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viernes, 6 de junio de 2025

NUESTRA FE SE FUNDAMENTA EN ALGUIEN QUE, MUERTO, HA RESUCITADO.

Jn 21, 15-19

—Dónde se apoya tu fe, Pedro? Pregunto Manuel a su amigo.

—En un Dios todopoderoso y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

—Pero, da la sensación,  así muchos lo manifiestan, que ese Dios es un Dios lejano, invisible y que parece, o no interviene, en este mundo. ¿No lo ves tú así?

—¡Hombre, no sé que decirte!, pero ese es el Dios que he conocido toda mi vida.

—Pero, hay un Dios encarnado en Persona Humana, Jesús, que ha bajado a este mundo para enseñarnos ese Rostro que tú no conoces de Dios, y para anunciarnos su presencia entre nosotros y un amor de misericordia infinito. Y ese Dios Hijo, hecho hombre, nos ha enseñado de qué manera nos ama su Dios Padre, y de lo que quiere que hagamos para vivir con Él, en gozo y plenitud, eternamente.

—¿Y cómo podemos saberlo?

—Ha dado su Vida por nosotros, y ha Resucitado para demostrarnos que solo el Amor es eterno y en donde se esconde la felicidad que todos buscamos.

    Los dos amigos concluían que lo verdaderamente importante es amar. Pero un amor hasta el extremo, tal y como Jesús, el Señor, nos lo había dado. Y la experiencia nos va demostrando y enseñando que solo en el amor nuestra vida tiene sentido. Y ese amor nos cuesta mucho sostenerlo por nuestra propia condición humana. Solo en Dios podemos conservarlo, modelarlo, suavizarlo, humanizarlo y despojarlo de la inclinación ególatra a la que estamos sometidos por el pecado original. Y darlo en generosidad gratuita a los demás. Solo así permaneceremos en Dios y seremos dichosos.

miércoles, 16 de abril de 2025

CONOCE LA HORA DE SU MUERTE

Saber la hora de tu muerte, lejos de ser un problema, es una solución. Solución a lo que acontece después de la muerte. Porque, creas o no, sabes y experimentas que lo correcto en la vida es hacer el bien. Todos, incluso los malhechores desean ser reconocidos como personas de bien, honestas y honrados. Nadie levanta la mano para culparse de malos actos. Todos, a la hora de presentarnos ante los demás, alardeamos de honradez y ser buenas personas. Luego, dentro de nosotros hay un impulso a hacer el bien.

Y si eso es así, es porque hemos sido creados a imagen y semejanza de nuestro Creador. Por tanto, después de nuestra muerte, todos nuestros indicios señalan que hay vida. Y esa vida tendrá mucho que ver con la vida que hayas vivido en este mundo. Por tanto, dependerá del amor que hayas derramado en éste, la vida que tendrás en el otro. Y, recuerda, esa nueva vida será eterna.

Jesús sabe lo que le va a suceder y conoce la hora de su muerte. Por tanto, se prepara, y lo que más le importa es hacer la Voluntad de su Padre. Y eso es lo que hace, entregar su Vida por mandato de su Padre.

También para nosotros sería muy importante conocer la hora de nuestra muerte. Al menos tratar de estar preparados para cuando llegue. Y, sobre todos, los que tenemos ya una edad avanzada, debemos dar gracias porque, de alguna manera, sabemos que nuestro final en este mundo está ya próximo. Mirar para otro lado es una gran equivocación.

lunes, 12 de agosto de 2024

CAMINO DE MUERTE Y RESURRECCIÓN

Jesús sabe a donde se dirige y lo que va a sufrir. Y, es evidente, quiere compartirlo con los apóstoles para que no sean sorprendido y sepan a que atenerse. Es de sentido común que quieras preparara a los tuyo para lo que se avecina a fin de que asuman mejor la situación sin sobresaltos.

Sin embargo, los apóstoles no entienden y, claro, se entristecen. No cabe en sus cabezas lo de la muerte ni lo de la resurrección. Están, como es de suponer, tristes. Ahora, mirémonos nosotros: ¿Cómo acogemos esa noticia? Sabemos que también a nosotros nos toca esa hora, la muerte. Sin embargo, no pensamos en ella y, quizás por eso no nos afecta tanto. Incluso, cuando estamos enfermos siempre pensamos que vamos a curarnos y a vencer la enfermedad. Es evidente que hay algo dentro de nosotros que nos da esperanza y que nos ayuda mucho a vencer esa preocupación que no nos dejaría vivir en paz.

En el caso que no ocupa, Jesús, el Señor, sabe que vencerá a la muerte, pero quiere que nosotros nos enteremos y lo sepamos. Es más, que lo creamos, porque supuestamente no cabe en nuestras limitadas cabezas. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, no hay muerte sino paso – Pascuas – de la muerte a la verdadera Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad. Y esa debe ser nuestra mirada, nuestro pensamiento, nuestra alegría y nuestra esperanza. ¡El Señor Vive, ha Resucitado y camina en y con nosotros!

domingo, 31 de marzo de 2024

¡JESÚS HA RESUCITADO!

Con estas palabras: «Jesús ha Resucitado», al menos para mí, todo está dicho. Y digo, todo está dicho porque es precisamente lo que todos buscamos: salud y vida. Jesús ha vencido a la muerte.

Muchas veces he oído decir: «Me gustaría vivir hasta que pueda valerme por mí mismo» Lo cual significa que vivir sin salud no nos compensa. La eternidad es para vivirla en gozo y plena felicidad. De no ser así sería un infierno. Y eso es precisamente lo que nos puede suceder si no creemos en Jesús, Señor de Vida y muerte.

Hoy, domingo de Resurrección, es el día más importante de nuestra vida. Y lo es, aunque muchos no nos demos cuenta, porque es el día que Jesús ha vencido a la muerte, y con su Resurrección nos dice que también nosotros estamos llamados a resucitar a una vida eterna y plena de gozo y felicidad.

Deja todo en nuestras manos, pues dependerá de creer o no en su Palabra. Y esa es precisamente la cuestión. Tenemos a María Magdalena, la primera testigo que se encuentra la losa quitada del sepulcro y la primera que anuncia que Jesús no está allí, ¡ha Resucitado! y lo anuncia a los apóstoles.  Pedro y Juan corren y lo comprueban con sus propios ojos.

Luego vendrán cincuenta días en los que Jesús irá fortaleciendo esa fe, que todavía está débil, confundida e incipiente en los apóstoles. Les cuesta creérselo porque no pueden entenderlo. ¿No nos ocurre a nosotros también?  

Ellos nos lo han transmitido y dando sus vidas nos han contagiado, a través de la Iglesia, la fe. Porque la fe no se enseña, ni se aprende, simplemente se contagia con la vida y las obras. Y eso es lo que han hecho los apóstoles y discípulos, dar la vida por amor.

sábado, 22 de julio de 2023

TRAS LA MUERTE RENACE LA VIDA

Jn 20, 1-2. 11-18

La hora de la muerte es la que nos preocupa y lo que, a pesar de que le perdemos el olor, está siempre presente en nuestro camino. Porque, tarde o temprano en el correr de los años se hará presente en nuestro camino y, por supuesto, marcará el fin de este.

La situación es que aunque sea nuestro mayor temor le perdemos el rastro. Y esto tiene sentido. ¿Cómo podríamos vivir si no dejamos de tener presente ese momento? Sabemos que llegará pero, es un gran misterio, no lo tenemos en cuenta ni pensamos en ello. Eso nos da deseos de vivir y de caminar con alegría dependiendo de nuestra circunstancias sociales y familiares.

Sin embargo, por una causa u otra la muerte, la hermana muerte, como diría San Francisco, se nos hace presente, bien en nosotros o en personas cercanas o conocidas. Y con ella se nos van nuestras esperanzas y relaciones con personas queridas y que de alguna manera son importantes y significan mucho para nosotros. Eso sucedió con Jesús cuando fue crucificado y muerto en la cruz. Su Madre, sus discípulos y entorno cercano quedaron profundamente tocados.

El pasaje evangélico de hoy nos cuenta esa mañana en la que María Magdalena va camino del sepulcro, llorosa y afligida, a permanecer cerca de su Maestro. Seguramente a desahogarse y consolarse. No es capaz de encajar lo que ha sucedido y no entiende que Jesús haya podido morir de esa manera. Después de encontrarse con Jesús, escucharle y ver todo lo que ha hecho y la transformación de su propia vida, no puede asumir que todo acabe de esa manera.

De alguna forma no se resigna a esa muerte. Intuye algo y eso le mueve - ¿Espíritu Santo? - a acercarse al Sepulcro. Y sucede lo que tenía que suceder: Renace la Vida. Porque hemos sido creados para vivir y la Resurrección de Jesús, el Hijo de Dios, es el principio de esa nueva vida a la que todos estamos llamados. Nace pues la Buena Noticia a la que todos seremos invitados a proclamar y extender desde nuestra fe y con nuestras palabras y vida.

domingo, 9 de abril de 2023

HAY SEÑALES, SIGNOS Y HECHOS QUE NOS DICEN: ¡JESÚS, EL SEÑOR VIVE, HA RESUCITADO!

Son hechos evidentes que no dejan lugar a dudas: la losa corrida; el sudario bien doblado y un lugar diferente a las vendas; no hay rastro del Cuerpo de Jesús. ¿Qué ha sucedido? ¿Qué podemos pensar al respecto? Es evidente que eso no nos prueba la resurrección del Señor pero nos ponen en el camino y nos lleva a esa deducción.

Porque, ¿quién estaría interesado en hacer que Jesús pareciera resucitado? No parece que tenía amigos con ese interés ni que saliesen beneficiado de aparentar tal resurrección. ¿Sus discípulos? No se habían enterado de su anunciada resurrección ni eran capaces de simular nada. Simples pescadores ignorantes. ¿Entonces, qué pensar? ¿Cómo entender que esa gente, simplemente un grupo de once hombres, ya se había retirado uno que los había traicionado, y un pequeño grupo de mujeres revolucionaron el mundo?

Lo que más sentido común tiene es que Jesús había Resucitado. No se puede entender que un grupo pequeño, la mayoría ignorantes, pudieran cambiar el mundo como así ocurrió. ¿Podríamos imaginarnos como estaría el mundo hoy si Jesús realmente hubiese muerto? Porque, de otra manera no hubiese sido posible alcanzar los derechos, libertad y dignidad del hombre universal, al margen de toda condición de raza, color o etnia. ¿Alguien puede entender que sin la Resurrección de Jesús el hombre tendría hoy los derechos que tiene a pesar de los atropellos de los mismos hombres?

¿No es el hombre quien todavía hace esclavos, diferencia entre ricos y pobres, abole derechos y libertades y somete a otros considerándolos inferiores a pesar de la apariencias, falsas promesas y engaños? ¿Se puede negar esa realidad? Sí, muchos lo hacen falseándola, mintiendo, comprando y seduciendo con privilegios, riquezas y falsas promesas.

Concluimos, como aquel centurión: ¡Verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios! ¡Jesús Vive y ha Resucitado!. 

sábado, 8 de abril de 2023

EN EL SILENCIO, LA DECEPCIÓN, EL MIEDO Y LA ESPERANZA

Son tres días de oscuridad, de no saber qué hacer ni esperar. Son tres días de miedo, de decepción, de silencio y casi desesperación. Pero ¿qué ha sucedido? ¿Y el Maestro? ¿Cómo es posible que se haya dejado matar? ¿Los milagros, su poder…? Interrogantes que sostienen la desesperación de aquellos discípulos que habían compartido con Él esos tres hermosos y esperanzados años de anuncio, de esperanza y de vida.

La cruz les deja perplejos, derrotados, asustados y con la mirada puesta en este mundo. Es el poder y la fuerza quienes mandan y todo queda sometido a eso. Y nos escondemos temerosos de ese poder. Las mujeres que han contemplado paciente y dolorosamente los insultos y desprecios a Jesús así como su muerte. Y han asistido a su descendimiento de la cruz y llevado a su sepultura guardan luto. Están diríamos como resignadas y apenadas y tristes van al sepulcro a ponerle flores y a descargar sus desesperanzas.

¿Qué ha pasado? Simplemente que no entendemos nada. Y todavía son muchos lo que no lo entienden. Incrédulos a la Resurrección del Señor. Porque eso era lo que estaba escrito, «Y al tercer día resucitará» Y así les fue dicho pero no se enteraron. Seguramente porque no entra en nuestros cálculos ni en nuestras cabezas que alguien pueda resucitar. Ni siquiera Aquel que se identifica como el Hijo de Dios.

Hoy, después de más de dos mil años todo sigue igual: «Muchos no creen que Jesús, el Hijo de Dios, ha Resucitado» Y ese es el problema. Viven una vida sin esperanza que no puede nunca darles lo que todos buscan: Felicidad Eterna. Y sus cegueras es tan fuerte que está obstinados y cerrados a la fe. Tomados y sometidos por este mundo, falso y aparente de felicidad, sus corazones están endurecidos como rocas e incapaces de moverse. La única razón para vivir con esperanza y alegría, a pesar de todo el dolor que podamos padecer, es creer en Jesús y en su Resurrección. ¡Verdaderamente es el Hijo de Dios y ha Resucitado! ¡Aleluya!

domingo, 26 de marzo de 2023

CON JESÚS RESUCITAMOS A LA VIDA ETERNA

Jn 11, 3-7. 17, 20-27. 33b-45

Hay muchas muertes que nos impide vivir. Hemos oído alguna vez clamar: ¡Esto no es vida!, cuando estamos en apuros o cuando nos parece imposible soportar lo que nos está pasando en nuestra vida. Sin embargo, con Jesús y creyendo en Él siempre resucitaremos y saldremos de esos atolladeros.

Y ese es nuestro objetivo. Lo decía el otro día en una respuesta a un comentario en un tweet, vivir eternamente en plenitud de gozo y felicidad. Y lo repito siempre que puedo porque solo por eso la vida es hermosa y vale la pena vivirla. Una vida sin esperanza es una vida sin sentido.

Porque somos diferentes a los animales. Ellos no tienen ideales, viven determinados por sus instintos y solo se mueven para satisfacer sus instintos, hambre y sed. No aspiran a nada más porque no tienen capacidad para aspirar. El ser humano, por el contrario, desea y aspira a ser feliz. Y no por un determinado espacio de tiempo sino para siempre, eternamente. Y esa es la promesa de Jesús. Lázaro, su íntimo amigo Lázaro es uno de esos milagros con los que Jesús nos muestra su poder sobre la muerte. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Todo es posible para nuestro Señor. No importa el tiempo ni lo sucedido. Lázaro fue resucitado cuatro días después de morir. Para nuestro Señor nada es imposible y nada cuenta sino su Voluntad. Por tanto, también sucederá con todo aquel que crea en Él, pasará por la muerte, pues es el camino para llegar a Él, pero resucitará por el poder del Señor que nos lo ha prometido y demostrado.

jueves, 17 de noviembre de 2022

QUIZÁS NOS PIERDE DESEAR CONTROLARNOS

Nos da miedo que otro tome el control de nuestra vida. Sentimos un deseo de ser nosotros los que dirijamos nuestro camino y, ¡por supuesto!, nuestra propia vida. En consecuencia nos da miedo que Dios dirija nuestros pasos. Pensamos que nuestros planes, nuestras ideas y proyectos son mejores que los que nos propone Dios. Estamos convencido de que esa felicidad y gozo que buscamos está en nuestras manos y nos sentimos feliz. Al menos eso creemos. 

Pero ¿y la muerte? ¿No derrumba todas nuestras ilusiones y esperanzas? ¿Da realmente eso sentido a nuestra propuesta de felicidad? Y el problema sigue en cuento no sentimos la necesidad de abrirnos a la propuesta que nos trae Jesús. Por eso, el Evangelio de hoy nos habla de que Jesús llora al acercarse a Jerusalén. Siente gran pena y dolor por ver nuestra obstinación y ceguera, que continúa hoy en la actualidad.

¿Qué nos ocurre? ¿Estamos tan ciegos para no ver que nuestra única posibilidad es Jesús? ¿No coincide su Palabra con todo lo que nos habla nuestro corazón? ¿No sentimos el deseo de ser como Jesús nos invita a ser? ¿Acaso no experimentamos gozo y alegría eterna cuando hacemos un bien con y por amor?

¿Y la Resurrección? ¿No crees que Jesús, que ha resucitado a otros, ha Resucitado? Ese es el fundamento de nuestra fe. Si Jesús ha Resucitado también resucitaremos nosotros. ¡Y si resucitamos será para vivir plenamente felices eternamente! Eso es lo que queremos y lo que todos buscamos, y Jesús, el Señor, nos lo ofrece. Simplemente, porque todo coincide con lo que todos sentimos, creer y fiarnos de la Palabra del Señor es lo más lógico y evidente. No tengamos miedo y dejémonos guiar por el Espíritu Santo, que para eso ha venido a nosotros en la hora de nuestro bautismo.

lunes, 8 de agosto de 2022

LA CERTEZA DE LA MUERTE


Mt 17,22-27
La hora de la muerte es posiblemente lo más cierto y seguro que sabemos en este mundo. Todos tenemos una hora y un instante en el que, dejando este mundo vamos hacia el otro. Ese otro que muchos no creen y que tratan, aunque nunca con certeza y seguridad, de negar. Porque, dentro de cada uno de nosotros existe ese deseo eterno de vivir eternamente – valga la redundancia – esta vida que ya ha empezado en este mundo caduco.

Jesús, al tomar la naturaleza humana toma también la hora de su muerte. Una muerte, eso sí, provocada y adelantada por los hombres que, rechazándolo como Hijo de Dios, le condenan a morir crucificado en la cruz. Digamos que su hora está señalada en la Cruz por amor y para redención de todos los hombres. Jesús nos libera de nuestros pecados y rescata nuestra dignidad de hijos de Dios. Y, llegado ese momento, Jesús prepara y descubre a sus apóstoles lo que pronto le va a suceder. Les habla de su muerte, pero, también de su Resurrección.

En el Evangelio de hoy se dice: (Mt 17,22-27): En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día…

No es lo mismo afrontar esa hora de la muerte como algo triste y resignado a terminar nuestra historia, que, vivirla con la esperanza de ser un paso de este mundo al otro para continuar una vida plena y eterna. La diferencia es abismal e inimaginable. Jesús quiere que no ignoremos su muerte, pero también comunicarnos y hacernos partícipes de su Resurrección. Porque, los que creemos en Él resucitaremos en Él. Desde ese momento, la muerte no supone el final sino el principio de una nueva vida.

 

—¿Piensas, Pedro, —preguntó Manuel— que está vida termina con la muerte?

—Seguro que no —respondió Pedro. Dios, nuestro Padre, no nos ha creado para un rato, sería una decepción, nos ha creado para la eternidad.

—Igual pienso yo, —dijo Manuel. Tenemos y experimentaos esa chispa de eternidad en lo más profundo de nuestro corazón.

 

Todos aspiramos a ser eternos y felices y, este tiempo terrenal – la vida de este mundo – es el espacio y tiempo donde tendremos que ganarnos esa felicidad. Porque la eternidad será segura, para bien o para mal. Todo dependerá del amor que estemos dispuestos a dar en este mundo.

miércoles, 30 de marzo de 2022

PADRE E HIJO

 

Creo que sería de iluso agregar o poner otras palabras. El Evangelio de hoy lo ha dejado tan claro Jesús que, precisamente, lo que necesita es una lectura pausada, sincera y abierta a interiorizar lo que, de manera muy clara, nos dice Jesús, nuestro Señor. Por eso, más que reflexionar, creo que lo mejor que puedo hacer es transcribir, tal como viene, el Evangelio de hoy miércoles. Y que cada cual saque sus propias conclusiones.

Texto del Evangelio (Jn 5,17-30): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.

Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

»En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo
del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».

sábado, 19 de febrero de 2022

PARA RESUCITAR, PRIMERO HAY QUE MORIR

Mc 9, 2-13

Los apóstoles se encuentran desorientados y desanimados. No entienden nada. Bajan del monte Tabor, después de vivir esa hermosa experiencia de la Transfiguración y no entienden lo de la muerte y resurrección de Jesús. En sus cabezas no entraba ni entendían esa posibilidad. Algo así como si Jesús les hablara en chino. Ante este supuesto, Jesús sabe que necesitan ánimo y algo que les llene de esperanza. Eso explica la subida al monte Tabor. El Evangelio de - Marco 9, 2-13 - lo narra así: En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice… Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de "resucitar de entre los muertos". Pero, así y todo ellos quedan desorientados.

Algo parecido puede pasarnos a nosotros. Nos cuesta aceptar, aunque digamos que sí, que creemos, lo de la Resurrección de Jesús. Porque, de estar seguro, ¿no cambiaría nuestra vida? Posiblemente, y creo que es verdad, lo creemos, pero, el pecado no acecha y nos tienta para que no reaccionemos como nos gustaría reaccionar. Eso no descubre la necesidad de fortalecernos en el Espíritu Santo y en recibir los sacramentos – Reconciliación y Eucaristía – con la mayor frecuencia posible.

Será bueno y necesario hacernos esa pregunta. Meditar y reflexionar en ese Jesús transfigurado que, ofreciendo, aceptando y entregando su Vida voluntariamente y por amor, nos ha liberado de la esclavitud del pecad y rescatado nuestra dignidad de hijos de Dios. Hijos, que por su Infinita Misericordia somos invitados al Banquete Eterno de y para compartir su Gloria.

viernes, 11 de junio de 2021

EN EL FINAL TODO SERÁ SOMETIDO A SUS PIES

 
 
Sabemos que al final todo será sometido a los pies del Señor. Es una promesa y sus promesas siempre se cumplen - 1ª Corintios 15, 26-27 - de modo que caminamos con esperanza y seguros de la garantía que nos da su Palabra. Para Resucitar, primero hay que estar vivo y, segundo, hay que morir. Y en Jesús se dan ambas cosas.
 
Siendo el Hijo de Dios, se ha encarnado en naturaleza humana, es decir, se ha hecho Hombre, y, presente entre los hombres de este mundo ha visibilizado su Vida hasta el extremo de entregarla por amor en una muerte de Cruz. Ahora, su muerte está certificada, no solo por el testimonio de los que le vieron, sino por aquellos que, encargados de cerciorarse que los crucificados habían muertos comprobaron por ellos mismos que Jesús estaba muerto y, por tanto, no tuvieron que quebrarles los pies como estaba escrito en la Escritura:  
              Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’. Y también otra Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.

La Resurrección es el punto culminante y fundamental de la fe cristiana. También nosotros confiamos y esperamos resucitar tal cuan no lo ha prometido el Señor. Esa es nuestra esperanza, sin embargo, me atrevería a decir que seguir a Jesús y vivir según su Palabra es ya un premio que vale la pena seguir y vivir. Incluso, prescindiendo de la resurrección. Solo imaginar qué y cómo sería el mundo sin la Palabra de Jesús explica lo que digo y siento.

domingo, 7 de marzo de 2021

CRUZ Y RESURRECCIÓN

 

Exigimos signos que den fundamento a nuestra fe. Signos según nuestra razón y según se acomoden a nuestro gusto. Nos cerramos a toda Palabra que venga de Jesús y que no entre dentro de nuestra razón. Sin embargo, el fundamento de nuestra fe es la Resurrección del Señor. Pero, sería bueno antes preguntarnos qué es la fe. Porque, si la fe significa fiarnos y creer en Jesús, el Hijo de Dios, que ha muerto en la cruz y ha Resucitado, qué estamos diciendo y preguntándonos.

La Resurrección, tal como hemos dicho, es el fundamento de nuestra fe, y en ella se acaban todas nuestras dudas. Y en ese sentido también nosotros somos templos, como Jesús, llamados a Resucitar. Templos del Espíritu Santo con los que nos se puede mercantilizar ni traficar. Templos que debemos cuidar y sostener santificados con y por la Gracia de Dios.

Porque, cuando nos sumergimos en el fango de la corrupción, seducidos en la concupiscencia que apetece al cuerpo, corrompemos nuestro templo espiritual que ha sido creado para gloria y alabanza al Señor. Y para, consumido su camino de cruz, resucitiar por y para Gloria del Señor. Y, ahí están esos testimonios de todas esas cruces misioneras perseguidas que, ofrecidos como templos vivos, son signos de resurrección que se levantan cada día para anunciarnos que Jesús ha Resucitado y que también, los que creemos en Él y le seguimos, resucitaremos también.

sábado, 2 de noviembre de 2019

SABEMOS EL CAMINO

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Jn 14, 1-6
El Evangelio de hoy nos llena de esperanza y de una inmensa alegría. Jesús está preparándonos una morada en la Casa del Padre. Junto al Padre. ¿Se puede escuchar algo más grande? ¿Tenemos los oídos realmente despiertos? ¿O nos falta fe? Son Palabras del mismo Jesús y nos las dice directamente también a nosotros. No se ha ido, sino que está preparándonos una mansión, porque hay muchas, en la casa de su Padre. Y eso significa que serán muchos los que sean llevados allí. Es una gran noticia que hoy se nos revela en el Evangelio.

También una gran noticia para este día que estamos celebrando, y para todos nuestros difuntos, que recordamos con gran esperanza y alegría, pues ya han partido para esa mansión que Jesús nos está preparando a los que todavía peregrinamos hacia la Casa del Padre. Porque, la vida no termina en este mundo ni con la muerte. Una muerte que quien nos habla la ha vencido resucitando y nos la ofrece si creemos en Él y seguimos sus pasos.

Porque, hoy nos lo dice muy claramente: "Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

jueves, 1 de agosto de 2019

UNA NUEVA FORMA DE ENTENDER LA VIDA

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En el camino hacia la capilla me encontré con unos amigos de la infancia. Tal como ocurre en esos encuentros hablamos de como nos iba la vida y de como nos encontrábamos y de algunos que ya habían dejado este mundo. La salud es quizás el asunto principal en estos encuentros y de como pasa el tiempo por nuestra vida. También, la muerte está presente, porque, aunque queramos obviarla, la sentimos muy cerca y nos cuestiona todo nuestro ser. Nos asusta y tratamos de no mirarla y, mientras nos sentimos con fuerza, mirar para otro lado.

Pero, es la realidad, la muerte es nuestro destino final. Alguno decía como nos sorprendía sin avisarnos y a eso le tenía mucho miedo. Sin embargo, ninguno compartía ese deseo de esperanza de experimentar que la muerte no tiene la última palabra y que hay esperanza de vencerla. Yo, que iba camino de pasar un rato de oración con quien la ha vencido, me sorprendía de que mis amigos permanezcan, estando cerca de la muerte, con los ojos cerrados ante esta realidad. Posiblemente, la causa está en que no conocen la Palabra del Señor ni lo que nos dice cada día. Porque, precisamente hoy nos habla de lo que nos sucederá al final de los tiempos.

Todos buscan la Vida, pero se resignan al triunfo falso de la muerte porque no conocen a quien es la Vida y la Resurrección. Dios está Vivo y dentro de nosotros y Él es el Reino. Él vendrá al final de los tiempos para darnos esa Vida Eterna que nos colmará de gozo y plenitud. Pero, para ello tendremos que permanecer en Él y creer en su Palabra. Mira, hoy nos dice esto:«También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

lunes, 29 de julio de 2019

EL MAL NO CUENTA PORQUE YA ESTÁ VENCIDO

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Jn 11, 19-27
No hay porque preocuparse porque la lucha se ha terminado. Cristo, el Señor, ha vencido en la Cruz a la muerte y el mal ha sido vencido. ¿Qué significa esto? Significa que la lucha entre el bien y el mal ha terminado y que la victoria está garantizada por Jesús con su Muerte en la Cruz. Allí se han acabado todos nuestros males, el mal ha sido vencido y nada puede hacernos. ¿Qué quién lo garantiza? Nada más ni nada menos que Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo.

Quizás surja en ti esta pregunta, ¿entonces por qué hay mal en el mundo? Podemos responder con otras preguntas, ¿crees que en un paraíso te acordarías de Dios o te acercarías a Él? ¿Piensas que si todo te va bien y como tú deseas te acordarías de Dios? Una respuesta sincera nos llevaría a responder que no. Cuando la vida va a nuestro favor y todo nos sonríe vivimos según nuestros proyectos, nuestras apetencias y nuestros deseos, que no son otros que vivir bien y pensar sólo en nosotros. Eso es lo más sensato y lo que posiblemente ocurriría.

Sin embargo, en las dificultades, frente a los problemas y ante la adversidad tomamos conciencia que la vida no está en nuestras manos y que quien únicamente nos puede salvar es el Señor. Descubrimos nuestra impotencia y buscamos al Señor, tal y como experimentó Marta, nuestro salvador. Dios permite el mal porque representa un bien para nosotros. Detrás de la enfermedad está nuestra salvación, porque nadie puede salvarnos, pero sí el Señor, tal y como dijo Marta. Sólo nos hace falta confiar y creer en la Palabra del Señor. Él es la Resurrección y la Vida.

¿Cómo te sientes? ¿Estás más tranquilo? Nada puede vencernos si estamos en Manos del Señor y creemos en su Palabra. No hay nada que nos pueda hacer daño, ya lo dijo Pablo - Rm 8, 35- 37 - porque Jesús está con nosotros y eso es garantía de Vida Eterna, pues Él ha vencido a la muerte Resucitando para Gloria de Dios.

lunes, 15 de abril de 2019

CON JESÚS RESUCITADO

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¿Podrías imaginarte estar a la mesa con Jesús después de haberte resucitado? Esa escena fue realidad después de que Jesús resucitó a su amigo Lázaro. El Evangelio de Juan nos dice: Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.

María, la hermana de Lázaro, en señal de agradecimiento, ungió a Jesús los pies con perfume de nardo puro muy caro. Y, nos dice el Evangelio, que Judas Iscariote murmuró que se debía de haber vendido ese perfume tan caro y el dinero dárselo a los pobres. Pero, al parecer no lo decía con esa intención sino que como era el encargado manejaba la economía y se quedaba con el dinero. Siempre la cuestión del dinero pervierte al hombre y rompe la unidad.

Jesús le recriminó que lo guardaran para su sepultura, prediciendo su muerte en la cruz, y manifestando que pobres habrá siempre, pero Él se iría muy pronto. Y así ha sucedido. Jesús, hecho Hombre se ha ido, pero se ha quedado su Espíritu y está entre nosotros. Y continúa nuestro camino junto a cada uno de nosotros. Un Dios que nos acompaña y que nos anima a caminar siguiéndole.

Los judíos se acercaban a la casa no sólo por ver a Jesús sino también por ver a Lázaro. Y es que Lázaro es un testimonio y una prueba de un resucitado. Eso que piden muchos ahora y que no les será dado. Tienen a la Iglesia y a las Escrituras que nos dan testimonio de su Palabra y de su Vida. Y es que, como se dice en la parábola del rico epulón - Lc 16, 19-31 - que aunque venga uno resucitado no harán caso tampoco, tal y como sucedió con Lázaro al que los sumos sacerdotes y fariseos querían también matar.

miércoles, 13 de marzo de 2019

SEGUIMOS EXIGIENDO PRUEBAS Y SEÑALES

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El hombre está obstinado con su razón que le pide pruebas y signos de que Jesús es el Hijo de Dios hecho Hombre. No le basta su Palabra, ni sus obras, ni su cercanía y compasión por el hombre. No le basta sus enseñanzas, su misericordia, sus milagros ni la revelación de un Padre Dios cercano, bueno, que quiere recuperar nuestra fe y confianza en Él para compartir con nosotros su Gloria.

Son exigentes y quieren ver un Mesías tal y como ellos se lo han imaginado. Pero, no pensemos en ellos, que ya es el pasado, sino en nosotros, que nos corresponde ahora dar una respuesta. ¿Qué pensamos nosotros, los hombres y mujeres de este tiempo? ¿Seguimos esperando que Jesús haga algún milagro que nos convenza? ¿No nos basta con su Buena Noticia de Salvación?

Hoy nos dice Jesús en el Evangelio que no habrá más signo que el de la Cruz. Su Muerte y Resurrección es el fundamento de nuestra fe. Un Dios, encarnado en su Hijo, tomando naturaleza humana sin perder la divina, se ha entregado voluntariamente a una Muerte de Cruz por y para la redención de todos los hombres, para que podamos alcanzar, por su Gracia, el perdón de nuestros pecados y así recuperar la dignidad de ser hijos de Dios y coherederos con el Hijo de la Gloria del Padre.

Por lo tanto, no busquemos donde no podamos encontrar, porque nuestra razón no da más. La Grandeza de nuestro Dios es inalcanzable porque de no serlo sería un dios pequeño, limitado, alcanzado por la mente del hombre y nada poderoso. Un dios incapaz de crear el mundo y al mismo hombre. Mi Dios es un Dios Omnipotente, Infinito, Creador de todo lo visible e invisible y amorosamente Misericordioso.

Su carta de presentación es simple y atractiva y sencilla al alcance del hombre:  Se hizo Hombre tomando la Naturaleza humana, sin perder la Divina, y entregó su Vida muriendo en la Cruz para alcanzar la Victoria sobre la Muerte y ganar la Vida Eterna para todos nosotros. ¿Hay un dios más grande que mi Dios?

martes, 26 de febrero de 2019

UNA PROPUESTA RECHAZADA

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Mc 9,30-37
La propuesta que nos hace Jesús no parece una propuesta bien acogida. Incomoda a los poderes religiosos de su propio pueblo y, Jesús que lo sabe, se siente amenazado y preve lo que le va a suceder. Por eso, trata de hacérselo saber a sus discípulos y ponerlos en aviso, pero, al parecer, ellos no se enteran porque están entretenidos en otros menesteres. Se disputan los primeros puestos en eso que ellos piensan que va a suceder. Están muy lejos de los pensamientos de Jesús y de lo que va a suceder.

También a nosotros nos puede estar sucediendo lo mismo. ¿Qué Dios tenemos en nuestra imaginación? Un Dios que se ajusta a la ley y leyes que muchas son injustas y ausentes de misericordia. Leyes que excluyen, marginan y oprimen en lugar de liberar. ¿Puede Dios aprobar y estar de acuerdo con esas leyes? Porque, el Dios que propone Jesús es un Dios liberador, un Dios que  ofrece y da vida y un Dios misericordioso.

Un Dios que se encarna en Naturaleza humana y hecho Hombre entrega su vida por y para darnos vida a todos los que en Él crean. Un Dios que será condenado y sufrirá Pasión y Muerte crucificado en la Cruz, pero que Resucitará. Un Dios que vencerá a la muerte y con ello nas dará vida en abundancia, gozosa y eterna. Un Dios que ha venido para servir y no para ser servido. Un Dios que se pone en el último lugar para poner la dignidad del hombre en el centro de todo y antes la ley.

Ese es el Dios que tendremos que descubrir. Un Dios que está por encima de la Ley y que nos da la oportunidad de tener nuestra propia voz y de defendernos, de exigir nuestros derechos como hijos del mismo Padre. Un Dios que ha enviado a su Hijo para darnos la oportunidad de expresarnos y de descubrir todas las injusticias a que nos someten las leyes de los hombres. Un Dios que es amor misericordioso y nos salva de la esclavitud del pecado.