, dice mentira. Y quien dice mentira, no es justo.

Pidamos Luz al Espíritu Santo para que seamos, cada cual en sus circunstancias, agentes de verdad, justicia y paz.

lunes, 1 de junio de 2015

LA VIÑA DE NUESTRA VIDA

(Mc 12,1-12)


Somos una viña plantada por el Señor. Esa es la metáfora del Evangelio de hoy. El Señor nos ha creado y nos ha creado para darnos vida en abundancia. Vida gozosa y feliz para siempre. Somos cada uno la viña del Señor. Una viña que debemos cuidar y cultivar con la Gracia del Espíritu Santo para dar los frutos que el Señor espera de cada uno de nosotros.

Nuestro huerto es la Iglesia y el mundo que nos toca vivir. Es ahí en donde vivimos el lugar que debemos cultivar y de donde esforzarnos en sacar frutos. Pero sólo lo conseguiremos con el agua de la Gracia en el Espíritu Santo. Usando otros tipos de aguas y abonos se estropearan los frutos, porque solo con el Agua que proporciona Amor de Dios podremos superar todas las dificultades y virus que nos atacan y amenazan con estropear la cosecha.

No es fácil poner en rendimiento la viña de nuestro propio ser. Nos irritamos si nos advierten o ponen alguna objeción, o se nos pide algún rendimiento. O se nos llama la atención por cierto error o descuido. Nos creemos los dueños y con derecho hasta a exigir, y nos resulta difícil aceptar recomendaciones, consejos, y menos órdenes que vengan de afuera. No aceptamos que nadie nos venga a pedir cuenta. En definitiva, nuestra propia viña la dirigimos nosotros.

Y hemos expulsados a todos los que nos exigen frutos. Somos los dueños de nuestros propios frutos. No queremos que nadie nos venga a expropiar o mandar en lo nuestro. Y sin darnos cuenta, de siervos a los que se les ha prestado una viña para cultivar y dar frutos, pasamos a siervos que se creen dueños y se apropian de su propia vida y la administran como quieren. De esa forma, el mundo, donde se encuentra también nuestra viña, produce frutos podridos y enfermos, porque están cultivados con el agua mala, agua de envidia, de rencores, de egos y venganzas.

Así está el mundo, necesitado del alimento Eucarístico para fortalecerse desde la raíz y, regada por la Gracia del Espíritu, dar los frutos que el Señor, dueño de la Viña espera.

domingo, 31 de mayo de 2015

ÚLTIMAS INSTRUCCIONES

(Mt 28,16-20)


Se acerca el momento de la ascensión, y Jesús da las últimas instrucciones a sus discípulos. Acuden al monte indicado por Jesús y al verle le adoran. Sin embargo, la duda persiste en algunos. Jesús se acerca y les dice: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

No cabe duda que estamos llamados a hacer discípulos, y esto significa proclamar la Palabra para que se bauticen en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Somos misioneros y el día de nuestro bautizo hemos quedado configurados como sacerdotes, profetas y reyes. Pero misionero no significa que todos hagamos lo mismo y de la misma forma. Misionero no implica marcharse a otros países o lugares. Misionero es proclamar la Palabra de Dios con tu palabra y vida. Y eso lo puedes hacer desde cualquier lugar o circunstancias.

Puedes hacer misiones en tu casa, familia, trabajo, con tus amigos, en el deporte, en tus ratos de ocio o diversiones...etc. Puedes hacer misiones en cada momento de tu vida, y también lo puedes hacer en los lugares donde todavía no se conoce al Señor. Misioneros somos todos, porque misionar consiste en evangelizar.

Y evangelizar consiste en dejar salir el amor de Dios con toda la fuerza posible para que otros noten su presencia en ti. Evangelizar es reflejar el amor de Dios en todos los actos de tu vida para que los que entran en contacto contigo noten su presencia. Evangelizar es decir al mundo que tenemos un Padre que nos quiere hasta el punto de esperarnos con los brazos abiertos y danos todo su Amor Misericordioso.

Evangelizar no es preocuparse, ni afanarse en métodos y estrategias, que sin despreciarlas y utilizarlas, siempre pueden ayudar. Evangelizar es simplemente vivir el Amor de un Padre que te quiere, que te busca, que te acompaña, que te perdona, que tiene paciencia contigo y tus pecados, que su Misericordia es Infinita y que te busca para decirte que no estarás mejor en ningún otro lugar que en su Casa.

Evangelizar es ponerte en las Manos del Espíritu Santo y dejarte conducir por Él tratando de liberarte de toda atadura y esforzándote en estar disponible. Y, por supuesto, teniendo la confianza que cuentas con su ayuda, porque sólo será imposible.

sábado, 30 de mayo de 2015

EL BAUTISMO DE JUAN


(Mc 11,27-33)

El problema del hombre es su soberbia. Porque de su soberbia nace todo lo demás que le contamina y le pierde. De su soberbia le viene su prepotencia, su superioridad, su exigencia y su poder. Y de esa actitud soberbia, engreída y arrogante nacen los pecados que manchan su alma.


El hombre soberbio se rebela contra Dios y contra su hermano. Así Adán come la manzana que le ofrece Eva, y Caín mata a Abel. El mundo sigue ese mismo camino porque el hombre soberbio, ensoberbecido, valga la redundancia, no se abaja y se hace humilde. Y sin humildad no se puede amar ni perdonar.

Aquellos sumos sacerdotes y letrados son los hermanos de los gobernantes, intelectuales y políticos del mundo que nos ha tocado vivir a nosotros, que pretenden dirigirlo con sus ideas y pensamientos, despreciando e imponiéndose a los demás. Se creen con derechos a legislar y dirigir la vida de los demás. Ven sólo derechos y deberes que pueden adaptar y cambiar según les interesen y cumplan con sus apetencias y egoísmos.

Aquella pregunta dirigida a Jesús - ¿con qué autoridad haces esto? - refleja esa soberbia que los descubre y retrata. Sin embargo, Jesús, paciente y humilde, acepta el reto y lo asume. Y les devuelve la misma moneda con otra pregunta rociada de buena intención amorosa, que busca precisamente descubrirles sus limitadas capacidades, sus ignorancias, sus pobrezas, sus pecados, para, reconocidos, descubran la verdadera autoridad de quien les habla, Jesús, el Hijo de Dios Verdadero.

Porque sólo al Hijo de Dios se le puede ocurrir esta pregunta cargada de amor y de buenas intenciones. Una pregunta que de querer responderla les descubre que no tienen respuesta. Porque, de decir que el Bautizo de Juan viene de Dios, se exigirían creerle y, por supuesto, obedecerle. Y, por el contrario, de decir que de los hombres les enfrentaría al pueblo, que pensaba que Juan era un profeta.

No saben responder y se sienten desconcertados, sorprendidos y superados. Pero no se abajan y se reconocen inferiores y pecadores. Les cuesta humillarse. Mantienen su actitud arrogante y soberbia que les lleva a la única salida: "Matarlo". Volvemos al pecado de Caín.

No son actitudes de ayer, sino que también pertenecen al hoy. Existen muchos caines que sólo ven la solución de matar cuando se encuentra delante de alguien que trata de compartir y amar. Existen muchos caines, hoy quizás talibanes, que no comparten las ideas de otros y matan si no se aceptan las suyas. Quizás los haya también en la misma Iglesia.

Jesús nos pone hoy ese planteamiento bautismal como un camino de arrepentimiento y de conversión, que nos prepara para el encuentro con Dios. Un Dios Trino que es Padre, Hijo y Espíritu, y que se nos revela en el Amor a los hombres.

Porque sólo lo seremos y encontraremos cuando, aceptado y recogido el Amor venido de Él, lo compartamos con los demás.

viernes, 29 de mayo de 2015

QUIZÁS HOY TODAVÍA UTILIZAMOS EL TEMPLO



Muchas veces me pregunto si no estamos perdiendo la conciencia de la presencia de Jesús en el Templo. Entramos en las iglesias y advertimos mucho ruido. En mi tiempo se guardaba y se respetaba el silencio. Nadie se atrevía a romperlo y se iba fuera si la necesidad de decir algo era muy necesaria.

Hoy hay celebraciones que son un bullicio enorme. Hay momentos que pienso que dirá el Señor, pues Él es el menos importante. La gente está pendiente de los saludos y de la fiesta, de verse y lucir sus nuevos vestidos y, sobre todo, de quedar bien. No hay conciencia de lo que van a celebrar y el Señor pasa desapercibido. 

La algarabía es tremenda y, por momentos, el templo parece más un salón festivo que una iglesia donde se va a celebrar la primera comunión de algunos niños. Pero también ocurre en cualquier celebración. No con tanto ruido, pero si con una relajada y distraída actitud de falta de respeto y conciencia de que estamos en la presencia del Señor. Pero lo peor es que, sin darnos cuenta, nos vamos contagiando y perdiendo la conciencia y el respeto de que estamos en la Casa de Dios.

No trato de decir que no se pueda hablar o comunicar algo, sino que hay una actitud un poco distraída e inconsciente de que estamos en el templo, la Casa de Dios, y que Él debe ser el centro de toda nuestra atención. Corresponde más a que se hable un poco lo necesario, a una falta de actitud y consciente de la presencia del Señor. Afortunadamente, en la celebración se guarda silencio y respeto.

No son nuestros templos lugares mercantiles ni de negocios como ocurrió en tiempos de Jesús, pero quizás los estamos convirtiendo en lugares de entretenimientos, encuentros de amigos y distracción que desplazan al Señor a un lugar secundario en nuestro corazón. Sería cuestión de revisarnos y de reflexionar sobre nuestras actitudes al respecto.

Pero lo notorio es que si se habla o se distrae no se reza, y sin oración no hay comunicación con Dios. ¿Qué entonces es y a qué vamos al Templo? La oración es necesaria y también la fe. Ambas van unidas porque sin fe no hay oración, y sin oración no hay fe. Y, claro, quienes rezan, tienen fe y, por la gracia de Dios, reciben fuerza para perdonar.

jueves, 28 de mayo de 2015

JESÚS SE QUEDA BAJO LAS ESPECIES DE PAN Y VINO

Lc 22, 14-20


Todo permanece igual, no se ha cambiado ninguna palabra. La institución de la Eucaristía permanece sin ninguna alteración. Es el centro de nuestra fe en la que permanece y reina la presencia viva de Jesús.

El Señor se hace presente entre nosotros y nos brinda su Espíritu para que en Él seamos su presencia en este mundo y la semilla que lo transforme hasta implantar su Reino. La Eucaristía es el centro de los sacramentos, porque en ella recibimos el Cuerpo y la Sangre presente de Jesús bajo las especies de pan y vino.

El encuentro con Jesús nos renueva y nos fortalece. Por eso, la Eucaristía es el sacramento frecuente, y si se puede, diario, que el creyente debe celebrar. No es la Eucaristía un acto más de piedad, sino una celebración que celebra, valga la redundancia, el encuentro con Jesús. ¿Y quién no celebra y tiene un encuentro con su mejor amigo cada día?

La Eucaristía es el instante que, lleno de Jesús, fortaleces tu alma y vigorizas tu voluntad para la lucha de cada día en este mundo en el que vives, pero al que no perteneces. Es el entreno necesario para, por la Gracia del Espíritu, encontrar luz y sabiduría en tu camino hacia la liberación de tu propia esclavitud por el pecado. Claro queda que le necesitamos, y que cada Eucaristía es un regalo inmenso que no tiene precio. 

Claro queda que debemos priorizar, siempre que podamos, acudir a la Eucaristía porque en ella fortalecemos nuestro espíritu y voluntad para vivir según el Espíritu de Jesús y cumplir su Palabra.

Jesús es el Señor que ha sellado una nueva alianza con su sangre para, derramada por todos los hombres, salvarnos de la esclavitud del pecado y darnos la Vida Eterna.