lunes, 3 de febrero de 2020

LO MATERIAL ANTE LO ESPIRITUAL Y LA DIGNIDAD DE LA PERSONA

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Mc 5,1-20
Los valores del hombre han ido descendiendo en categoría. Hoy se aprecia más lo material que lo espiritual. No parece tener el mismo valor algo que reporta dinero y riqueza que la dignidad de una persona, su honor y su moral. Prima el dinero y todo aquello que reporta beneficios de poder, de fama, de placer y de conseguir satisfacer tus apetencias carnales y concupiscencias.

En el Evangelio de hoy apreciamos como aquellos hombres decidieron invitar a Jesús a marcharse de su aldea por lo que había hecho. No les importaba la salud ni la curación del aquel endemoniado, sino el valor material de lo que habían perdido con la pérdida de aquella piara de cerdos. Hoy sigue ocurriendo lo mismo, anteponemos lo material a lo espiritual y los valores morales que dignifican al hombre. Interesa lo productivo e, incluso, cuando el hombre llega al ocaso de su vida y se vuelve improductivo y representa una carga, molesta, ocasiones pérdidas y conviene quitarlo del miedo. Ahí está preparada la ley de la eutanasia.

Poco se ha cambiado. El mundo sigue actuando de la misma forma. Ha avanzado en adelantos técnicos y científicos, pero la muerte sigue estando presente. Quizás, todavía más presente, porque si el hombre pierde su alma terminará perdiendo la vida. El mundo está en guerra consigo mismo, digamos, está endemoniado y autodestruyéndose,  enfrentados los hombres unos con otros por riqueza y poder sin importarles los valores que le dignifican y les distingue como personas semejantes a Dios.

La ceguera es preocupante, porque, buscando la verdad, la felicidad y la eternidad, el hombre se aparta y se aleja cada vez más de quien es el Camino, la Verdad y la Vida. Encontrar al Señor es encontrar lo que realmente buscamos. En Él está la Vida plena y eterna.

domingo, 2 de febrero de 2020

ENCUENTRO CON EL SEÑOR

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Lc 2,22-40
Simeón era viejo pero perseveró en esa inquietud y acción que el Espíritu Santo le había revelado. Y llevado por Él fue llevado al templo donde se encontró con el Señor. Movido por el Espíritu Santo dijo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.

El problema que tenemos es que posiblemente no cerramos a la acción del Espíritu Santo en nosotros, porque también nosotros, en nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu Santo. Y no de adorno, sino para alumbrarnos el camino en la Voluntad de Dios. Pero, necesita que abramos nuestro corazón y pongamos nuestra voluntad en su Mano para guiarnos por el camino que nos lleva a Jesús. Tal y como sucedió con Simeón y Ana.

Un encuentro que debemos intentar y cuidar cada día. Un encuentro que se vive cada día caminando en la presencia del Señor e intimando con Él. Un encuentro donde vamos descubriendo la necesidad de ir de su Mano y dejarnos llevar por la acción del Espíritu Santo. Un encuentro que hay que actualizar cada día y reafirmar cada día, porque, seguir a Jesús no es una decisión de un momento, sino una decisión que, cada día, se renueva y se reafirma en permanente relación con Él.

sábado, 1 de febrero de 2020

APARENTEMENTE DORMIDO, SEÑOR.

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Mc 4,35-41
En muchas ocasiones experimentas la ausencia de Jesús. Sientes que no está o que se ha ido o que, quizás, duerme. Te sientes sólo, tímido, débil y asustado. Te encuentras solo, al menos eso piensas, ante tus problemas. Piensas que no te escucha y tus problemas siguen presente, no se solucionan ni desaparecen. Experimentas que no mejoras y te preguntas:  ¿Acaso, Señor, te has ido y me has abandonado? ¿O, simplemente, estás dormido?

El Evangelio de hoy sábado me trae esos pensamientos y esa aparente ausencia que me sorprende e impacienta. Quizás, Señor, en esa ocasión, estando en la barca con tus apóstoles te hiciste el dormido, porque no creo que con esas olas y viento pudieras dormir, para probar la fe de tus apóstoles. Porque, por el miedo llegamos a la fe. No es cuestión de ser valientes sino de creer en Ti, Señor. Creer en la promesa de un Reino nuevo de Vida, de Verdad, de Justicia y de Paz. Un Reino de plena felicidad eterna.

Y, tiene sentido, que nuestros problemas y enfermedades sigan ahí, porque, sólo a través de ellas podemos encontrarte y abandonarnos sin remedio en la esperanza de tu Amor y Misericordia. Sí, Señor, ahora las tempestades de nuestras vidas cobran sentido. Ahora, las necesidades y sufrimiento tienen valor y vale la pena afrontarlas, no con resignación, sino con esperanza. La Palabra y Promesa de Jesús tiene fuerza y en ella deposito todas mis esperanzas. Mi vida se llena de gozo y alegría, porque, a pesar de tener que sufrir los acontecimientos de mi vida, sé que todo será y servirá para llegar a Ti, Señor.

Y en Ti, Señor, la Vida será diferente y plena de gozo y felicidad. Es entonces esta vida un camino para llegar a Ti y valdrá la pena recorrerlo asido a tu Mano e injertado en tu Palabra.

viernes, 31 de enero de 2020

POR LA GRACIA DE DIOS

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Mc 4,26-34
A veces nos empeñamos en ser nosotros los protagonistas de nuestra conversión y hasta de nuestra santidad y crecimiento Y nos equivocamos. El Reino de Dios ha sido plantado en nuestros corazones por la Gracia recibida en la hora de nuestro bautismos y, queramos o no, irá creciendo sin darnos cuenta.Como crece la semilla en la tierra. Claro está que si no la cuidamos, no la regamos con agua y la abonamos debidamente su crecimiento será malo, deficiente y hasta llegará a secarse. Pero, independiente de lo que nosotros hagamos, la semilla irá creciendo sin estar nosotros presente.

Nuestra libertad nos hace responsables y, por nuestra parte, tendremos que colaborar. Sin lugar a duda que quien nos salva es el Señor. Nos salva y nos convierte y nos hace santos, pero, porque así Él lo ha querido, necesita nuestra disponibilidad y nuestra libertad. Dada voluntariamente esta, la semilla plantada en nuestros corazones irá creciendo mientras vivimos y cubrimos las etapas de nuestra vida. Tal y como crece la semilla en la tierra mientras el labrador descansa y duerme.

Todo empieza desde muy pequeño y casi imperceptible a la vista humana. Nuestros corazones de niños se irán transformando en corazones jóvenes hasta madurar por la Gracia de Dios. Nuestra labor será cuidarnos de dejarnos intoxicar por las tentaciones del mundo y por las impurezas de nuestras pasiones y apetencias: soberbia, envidia, riquezas, placeres, venganza, poder...etc.

El Reino de Dios se irá construyendo dentro de nosotros para, madurado y arraigado en nuestro corazón, contagiar en el exterior hasta el punto de irlo regando y cultivando en el mundo que nos rodea.

jueves, 30 de enero de 2020

LA FE ES PARA VIVIRLA EN LA LUZ

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Mc 4,21-25
No se puede alumbrar en la luz, sino en la oscuridad. O dicho de otra forma, la fe es para manifestarla en los lugares más oscuros. Es decir, no se enciende la lámpara donde ya hay luz, sino que se pone en lo más alto donde la oscuridad está nublando la conciencia y hace falta luz para ver el bien, la justicia y el amor.

No hace falta luz dentro de la Iglesia aunque haya también rincones oscuros, porque hay luces para y que pueden alumbrarlos. Hace falta luz donde la injusticia, la mentira y el poder quieren anular la libertad del hombre e impedir que piense y vea.

En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga» - Mc 4, 21- 23-.

No se trata de cumplir con dar luz ajustándome a mínimos, sino dar toda la luz que se puede en proporción a tu capacidad o medida. Muy claro te lo ha dejado el Evangelio de Marcos. Jesús que te lo ha dado todo voluntariamente, también te pide todo voluntariamente. Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» -Mc 4, 24-25-.

miércoles, 29 de enero de 2020

SEMBRAR Y RECOGER

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Mc 4,1-20
La vida es una siembra y nuestros corazones han sido sembrados en la semilla de la verdad y del amor. La Palabra de Dios impregna nuestros corazones y el hombre experimenta el amor y la verdad. No quiere un mundo de mentiras ni de injusticias, pero, herido por el pecado puede ir en contra de lo que desea. Pablo lo expresa claramente y muy bien cuando dice: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” Rm 7, 15-20.

Estamos herido por el pecado y eso nos induce a cometerlos. Es decir, a desear lo prohibido, a satisfacernos en nuestras pasiones, a dar riendas sueltas a nuestra concupiscencia y egoísmos. Y a no dar frutos en verdad y justicia. Por lo tanto, esa siembra hecha en nuestros corazones queda infructuosa por el pecado si no ponemos en juego nuestra voluntad para hacer y vivir según nuestros deseos de amar.

Por lo tanto, la siembra hecha en mi corazón tiene que ser cuidada, no podemos dejarla a la inclemencias del tiempo o de la misma tierra donde haya caído. Tendremos que sembrar donde hay tierra buena, o, dicho de otra forma, proveer nuestros corazones de buena tierra, buena agua y abonos que la fertilicen para que den buenos frutos. En otra clave, la oración, la frecuencia del Sacramento Eucarístico, los buenos hábitos, la comunidad son los condimentos necesarios para sostenernos y hacer lo que esta impreso en nuestros corazones.

Dios nos ha puesto la semilla en nuestro corazón, pero corresponde a cada uno de nosotros cuidarla y regarla para que dé frutos. Sera necesario procurarle buena tierra para que la semilla pueda crecer y echar profundas raíces y desarrollarse. Pero, también hay que limpiarla separarla de las piedras y abrojos que crecen a su lado y amenazan con ahogarla y secarla. Estamos en un mudo hostil, enfermo y cómodo. Un mundo que nos presenta una propuesta tentadora de aparente felicidad en las riquezas, pasiones, poder...etc. Un mundo que nos aleja de Dios y nos acerca a la perdición que se esconde bajo la mentira y la falsa felicidad.

Será bueno reflexionar en la presencia de Dios y a la Luz del Espíritu Santo para descubrir que se hace necesario abonar nuestro corazón de buena tierra donde la raíz de nuestro amor puede dar buenos frutos.

martes, 28 de enero de 2020

VÍNCULOS DE SANGRE Y DE FE

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Mc 3,31-35
El hombre viene relacionado por vínculos de sangre. Si pedir permiso nacemos en una familia. Una familia que hoy muchos no valoran y quieren destruir en esta sociedad en la que vivimos. La familia no es algo que se nos ha dado socialmente ni por una especial forma de pensar y sentir. La familia es algo natural que nace desde el corazón del hombre, ser racional y en relación que necesita amar y, por ello, relacionarse.

Pero, es que el hombre necesita a la familia porque es consecuencia del amor entre un hombre y una mujer. La naturaleza así lo ha querido y de esa relación sexual nace un nuevo ser, que necesita el calor y el amor de sus progenitores formando una familia. Son vínculos de sangre que unen fuertemente a las personas y las relacionan entre sí. Sin embargo, hay un vínculo más fuerte que la sangre, la fe. 

Por la fe, las personas se experimentan unidas de forma espiritual y estrechamente relacionadas en el amor. Una unión que las une de forma plena hasta incluso estar dispuestas a darse, por verdadero amor, hasta el extremo de entregar sus vidas. Un amor que busca el bien, la justicia y la verdad como eslabón de su unidad por encima de todo. Un amor que les vincula como hermanos, hermanas, padre o madre. 

Un amor que Jesús expresó de esta forma: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».