Jn 20, 1-2. 11-18 |
La hora de la
muerte es la que nos preocupa y lo que, a pesar de que le perdemos el olor, está
siempre presente en nuestro camino. Porque, tarde o temprano en el correr de
los años se hará presente en nuestro camino y, por supuesto, marcará el fin de
este.
La situación es
que aunque sea nuestro mayor temor le perdemos el rastro. Y esto tiene sentido.
¿Cómo podríamos vivir si no dejamos de tener presente ese momento? Sabemos que
llegará pero, es un gran misterio, no lo tenemos en cuenta ni pensamos en ello.
Eso nos da deseos de vivir y de caminar con alegría dependiendo de nuestra circunstancias
sociales y familiares.
Sin embargo, por
una causa u otra la muerte, la hermana muerte, como diría San Francisco, se nos
hace presente, bien en nosotros o en personas cercanas o conocidas. Y con ella
se nos van nuestras esperanzas y relaciones con personas queridas y que de
alguna manera son importantes y significan mucho para nosotros. Eso sucedió con
Jesús cuando fue crucificado y muerto en la cruz. Su Madre, sus discípulos y
entorno cercano quedaron profundamente tocados.
El pasaje
evangélico de hoy nos cuenta esa mañana en la que María Magdalena va camino del
sepulcro, llorosa y afligida, a permanecer cerca de su Maestro. Seguramente a
desahogarse y consolarse. No es capaz de encajar lo que ha sucedido y no
entiende que Jesús haya podido morir de esa manera. Después de encontrarse con
Jesús, escucharle y ver todo lo que ha hecho y la transformación de su propia
vida, no puede asumir que todo acabe de esa manera.
De alguna forma no
se resigna a esa muerte. Intuye algo y eso le mueve - ¿Espíritu Santo? - a
acercarse al Sepulcro. Y sucede lo que tenía que suceder: Renace la Vida.
Porque hemos sido creados para vivir y la Resurrección de Jesús, el Hijo de
Dios, es el principio de esa nueva vida a la que todos estamos llamados. Nace
pues la Buena Noticia a la que todos seremos invitados a proclamar y extender
desde nuestra fe y con nuestras palabras y vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.