lunes, 25 de diciembre de 2017

HOY NUESTRA VIDA ENCUENTRA SU SENTIDO

Lc 2,1-14
Hoy nace la esperanza en nuestro corazón. El hombre, perdido por y en el pecado, encuentra la misericordia que necesita para liberarse de la esclavitud del pecado. Estaba ya prometido y proclamado por el profeta Isaías -Is 7, 10-14- "La Virgen está encinta y da a luz a un Hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa 'Dios-con-nosotro'"

Y hoy se cumple esa profecía. Es María la puerta por donde entra la esperanza de salvación de todos los hombres. María, la elegida deja su seno para que el Verbo se haga carne y habite entre nosotros. No es un día de comilonas y festejos desencarnados, sino que nos alegramos, celebramos y nos felicitamos con alegría y fiestas brindando porque Dios, hecho Hombre, ha nacido de María para liberar a todos los hombres de la esclavitud del pecado. Nuestro gozo, alegría y fiesta están justificadas.

Pero, al margen de esta alegría desbordante y exultante, debemos buscar espacios de reflexión y de deponer todas nuestras actitudes y proyectos para ofrecernos totalmente desnudos a recibir el plan de Dios. En esto, María, es ejemplo y referencia. Ella, despojada de todas sus actitudes e intenciones, se ofreció como la esclava del Señor para que su Voluntad se realizase en ella. Quizás sea esa nuestra mejor actitud ante la celebración de la Navidad. Permitir y dejar que verdaderamente el Señor nazca entre nosotros.

Posiblemente haya mucho ruido a nuestro derredor. Será difícil evitarlo. Son fiestas familiares y en la familia, como comunidad de amor que es, hay actitudes encontradas y dispares. Y el Amor que hoy debe nacer en nuestro corazón respeta las diferencias y une los corazones. Por tanto, desde una convivencia de respeto, soportada desde el amor, debemos hacer presente el nacimiento del Señor en nuestro corazón estando con todos, allanando y enderezando el camino que nos permita tomar conciencia de la presencia del Señor entre nosotros.

Simplemente, aceptar la paz que, quizás entre las guerras, las diferencias, los egoísmos y vanidades que tratan de separarnos, nos esforcemos en construir la unidad, la justicia y el amor entre los hombres.

FELIZ NAVIDAD

domingo, 24 de diciembre de 2017

EL ORIGEN DE LA BUENA NOTICIA

Lc 1,26-38
Una buena noticia es algo que va a mejorar nuestra vida y que nos aporta alegría y gozo. Todos nos alegramos cuando recibimos una buena noticia. En estos días navideños la gente se ha alegrado mucho con el sorteo de la lotería, y, sobre todo, aquellos que han ganado algún premio. La alegría está detrás de la buena noticia.

Pero, la gran Noticia de este momento, y por lo que se hace precisamente Navidad, es que el Niño Dios, encarnado en Naturaleza Humana, nace en Belén de una joven sencilla y humilde llamada María. El Evangelio de este día nos narra, como si de un cuento de hadas se tratara, la maravilla y el acontecimiento de la Gran y Buena Noticia.

Y todo empieza con la anunciación del Ángel Gabriel a la joven María, la elegida para ser la Madre de Jesús, el Mesías enviado a salvar a todos los hombres. Ese es el significado de la Navidad, es sentirse salvado de la esclavitud del pecado y de la muerte. Y todo empieza por María. Ella es la puerta con la que entra la Navidad, es decir, el Niño Dios que nos invita a que le hagamos un hueco en nuestros corazones para nacer también en cada uno de nosotros.

María deja a un lado sus proyectos, y, a pesar de no entender el plan de Dios, ni el por qué una joven sencilla como ella es elegida para tan importante misión, accede y se fía de su Palabra. Su respuesta es contundente: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». También nosotros somos invitados a colaborar con el plan de Dios y a continuar nuestra misión, la de vivir y transparentar esa Buena Noticia de salvación. Una noticia que reluce ahora en estos días que celebramos la Navidad, para que tiene luz propia y brilla siempre a lo largo de todo el año.

Dispongámonos a celebrar esperanzados la hermosa experiencia de sentirnos salvados y plenos de gozo y felicidad. Para Dios no hay nada imposible y su Palabra tiene siempre cumplimiento.


FELIZ NAVIDAD

sábado, 23 de diciembre de 2017

JUAN ES SU NOMBRE

Lc 1,57-66

Uno de los signos más significativos de la verdad y, por supuesto, de la existencia del Hijo de Dios, el Mesías prometido y enviado, son las profecías que, siglos antes, se descubren, proclaman y profetizan anunciando el nacimiento que, pronto, celebra la Iglesia. La primera lectura de la liturgia de hoy nos dice: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). Y, desgraciadamente pasan desapercibida a los ojos de muchos que protestan y buscan signos que le den pruebas y señales de la venida del Señor.

El cambio de nombre, en el Plan de salvación, tiene siempre un significado que descubre una nueva misión. Como un cambio de rumbo o un nacimiento hacia una vida nueva. Esto sucede con muchos personajes del nuevo testamento, tal es el caso de Simón u otros. Juan es el último profeta, puente entre en Antiguo. y el Nuevo Testamento, que da paso al comienzo de la vida pública de Jesús.

A Juan le correspondía, por tradición y herencia paterna, el nombre de su padre Zacarías. Sin embargo, le fue impuesto desde el seno de su madre Isabel el nombre de Juan. Había sido elegido desde su concepción para una misión concreta: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23). Juan nos señala un camino de conversión, que pasa por el arrepentimiento y la humildad. 

No es fácil. Endereza el camino de nuestra vida cuesta, pero es imprescindible y necesario. Y si quieres seguir al Señor ese es el camino y la manera de recorrerlo. Tampoco te desesperes porque tropieces, porque caigas repetidas veces, pues la humildad es la que te ayuda a levantarte. Y cada levantada es un abrazo que das al Señor y que Él acepta con verdadero amor. Así que camina y camina apoyado siempre con las muletas de la oración, del servicio y la humildad. Terminarás por vencer.

No te preocupes, ten siempre en cuenta que: «Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). El Señor nos estará esperando siempre, pues ha venido para eso, para cenar con cada uno de nosotros e invitarnos a su Casa para estar con Él eternamente. Esa es la verdadera Navidad que debemos buscar y celebrar, la de dejar entrar al Señor dentro de nuestro corazón.

viernes, 22 de diciembre de 2017

LA RESPUESTA DE MARÍA A SU PRIMA ISABEL

Ante la respuesta de Isabel al saludo de María, ésta irrumpe con el canto del Magnificat: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador..." Leer el este canto y meditarlo nos hará mucho bien. Destaca la humildad y la acción de Dios en favor de los pobres. Su Misericordia es siempre recordada, porque por ella somos perdonados y salvados.

En María vemos las virtudes que la adornan. Virtudes que también debemos pedir nosotros y esforzarnos en vivirlas. No podemos sostener la mirada de Dios si no tratamos de ser humildes, ni tampoco, como nos dice el Papa Francisco, llegar a Él si no lo encontramos en los demás, especialmente en los pobres.

Dios se compadece de aquellos corazones necesitados que son humildes. ¿Qué significa eso? Significa que sólo los que reconocemos nuestros pecados, nuestras limitaciones, nuestra pobreza y necesidad de, en el Señor, alcanzar la limpieza y purificación, por su Infinita Misericordia, podremos encontrarnos con Él y recibir la salvación.

Estamos necesitados del Amor del Señor, pero, para eso es imprescindible reconocernos pecadores y, como María, esclavos agraciados por la Misericordia de Dios, porque todo se lo debemos al Señor. Es verdad que nos resulta imposible comprenderlo, y, en el fondo de nuestro corazón pensamos que tenemos algún derecho. Y que con nuestras obras podemos merecer algo. Está claro, necesitamos ser muy humildes para darnos cuenta de nuestra indignidad y comprender que todo es Gracia de Dios.

No es nada fácil aceptar nuestra humildad. Dentro de nosotros tenemos el germen del pecado que nos hace soberbios y engreídos. Es momento de cantar el Magnificat junto a María y darnos cuenta de la Misericordia de Dios y de la necesidad de nuestra humildad. Y, reconocer que sólo en Él podemos alcanzarla. Pidamos, pues, que el Señor nos dé su Gracia y nos llene de humildad. 

jueves, 21 de diciembre de 2017

EL GOZO DE MARÍA

Lc 1,39-45
Todo está puesto en Manos del Señor. María camina llena de gozo y alegría. Se hace camino con la Palabra de Dios. En Él se confía y su Palabra tiene verdadero cumplimiento. El Señor nunca falla. Es Dios y para Él no hay nada imposible. No lo sé, pero me gusta imaginarmelo, entre otras cosas porque así lo experimento y lo siento yo. Y me llena de gozo y alegría pensar que María, llena de paz, de alegría y amor corría apresurada a visitar a su prima Isabel. Ambas tenían motivos más que sobrados para cantar alabanzas al Señor.

Y se produce uno de los milagros, al menos para mí, que me han llenado de gozo, de alegría y de paz. El encuentro de María y su prima Isabel. Es de sentido común que Isabel no podría saber nada de María. Las comunicaciones en ese tiempo no eran fluidas ni fáciles de establecer entre un pueblo y otro. Además, el anuncio del Ángel Gabriel no fue publicado. Había sido un anuncio en privado. Sólo a María.

Me pregunto, ¿cómo podría Isabel saber que María, su prima, llevaba en su vientre al Mesías? ¿De dónde, entonces, su respuesta al saludo de María? ¿Y el salto de Juan en el vientre de su madre Isabel? ¿Se puede entender esto fuera del poder de Dios? ¿Por qué permanecen nuestros corazones cerrados? ¿No sería una buena Navidad abrir nuestro corazón al nacimiento del Señor y permitirle nacer en él?

¿Por qué no dejarnos llenar de bienaventuranzas como María y creer en el Señor confiando que su Palabra tendrá pleno cumplimiento? Seguro que una madre quiere lo mejor para su hijo. Tengamos plena seguridad y confianza que María, Madre de Dios pero también Madre nuestra, quiere lo mejor para todos sus hijos. Y seguramente nos visita y nos saluda presentándonos a su Hijo. Seamos agradecidos y tratemos en estas navidades de corresponderle devolviéndole el saludo y haciéndole un hueco en nuestro corazón a su Hijo, el Mesías prometido que nos visita y nos llama a conversión para salvarnos y darnos la Vida Eterna.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

¿ESTOY YO TAMBIÉN ABIERTO A LA GRACIA DE DIOS?

Lc 1,26-38
Nos resulta, sobre todo a aquellos que leemos a diario el Evangelio, muy conocido este relato de la anunciación, y corremos el peligro de que lo veamos como algo ya tan frecuente, año tras año, que no lo miramos con ojos nuevos ni con la atención de la primera vez. Puede incluso ocurrir que lo recibamos como un acontecimiento más del año y pongamos más énfasis en las celebraciones festivas que en el hecho propio del nacimiento del Hijo de Dios. Soy consciente de que corremos ese peligro.

Son días de muchas luces, de mucha algarabía y de muchos acontecimientos, que este año se ven sobresaltado con las elecciones catalanas. El ruido no nos deja pensar: luces, aires de fiestas, mucha gente por las calles, canciones, lotería, elecciones, regalos, compras...etc. Y del nacimiento del Niño, por quien se celebra estas fiestas, poco se sabe. Da la sensación que pasa por debajo de la mesa.

Hay una oración de la Conferencia Episcopal que dice: "Por todos los fieles cristianos, para que al celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, experimenten fortalece en la fe, aprecio por los no nacidos, y la armonía en la familia y en la comunidad cristiana". Tratemos de unirnos a ella y esforcémonos en experimentar esa fortaleza en nuestra fe para llevarla y contagiarla en la familias y las comunidades cristianas.

Porque, la Navidad significa eso, dar nacimiento a Dios en nuestros corazones y vivir la cercanía del dolor de la Virgen al sentirse la elegida y enfrentarse al que dirán, a la reacción y respuesta de su desposado José y todo su entorno familias y social de su época. También tú y yo hemos sido elegidos en y por nuestro Bautismo. Hemos sido ungidos por la Gracia del Espíritu de Dios y configurados como sacerdotes, profetas y reyes, y comprometidos a dar razón de nuestra fe. 

Porque, no es una Noticia cualquiera. Es la Buena Noticia que nos trae la salvación y el perdón de nuestros pecados. Es la Buena Nueva. Nace el Niño Dios dentro de nosotros y, lo hará, en la medida que tú y yo le hagamos un hueco para que, formando su humilde pesebre, nazca en nuestro corazón y nos acompañe todos los días de nuestra vida.

martes, 19 de diciembre de 2017

LOS PLANES DE DIOS

Lc 1,5-25
El problema empieza cuando queremos interpretar y razonar con nuestro intelecto los planes de Dios. Nos olvidamos que somos criaturas creadas por él y sujetas a las leyes naturales que Dios mismo ha puesto para regular el universo. Y, claro, no llegamos a comprender lo de Zacarías o lo de María, nuestra Madre. Perdemos de nuestra perspectiva que para Dios no hay nada imposible.

María, nuestra Madre, nos lo recuerda con su actuar y su ejemplo. Ella no entiende muchas cosas, ni sabe como puede realizarse su maternidad divina, y lo expresa, pero, ante el anuncio del Ángel Gabriel, se confía plenamente a la Voluntad de Dios. Por el contrario, Zacarías duda y pide alguna prueba que le asegure eso que el Ángel Gabriel le anuncia.

Hay gran diferencia entre María y Zacarías, y esa diferencia determina y causa el silencio de Zacarías al quedarse mudo por un tiempo como castigo por su desconfianza. Ahora, nos preguntamos: ¿En qué situación nos encontramos nosotros? ¿En la de María o en la de Zacarías? Porque, María se fía del Señor al anunciarle el Ángel Gabriel la Voluntad de Dios, y Zacarías exige alguna prueba que le saque de la duda. 

Y podemos interpelarnos: ¿Exigimos también nosotros pruebas de tu Persona y de tu Resurrección, Señor? Y, advertimos que eso encaja y se relaciona con nuestra toma de conciencia al experimentar tu presencia y al exigirnos estar atentos y vigilantes a la escucha de tu Palabra. Porque nuestra humanidad es limitada y propensa al pecado. Nuestros proyectos humanos están sujetos a las leyes naturales y nos resulta imposible saltarlas. Las dudas nos asaltan y necesitamos perseverar, Señor, para unidos a Ti poder superar todas esas contradicciones humanas que nos hacen dudar de tu Palabra.

Por eso, Señor, conscientes de que mis planes no son tus planes, quiero cerrar los ojos y dejarme llevar por la acción del Espíritu Santo convencido de que lo que Tú propones es lo mejor para cada uno de nosotros. Porque con tu Amor nos lo has demostrado.