¿Podrías imaginarte estar a la mesa con Jesús después de haberte resucitado? Esa escena fue realidad después de que Jesús resucitó a su amigo Lázaro. El Evangelio de Juan nos dice: Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.
María, la hermana de Lázaro, en señal de agradecimiento, ungió a Jesús los pies con perfume de nardo puro muy caro. Y, nos dice el Evangelio, que Judas Iscariote murmuró que se debía de haber vendido ese perfume tan caro y el dinero dárselo a los pobres. Pero, al parecer no lo decía con esa intención sino que como era el encargado manejaba la economía y se quedaba con el dinero. Siempre la cuestión del dinero pervierte al hombre y rompe la unidad.
Jesús le recriminó que lo guardaran para su sepultura, prediciendo su muerte en la cruz, y manifestando que pobres habrá siempre, pero Él se iría muy pronto. Y así ha sucedido. Jesús, hecho Hombre se ha ido, pero se ha quedado su Espíritu y está entre nosotros. Y continúa nuestro camino junto a cada uno de nosotros. Un Dios que nos acompaña y que nos anima a caminar siguiéndole.
Los judíos se acercaban a la casa no sólo por ver a Jesús sino también por ver a Lázaro. Y es que Lázaro es un testimonio y una prueba de un resucitado. Eso que piden muchos ahora y que no les será dado. Tienen a la Iglesia y a las Escrituras que nos dan testimonio de su Palabra y de su Vida. Y es que, como se dice en la parábola del rico epulón - Lc 16, 19-31 - que aunque venga uno resucitado no harán caso tampoco, tal y como sucedió con Lázaro al que los sumos sacerdotes y fariseos querían también matar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.