lunes, 30 de abril de 2018

TU PALABRA, SEÑOR, ME LLENA DE ESPERANZA

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Jn 14,21-26
Hoy, Señor, mi pobre corazón se llena de esperanza y alegría. Y no es para menos, porque lo que me dices llena plenamente mi pobre y humilde corazón en gozo, esperanza y gratitud. Porque, yo, Señor, quiero tener tus mandamientos y guardarlos, pues ellos dan la paz al hombre y al mundo. Pero, Tú me dices: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él». Por eso, empezaba mi reflexión con esas palabras de esperanza, gozo y alegría dándote gratitud por todo eso que nos dices y nos promete.

Gracias, Señor, porque nos revelas que el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en tu nombre, nos acompañará asistiéndonos, enseñándonos y recordándonos todo lo que no hemos entendido u olvidamos con el ruido a que nos somete este mundo. Gracias, Señor, porque no nos hemos quedado solos, sino que nos acompaña en nuestro camino el Espíritu Santo, y en Él nos experimentamos capaces y fuertes para vencer los peligros y tentaciones que el mundo nos presenta.

Es una garantía sabernos morada de la Santísima Trinidad, y no porque se nos antoje a mí decirlo, sino porque Tú, Señor, nos lo dice claramente en este Evangelio: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él».

Sé, Señor, de mis debilidades, de mis inclinaciones y de mi condición pecadora. Son consciente de que mi naturaleza humana está tocada y herida por el pecado, y de eso se aprovecha el Maligno. Pero, tengo en cuenta tus Palabras, Señor, y me fío de Ti. Por eso, agradecido de todo lo que me dices me siento confiado, firme y seguro y me pongo en tus Manos. 

Y me esfuerzo en estar cerca de Ti, permanecer en Ti, tal y como me decías ayer domingo. Permanecer injertado en Ti, como el sarmiento en la Vid, para tener acceso a tu Gracia y recibir de tu Espíritu la fortaleza y la capacidad de discernir siempre el buen camino.

domingo, 29 de abril de 2018

PERMANECER PARA DAR FRUTOS

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Jn 15,1-8
Hay muchas personas que piensan que con sólo sus esfuerzos pueden llevar sus vidas a buen puerto. Hay muchos que piensan que sus ideas y proyectos les darán buenos frutos y así lo manifiestan y se conducen por la vida. Permanecen con los ojos cerrados, porque la experiencia de la vida nos demuestra que al final todo se pierde y, sin una esperanza trascendente, nada tiene sentido.

El hombre guarda en su corazón un anhelo trascendente. Su más íntimo deseo es conseguir la felicidad eterna. No le vale una felicidad temporal, de esas que empiezan bien, pero acaban mal. El hombre busca afanosamente ser feliz cada instante de su vida y lo quiere para siempre. Podemos hacernos una pregunta, una pregunta que subyace en lo más profundo de cada ser humano: ¿Quién ha escrito ese deseo dentro de su corazón? Porque es indudable que alguien lo habrá puesto.

También, podemos observar que toda persona humana necesita esperanza, y, mejor decir, una esperanza trascendente que la vitalice y la mueva a vivir con alegría y con entusiasmo. Porque, cuando la esperanza se desvanece nace la depresión y el abandono. Por todo ello, hoy el Evangelio nos anima a dar frutos y a revelarnos que sin Jesús nada podemos dar. Y nos anima desde el conocimiento de saber quienes somos y de donde venimos, y de las necesidades que tenemos.

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

Necesitamos dar frutos, pero no podremos hacerlo si no estamos unidos e injertados en el Señor. Y nos injertamos en el momento de nuestro bautismo. Y permanecemos en Él a través de los sacramentos y perseverando e insistiendo en permanecer, valga la redundancia, a su lado. Sólo en Él daremos frutos, y frutos en abundancia.

sábado, 28 de abril de 2018

JESÚS, ROSTRO DEL PADRE

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Jn 14,7-14
No sabemos nada del Padre. Le conocemos sólo por el nombre, pero no sabemos nada más. Sin embargo, Jesús nos dice hoy que quien le conoce y le ve ha visto también al Padre. Lo expresa claramente en respuesta a la pregunta que le hace Felipe.

Es verdad que tú y yo podemos alegar y justificarnos que no hemos visto a Jesús, y menos al Padre, pues pertenecemos a otra época, pero, también es verdad que nos ha dejado su Palabra y el testimonio su Iglesia apoyada en el testimonio de sus apóstoles, que sí le conocieron y recibieron directamente de Él sus enseñanzas. A nosotros, que somos unos privilegiados, sólo nos resta creer y confiarnos a su Palabra. Precisamente, hoy nos dice que Él está en el Padre y el Padre está en Él.

Y digo que somos unos privilegiados porque, a los apóstoles les costó mucho entenderle y, por eso, necesitaron ser asistidos e iluminados por el Espíritu, y ver a Jesús Resucitado. Pero, nosotros hoy tenemos las enseñanzas de la Iglesia fundadas y apoyadas en el testimonio del colegio apostólico. Es verdad que también tenemos dificultades, pero hay muchas razones que nos ayudan a comprender en la medida de nuestra naturaleza la presencia del Señor en nuestra vida. Porque, lo experimentamos dentro de nosotros.

Él y el Padre son uno. El Padre, que permanece en Él es quien actúa y hace las obras. Obras que tampoco nosotros hemos visto, pero sí oídas y que nos han sido transmitidas por los apóstoles y la Iglesia en nuestro tiempo. Sí, a nosotros nos toca creerle, porque su Palabra sigue viva y cada día nos habla y se nos revela en la Palabra del Evangelio.

Tenemos el mismo Espíritu que Él recibió en el Jordán para ir entendiendo todo lo que nos ha dicho Jesús a través del testimonio de los apóstoles y de la Escrituras. También nos fortalece y nos asiste, y nos abre la mente para que podamos verle en lo más profundo de nuestro corazón. Posiblemente, nuestra fe, al menos la mía, sea muy pequeña y no damos la talla, porque es el mismo quien nos dice que podemos hacer las mismas obras que Él y aun mayores. Tenemos el mismo Espíritu, recibido por nosotros en nuestro bautismo, sólo nos falta la fe.

viernes, 27 de abril de 2018

NOS LLENA DE ESPERANZA Y NOS CONFORTA LO QUE NOS DICE JESÚS

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Juan 14, 1-6
Estamos invitados a la Casa del Padre. Y no nos invita un cualquiera ni un recomendado indirectamente, sino que nos hace la invitación de forma personal y directa el Hijo de Dios,el enviado del Padre, precisamente enviado para salvarnos. Y nos dice: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino».

¡Qué alegría, que esperanza, tenemos ya reserva en el Cielo! ¡Y una reserva hecha por el mismo Jesús, el Hijo de Dios! En realidad, ¿tomamos conciencia de lo que eso significa? Posiblemente, casi seguro que no, pues envueltos en este mundo lleno de ruidos, de aspiraciones materiales, de éxitos económicos y distracciones banales, ahogamos nuestra dicha de estar invitados a la mayor fiesta que nunca tendrá fin. Por eso, la importancia de aislarnos para, en silencio, meditar y encontrarnos con nuestra propia realidad a la que estamos llamados.

Y, para más sorpresa y dicha, Jesús, a la pregunta de Tomás, responde: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Es para quedarse con la boca abierta y lleno de gozo y admiración. Y además nos promete que vendrá a buscarnos. No quiere que nadie se pueda perder y nos acompaña para llevarnos a ese lugar prometido. Nada más y nada menos que la Casa del Padre, donde Él está y para permanecer con Él y junto al Padre eternamente.

No podemos esperar mejor Noticia. Satisface todas nuestras expectativas y todas nuestras ansias de felicidad eterna. Indudablemente, tengamos confianza y pidamos la Gracia de valorar y entender lo gran Noticia que Jesús nos revela en este pasaje evangélico.

jueves, 26 de abril de 2018

SAL Y LUZ

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Mateo 5, 13-16
Muchas veces hemos oído este Evangelio, y muchas veces seguiremos oyéndolo, porque necesitamos recordar en todo momento de nuestra vida que somos sal y luz que sala y alumbra el mundo. Porque, si no salamos ni damos luz, ¿qué pasará? Posiblemente, la sal se volverá sosa y quedará inhabilitada para salar el mundo.

Un mundo que necesita sabor; un mundo que necesita alegría; un mundo que necesita gusto por la verdad, la justicia y la fraternidad. Un mundo donde esa sal conserva y aviva el amor y la paz. Una sal evangélica que proclama la verdad y la justicia del verdadero amor. Una sal que nos da sabor para escuchar y vivir en la Palabra de Dios. Una sal de la que hemos sido revestido en nuestro bautismo y de la que debemos hacer uso para salar el mundo de los criterios de la Palabra de Dios.

Pero, no sólo basta con salar. También tenemos que dar luz. Una luz que alumbre el camino y que enseñe a los hombres a ver la Verdad, el Camino y la Vida. Una luz que de testimonio de la Palabra de Dios con sus obras y testimonio. Una luz que, su luz, valga la redundancia, se desprenda de su mismo y propio actuar que le viene de la única y verdadera Luz que es el Señor, el Hijo de Dios hecho Hombre que nos señala el Camino, la Verdad y la Vida.

Ser cristiano católico consiste en revestirse de esa sal que contagia la fe en Jesús, y de esa luz que nos ilumina el camino que recorremos con Él a lo largo de la etapa de nuestra vida en este mundo, por el que peregrinamos hacia el que Jesús nos ha prometido y nos ha ido a preparárnoslo, para llevarnos cuando regrese en su segunda venida.

Seamos consciente de nuestro compromiso bautismal y pidamos con confianza y perseverancia la capacidad necesaria para ser sal y luz en el camino de nuestra vida.

miércoles, 25 de abril de 2018

ENVIADOS A EVANGELIZAR

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Mc 16,15-20
No es por capricho nuestro o por puro proselitismo, es por mandato, necesidad y por una incondicional libre voluntad de hacerlo. Porque, el mandato de Jesús no se impone, sino se propone a todos aquellos que así y libremente lo aceptan y se comprometen a ello. Porque, nuestro compromiso empieza en el Bautismo para los que en edad adulta se bautizan, y para los que nuestros padres nos lo han regalado, empieza en la temprana edad de la primera comunión, confirmación y capacidad de respuesta y compromiso.

Porque, no estamos hablando de algo que pasa, que puede o no puede influir en nuestra vida, o de algo que puedes comprar o vender. Estamos hablando de la vida, de tu vida. De esa vida que tanto deseas vivir y conservar; de esa vida que anhelas vivir de forma plena y que buscas con todos tus esfuerzos. Quieres ser feliz y vivir eternamente. Hablamos de eso 

Por lo tanto, el compromiso y la obligación de proclamarlo es algo muy serio. Lo más serio e importante de nuestra vida, porque es lo que todos buscamos. No se trata de algo que se puede o no aceptar, se trata de lo que todos quieren y desean. Se trata de lo que todos llevan escrito e impreso en sus corazones. Se trata de la Salvación Eterna. Y nuestra responsabilidad de proclamarlo, hablarlo o contagiarlo es ineludible.

Nuestro Señor Jesús asciende al cielo y nos deja la misión de continuar la buena Noticia de salvación a la Iglesia. Esa Iglesia que Él fundó en sus apóstoles y que camina desde su Ascensión a los Cielos. Esa Iglesia que ha tenido dificultades, divisiones y seudobrotes que la erosionan y la amenazan, pero que no pueden con ella, porque es invencible. El Espíritu Santo la protege, la dirige, la auxilia y la fortalece.

No tengamos miedo. Demos testimonio de nuestra fe y vivamos firmes en la presencia del Señor. Porque, nuestro Dios es un Dios de vivos. Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo, ha muerto crucificado, pero ha Resucitado y Vive entre nosotros. Con Él seremos siempre mayoría aplastante.

martes, 24 de abril de 2018

LA EXIGENCIA DE NUESTRA RAZÓN

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Jn 10,22-30
Queremos ver y comprender según nuestra razón, y exigimos que nos lo demuestren, que nos hagan algo espectacular y que nos dejen satisfechos. Eso de fiarnos y de creer no van con nosotros. Somos desconfiados, orgullosos y exigimos pruebas y demostraciones. Nada de palabras y de confianza. Nos sentimos con derechos y descubrimos nuestra soberbia.

Y nos alejamos de Dios, porque la soberbia nos pierde y nos ciega. Se hace necesario ser humilde y reconocer nuestra condición humilde, pues somos pequeños, pobres y limitados. Nuestra mente no puede abarcar los misterios del mundo, el espacio, los millones de constelaciones y todo lo que se esconde a nuestra vista y razón. Cuanto más el Creador de todo lo visible e invisible.

¿Cómo nos atrevemos a pedir y exigir a Jesús que nos dé pruebas de su Divinidad? ¿Acaso tenemos derecho a exigírselo? ¿No nos basta todo lo que nos ha dicho y ha hecho? Y si no creemos en su Palabra, ¿no nos basta sus obras? El resultado es que aquellos que cierran los ojos alentados por su soberbia, no podrán verle ni creer en Él. Se necesita la humildad, porque es ahí donde realmente está la sabiduría del hombre.

Y esa sabiduría nos lleva a escuchar la Voz del Señor y a seguirle, porque en Él encontraremos todo lo que buscamos: "El gozo y la felicidad de la Vida Eterna", que Jesús nos lo promete y da a todos los que le siguen y se cuentan entre sus ovejas. Nos lo dice muy claramente, y nos fiamos de Él.:«Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

lunes, 23 de abril de 2018

MRIA A TU ALREDEDOR Y OBSERVA LO QUE HAY Y ENCUENTRAS

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Jn 10,1-10
Despierta y abre los ojos, porque lo que está delante de ti te descubre el único y verdadero camino. La amistad que encuentras en este mundo es una amistad condicionada por el dinero, los favores, la conveniencia, el disfrute, la pasión y el servicio egoísta. 

Nada te satisface plenamente, aunque tú quieras presentarlo de otra manera disimulando en apariencia. El tiempo te lo va descubriendo y la felicidad, adulterada y limitada te deja siempre insatisfecho y esclavizado. Y, casi sin darte cuenta, te obligas instintivamente a mentir, a vivir distorsionando tu propia realidad y la del mundo donde vives. ¿A dónde vas? Esa es la pregunta que te haces y que late dentro de tu corazón. ¿Quién te guía y por quién te dejas guiar?

¿Te encuentras bien, o estás mintiendo? Eres capaz de mirarte hacia ti mismo hasta lo más profundo de tu corazón? ¿Y qué encuentras? ¿Te encuentras con fuerza para entenderte, verte y compartirlo? ¿O tienes miedo? ¿De qué pastor te dejas llevar? ¿O piensas que eres libre? ¿Quién te maneja? ¿Eres capaz de descubrir los vicios que te dirigen? ¿Puedes tú mandar sobre ellos, o no descubre que son ellos los que planifican tu vida día a día?

Tras todas estas preguntas  ¿ descubren la necesidad que tienes de un buen Pastor? ¿Y realmente lo encuentras en este mundo? ¿O sigues, erre que erre, que no te hace falta? ¿Crees que alguien puede dar la vida por ti? ¿Así te lo demuestran y lo experimentas de tus amigos? Sigue preguntándote, porque, quieras o no terminarás en un redil, y allí necesitarás los cuidados de un Pastor. Y no de un Pastor cualquiera, sino de único y buen Pastor que pueda salvarte y darte esa vida llena de buenos pastos eternos que tú buscas y ansias.

Hoy, Jesús, te lo dice claramente: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».

domingo, 22 de abril de 2018

TODA UNA DECLARACIÓN DE BUENAS INTENCIONES

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Jn 10,11-18
Es una alegría enorme leer esta hermosa declaración de compromiso y cargada de buenas intenciones que nos llenan de alegría y de esperanza. No se puede esperar más. Jesús, el Señor, el Buen Pastor ha dejado muy claro todo lo que pretende. 

«Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.

»También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre».

Está todo tan claro que siento miedo de estropearlo añadiendo algo más. No hay duda por ningún lado, ni nada que se tenga que aclarar. ¿Dónde nos encontramos nosotros? Quizás esa sea la pregunta que tengamos que responder cada uno. Estamos entre sus ovejas o entre esas otras ovejas que Él nombra. Lo que falta ponlo tú con tu reflexión o comentario.

sábado, 21 de abril de 2018

CARNE Y ESPÍRITU

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Jn 6, 60-69
La cosa se pone dura e imposible de entender. El lenguaje de Jesús no se entiende, ¿cómo comer su carne y beber su sangre? ¿Acaso eso se puede hacer, y, caso que así fuera, es suficiente para todos? La perplejidad es enorme y el desconcierto les sobrepasa. Por eso, ante la desconfianza exigen señales o pruebas que les convenzan de lo que oyen. No se fían y piden credenciales.

Jesús les advierte, ¿esto les escandaliza? ¿ Y si vieran al Hijo del Hombre subir donde estaba antes? ¿Les bastaría eso para creer? El Espíritu es quien da la Vida y la carne no sirve para nada.

El hombre no cree sino lo que ve y lo que abarca su corta razón. Está sometido a la materialidad y a la carnalidad, y rechaza al Espíritu y a la Vida. La carne no sirve para nada, nos dice Jesús, pero, a pesar de todo eso, el hombre continúa erre que erre y se aferra a la carnalidad de sus sentidos y, por lo tanto, a abandonar el seguimiento a Jesús. Y no debe extrañarnos, porque todavía, en plena actualidad, hay muchos hombres y mujeres que siguen en esa actitud. Inamovibles, no se fían de Jesús.

Posiblemente, Jesús nos haga hoy la misma pregunta: ¿También tú quieres marcharte? Ante esa pregunta, los apóstoles, decidieron quedarse. Tuvieron fe y confianza en la Palabra de Jesús y se abandonaron en sus Manos. Pero, ahora, después de dos mil años te toca a ti y a mí responder. Y tendremos que decidir si realmente queremos, a pesar de todas nuestras dudas e interrogantes, permanecer a su lado y seguirle, u optar por el camino que el mundo en que vivimos nos ofrece.

Decidir seguir a Jesús, nos lo ha advertido Él mismo, no será una decisión fácil, pues el camino está lleno de incertidumbre, peligros y tentaciones. Seguir a Jesús exige renuncias, sacrificios, molestias, problemas, esfuerzos y mucho amor. Amor que exige darse más allá de lo que te gusta y a quien te gusta, incluso al enemigo. Pero, ¿no vale mucho, más que todo eso la Vida Eterna? 

Realmente, seguir a Jesús vale la pena, a pesar de los pesares, porque recibimos, en su momento, cien veces más. En ello descansa nuestra esperanza y está nuestra plena felicidad eterna.

viernes, 20 de abril de 2018

DIFÍCIL DE ENTENDER

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No nos cabe en la cabeza que tengamos que comer la carne y beber la sangre de nuestro Señor Jesús. Ni se puede entender ni tampoco explicar. Está por encima de nosotros, y de alguna forma deja al descubierto nuestra pequeñez. Nuestro Dios es un Dios Inmenso que está por encima del hombre y de todo lo creado.Y es así como tiene que ser, porque un Dios al que seamos capaces de comprender y abarcar en nuestra cabeza no sería un Dios con garantía ni un Dios verdadero.

Dios está por encima de todo y su Inmensidad, Omnipotencia y Gloria está fuera del alcance de toda inteligencia humana. Pero, también nos ha dado una razón humana, capaz de razonar, valga la redundancia, y de ordenar las ideas y encontrar explicación a muchas metáforas y parábolas con las que Jesús, el Hijo de Dios, revela el Amor de su Padre y su Plan de Salvación.

Sería absurdo e incapaz de ser razonado el creernos que tenemos que comer el Cuerpo y beber la Sangre de nuestro Señor Jesús. Iría contra nuestra propia razón y sentido común. Cuando entendemos que no podemos ser antropófago, ¿cómo vamos a pensar que tenemos que comer el Cuerpo y beber la Sangre del Señor? No puede haber contradicción en nuestra razón. Otra cosa que exista limitación e incapacidad de entender, pero contradecirnos no. Se entiende lo que ha dicho el Señor.

Jesús, el Señor, lo ha dejado claro en la noche de su última Cena. Sus Palabras son conocidas por todos y se repiten a diario en cada celebración Eucarística. Su presencia y alimento espiritual, bajo las especies de pan y vino, nos fortalecen, nos da su misma Vida y nos hace partícipe de su Gloria. El que come ese Pan que Él nos reparte vivirá para siempre. El Evangelio de hoy termina diciendo: "Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún".

La Eucaristía es el centro de nuestra vida, y lo es, fundamentalmente, porque en ella Jesús se nos da, bajo las especies de pan y vino, como alimento espiritual que llena nuestras vidas de esperanza, de fortaleza, de amor, de su misma Gloria y da verdadero sentido a nuestro recorrido por este mundo hasta llegar a la Casa del Padre donde Él nos espera.

jueves, 19 de abril de 2018

LA PALABRA DE DIOS



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Jn 6,44-51
Dios ha trazado un plan de salvación que empieza con Abrahán. Ha elegido un pueblo como signo y señal para todos los pueblos. Y se ha proclamado el Dios de ese pueblo al que le ha mandado adoración y amor. Así lo dice Jesús en -Mt 4, 10-. Pero, Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, no tiene crédito en la tierra. Es considerado un hombre más, hijo del carpintero y de la joven María. Éste no ha venido del cielo. ¿Cómo podemos creerle?

Quizás son las mismas preguntas que tú también te haces hoy. ¿Es verdad todo esto de las Escrituras? ¿En realidad Jesús es Dios y ha Resucitado? No debemos tener miedo hacérnosla si duermen y se agitan dentro de nosotros. Lo importante es rumiarlas y sacarlas afuera, porque el Espíritu Santo nos lo irá aclarando. No es bueno esconderla, porque eso es enterrarlas y dejarlas dormir. Mientras vives según tus ideas y criterios y dejas los de Jesús aparcados dentro de tu corazón.

Se hace necesario y conveniente sacarlos afuera y mirarlos. Dios no te engaña. Sólo tratará de que veas y para eso necesitas mirarle. Mírale y no tengas miedo. Ha venido para salvarte, para darte vida. ¿Cómo te va a hacer daño? Lo que hará es abrirte esos ojos tercos, cerrados y soberbios, y darte la luz necesaria para que empieces a ver. No tengas miedo, mírale y escúchale. Él te habla y te dice: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

Mira lo que te dice y guárdalo en tu corazón Abre tu corazón a Dios que te enseña lo que quiere de ti con su Palabra. Medita seriamente lo que te promete y, escuchado el Padre, busca a Jesús, el Hijo enviado. Jesús es el Rostro del Padre, a quien nadie ha visto, sino sólo Él, porque ha venido del Padre. No hay nada que temer, Jesús es el Pan de la Vida, de esa Vida que todos buscamos y deseamos.

miércoles, 18 de abril de 2018

OTRA CALIDAD DE VIDA

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Jn 6, 35-40
Todos aspiramos a mejorar nuestra calidad de vida. La frase de estos tiempos es "calidad de vida", y eso es lo que busca y persigue todo el mundo. Pero, ¿qué es calidad de vida? Diríamos que calidad de vida es tener muy buena salud, sentirse siempre joven, tener un vida confortable, estar relajado, gozar de sensaciones gratificantes...etc. Resumiendo, podemos decir que todo consiste en ser feliz y que esa felicidad dure lo máximo.

Es lo que hemos repetido ya varias veces. Todos buscamos la felicidad eterna, y suspiramos por ese elixir que nos la dé. Pero, en este mundo no parece encontrarse porque todo lo que en él hay es caduco y perecedero. Y algo que muere no te puede hacer feliz. Sin embargo, es legítimo que el hombre y la mujer aspiren a eso, porque nunca podrán evitar buscar la felicidad eterna. Está escrita en su corazón.

Y aunque muchos perecen en el camino, el hombre sigue empeñado en buscar esa calidad de vida a la que le impulsa su corazón. Sin embargo, es consciente que nada ni nadie le evitará experimentar la muerte. Todos sabemos que llegará un día que tendremos que morir. La muerte es la realidad más cierta. Sin embargo, Jesús, el Hijo de Dios, el Pan bajado del Cielo nos habla de esa calidad de vida que tenemos grabada a fuego dentro de nuestro corazón. Y nos la ofrece, pero de otra manera.

Jesús nos dice: Yo soy el Pan de Vida. El que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a Mí, y al que venga a Mí no lo echaré afuera, porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad, sino la Voluntad del que me ha enviado. Esta es la Voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la Voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga Vida Eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Realmente, esta si es verdaderamente la calidad de vida que buscamos. Jesús, el Señor, lo ha dejado claro, y no hace falta más comentario. Simplemente, crees o no crees. Cambiar la felicidad el mundo por la verdadera felicidad eterna no parece un buen negocio.

martes, 17 de abril de 2018

TIEMPO DE PLENITUD

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Jn 6,30-35
Todo lo que va forjándose y sucediendo en el Antiguo Testamento, tiene su correspondencia y su plenitud en el Nuevo. Así, el pan bajado del Cielo que comieron los israelita en el desierto, no dado por Moisés, sino por la respuesta de Dios a su ruego, para fortalecerlos en y por el camino del desierto. Pero, ese pan no es el pan que da la vida eterna, sino un pan que sólo alimenta para el esfuerzo de cada día.

En el Evangelio de hoy, Jesús, deja claro que Él es el verdadero Pan bajado del Cielo y enviado por su Padre. El Pan que, no sólo da la vida, sino que sacia el hambre y quita la sed. De esta forma queda claro que el pan que comieron los israelitas en el desierto no era el pan verdadero, sino, simplemente, figura del verdadero Pan que Dios, nuestro Padre, nos ha dado enviando a su Hijo Jesús, único y verdadero salvador del mundo.

El pan o alimento que Moisés solicitó a Dios para sostén de los israelitas es un alimento material, que ayuda a mantenerse con vida y seguir el camino. Pero, el Pan que Dios nos da en su Hijo Jesús es el Verdadero Alimento que nos da la Vida Eterna. Sin embargo, la incredulidad está presente en los judíos. Han presenciado el milagro de la multiplicación de panes y peces, pero ya está casi en el olvido. En ese momento quieren, asombrados y satisfechos por el alimento, nombrarlo rey, pero Jesús se escapa. Y hoy todo les parece poco. Se atreven a pedirle un signo, más pruebas.

Buscan que les sorprenda con algún otro milagro. Les interesa sólo el alimento material. No se fijan en nada más, ni tampoco les interesa. Están sumergido en una visión de la vida materialista y sólo buscan intereses materiales que les satisfagan. Están ciegos y cerrados a la trascendencia. Sólo piensan en una religión que les dé lo que ellos buscan. Ideada a sus propias necesidades y proyectos.

¿No nos ocurre a nosotros lo mismo? ¿No pensamos nosotros en practicar una religión que se adapte a mis comodidades, mis ideas y mis principios? ¿Quiero yo exigir a Jesús esos mandatos que se adecuen a mis gustos y comodidades? Quizás debamos tratar de alimentarnos del Verdadero Pan del Cielo, nuestro Señor Jesús, y ponernos a sus pies entregándonos a su Misericordia que nos salva y nos da la Vida Eterna.

lunes, 16 de abril de 2018

NOS INTERESA MÁS LO MATERIAL

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Jn 6,22-29
Es una tendencia humana a la que estamos inclinado, la búsqueda de lo material. Estamos tocado por lo meramente humano y nos interesa lo inmediato y lo que materialmente nos satisface. Aquella multitud busca a Jesús atraídos por el alimento material. Han satisfecho su hambre y sed material y le buscan por ese interés y también por sus poder de curar la enfermedad.

No han reparado en el significado espiritual. Se paran en lo perecedero y sólo les interesa sacar provecho de su poder para sus intereses materiales y personales. Tratan de aprovechar lo divino para adecuarlo a sus proyectos humanos. Sus mentes están solamente en los intereses de aquí abajo. Apena han reparado en la trascendencia. Están ofuscado, ciegos y envueltos en las tinieblas del mundo.

¿No nos ocurre a nosotros algo parecido? Nuestros ojos miran sólo para abajo y no son capaces de levantarse, de mirar hacia arriba. Son prisioneros de lo perecedero, de lo que está condenado a caducar, a lo que lleva a la muerte. ¿Qué buscamos en este mundo? ¿Acaso pensamos que con las cosas de aquí abajo nos vamos a eternizar? ¿Por qué no somos capaces de levantar la mirada? 

El hombre tiene hambre y sed de lo espiritual, porque es realmente esa esperanza trascendente la que nos sostiene en la esperanza, valga la redundancia, de alcanzar la eternidad. Una Vida Eterna que está sellada en el corazón de cada hombre. Ese es el verdadero y único motivo por el que seguir a Jesús. No se trata de buscar el alimento perecedero, sino el verdadero alimento que nos da Vida Eterna.

Seamos conscientes y despertemos del falso sueño de buscar lo que nunca podremos encontrar en este mundo, porque todo lo de aquí abajo es perecedero, y lo que perece no tiene valor. Busquemos el verdadero tesoro que está sellado en nuestro corazón, ese deseo insaciable de alcanzar la Vida Eterna, y que sólo podemos encontrar en Jesús, nuestro Señor.

domingo, 15 de abril de 2018

NECESITADOS DE PRUEBAS PARA CREER

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También tú y yo necesitamos prueba para creer. Tenemos muchas dudas y el mal sembrado en este mundo por los hombres nos levanta muchas más. Jesús es consciente de ello y, por eso, nos da señales y pruebas de que es Él y ha Resucitado. Quiere afirmar nuestra fe y se muestra a sus apóstoles para animarlos y para fortalecerlos. Ellos son sus testigos y los que han, en el Espíritu Santo, de llevar la buena Noticia de salvación por todo el mundo.

También nos toca a nosotros ahora responder a la misma misión. Por nuestro bautismo estamos llenos del Espíritu Santo y comprometidos a transmitir esa buena Noticia de salvación. Noticia que se concreta en esa Alianza que Dios ha hecho con cada uno de nosotros grabándonos en nuestros corazones la huella de su amor y salvación -Jr 31, 31-.

A pesar de todas esas pruebas, las dudas no desaparecen. Hay muchos momentos en nuestro camino que surge la duda por un mal testimonio o por cosas que no podemos explicarnos y que nos hacen dudar. Necesitamos apoyarnos en la comunidad y en fortalecernos los unos a los otros. En medio está siempre el Señor y unidos a Él nadie nos podrá vencer. Le necesitamos -Jn 15, 5- porque sin Él nada podemos.

Jesús ha Resucitado. Esa es nuestra fe y nuestra esperanza. En Él creemos y en Él nos apoyamos y abandonamos. Todo se ha cumplido, según las Escrituras, en Él. Así estaba escrito en la Ley de Moisés y los Profetas, y así se ha ido cumpliendo todo en Él hasta su Resurrección. Esa es la prueba madre de nuestra fe. Jesús ha Resucitado. Estaba escrito en las Escrituras y así se ha cumplido.

Seamos perseverantes y pacientes. El Señor se nos manifiesta de muchas formas en nuestra vida. Nuestra esperanza no está en este mundo, sino en aquel que Jesús nos ha prometido. Vivamos nuestro paso por el este mundo con la esperanza trascendente de llegar al que Jesús ha ido a prepararnos.

sábado, 14 de abril de 2018

LA FUENTE ES JESÚS

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Jn 6,16-21
Muchas veces nos confundimos, y es que hay alguien interesado en ello. somos débiles y nos cuesta muy poco confundirnos y con ello, enfriarnos y alejarnos de Dios. Creemos que el servicio es lo principal, pues, no en vano, Jesús. El Señor, nos ha dicho que el amor al prójimo ocupa un lugar tan destacado que se equipara al primero, que es amar a Dios por encima de todo.

Realmente, no cabe ninguna duda en eso. Lo ha dicho el Señor, y es Él el primer ejemplo, pues nos ha revelado que Él ha venido a servir, no a ser servido. Sin embargo, hay algo que debemos tener muy en cuenta. El Evangelio de hoy nos lo descubre y nos advierte a ese respecto poniendo el dedo en la llaga. Empecemos por preguntarnos, ¿por qué nos afanamos en servir? ¿Realmente lo hacemos por amor?

Esa propia interpelación nos puede servir, valga la redundancia, para entrar directamente en la cuestión. Está claro que lo hacemos por amor al Señor, al menos lo intentamos. Porque, de Él tomamos y recibimos la fuerza y el impulso del amor. Sin Él nos sería imposible y hasta perdería sentido. La Fuente del Amor es Jesús, y sólo unido a Él, enviado por el Padre, podemos encontrar la fortaleza para amar también nosotros a los demás, incluso a los enemigos, que es precisamente de lo que se trata, pues ahí está la supremacía del Amor.

Ésta es una lección que hoy podemos aprender, aceptar y recoger del Evangelio. El mar, símbolo del mundo, nos amenaza con su grandeza y sus tempestades, y navegar solos por él es una temeridad. Experimentamos miedos y nos sentimos pequeños, débiles y vencidos. Sin Jesús, en la barca de nuestra vida estamos derrotados y experimentamos miedo. Le necesitamos imperiosamente a nuestro lado para sentirnos seguros y fortalecidos. En nuestra vida hay muchas tempestades y solos, quedamos a merced de ellas. El diablo se aprovecha y nos vence fácilmente y nuestras posibilidades quedan reducidas a cero.

Necesitamos la Gracia y asistencia del Espíritu Santo para superar y soportar las embestidas del mar y de las tempestades que el mundo nos presenta con sus tentaciones y peligros. Sin el Señor quedamos a merced del poder del mundo, demonio y carne. Nuestro servicio quedará adulterado si nos empeñamos en actuar por nuestra cuenta sin dejar entrar, de forma muy notoria, la acción del Espíritu. Y no lo digo yo porque lo crea así, sino porque lo dice Jesús: "Sin Mí nada pueden hacer" -Jn 15, 5-.

Tratemos de hacerle un hueco importante, en el mejor lugar y centro de nuestro corazón, a Jesús, invitándole a subir a la barca de nuestra vida. Porque, será Él quien nos oriente y conduzca al puerto de la verdadera Vida Eterna.

viernes, 13 de abril de 2018

¿TAMBIÉN VOY YO DETRÁS DE JESÚS POR LA SEÑALES QUE HACE EN LOS ENFERMOS?

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Jn 6,1-15
Es cuestión de preguntárselo, porque, aunque es natural que respondamos a esa necesidad que tenemos de ser curados, no es la respuesta mejor y correcta para seguir a Jesús. Podríamos decir que si las cosas se nos tuercen y nuestra enfermedad no se cura, ¿dejaríamos de seguirle? Responder a esa pregunta puede ayudarnos a centrar nuestro verdadero seguimiento a Jesús.

La vida no va a ser mejor porque seamos fieles discípulos de Jesús. No lo ha sido para muchos que ya le han seguido antes que nosotros, ni lo es para los que, como nosotros, le seguimos actualmente. La vida, nuestra vida, es igual que la de los que no le siguen. Tiene sus cosas buenas y malas; tiene sus éxitos y fracasos; tiene sus aciertos y errores. La diferencia está que la vida de aquellos que le seguimos tiene una gran esperanza. Una esperanza trascendente que nos anuncia el gozo y la felicidad eterna en la otra vida, en la del Reino de Dios.

Y el camino de esta vida será la oposición y el trabajo que tengamos que vivir y realizar. Un camino lleno de fe y de confianza en Cristo Jesús y abandonado en sus Manos. Un camino de esfuerzo apoyado en el poder del Señor, que nos acompaña y nos asiste en el Espíritu Santo y nos fortalece para que, con nuestro esfuerzo y trabajo, colaboremos en mejorar este mundo lleno de tinieblas y de incredulidad.

Hay multitudes de personas que caminan de espaldas al Señor y que buscan su felicidad donde nunca la pueden encontrar. Hay miríadas de gente que no tienen hambre de Dios y busca saciarse solamente en y con las cosas de este mundo. Y somos nosotros los que debemos encontrar, en el Espíritu Santo, el alimento que les satisfaga y les dé luz para descubrir el verdadero tesoro que se encuentra precisamente en su corazón.

Posiblemente tendremos que tener más fe y confiar en el Señor para que Él multiplique nuestro esfuerzo y la luz llegue a muchas personas que no le conocen.

jueves, 12 de abril de 2018

CON LOS PIES EN LA TIERRA, PERO LA CABEZA EN EL CIELO

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Jn 3,31-36
Nuestra esperanza está en el cielo. Al menos eso debe ser lo más sensato, porque en este mundo ya sabemos a donde vamos. O mejor, como vamos a terminar. Y digo esto porque todo lo que no sea pensar y tener como objetivo la trascendencia será mal negocio usando el símil terrenal. El hombre busca la felicidad, pues bien, edad tiene ya para saber que en las cosas que  el mundo le ofrece no la va a encontrar.

Ni tampoco la eternidad. Luego, hay dos opciones: a) aceptar que eso es así y resignarse a vivir tal y como la vida se le presente hasta que llegue el momento de que todo termine. O, b) levantar la mirada y creer en la buena Noticia que Jesús, el Hijo de Dios Vivo, nos ha revelado. Y, con la mirada puesta en Él, aspirar a la trascendencia de nuestra vida. Esa otra vida donde alcazaremos definitivamente la Felicidad Eterna. Porque ese es el anuncio de la buena Noticia.

El mundo no se adapta a la verdad que el mismo pregona, pues en él hay de todo. Y la mentira prevalece a la verdad. Vemos que hay muchas injusticias, guerras, explotaciones, robos, muertes y toda clase de atropellos que son causa de la mentira y de la ambición desmedida y egoísta del hombre. Solo Dios, que ha enviado a su único Hijo, Jesús, nos presenta el verdadero Camino, Verdad y Vida.

Porque, Jesús no es de este mundo, Él nos lo ha dicho: Mi Reino no es de este mundo -Jn 18, 36- y nos revela donde está nuestro gozo, felicidad y eternidad. Y no sólo nos lo dice, sino que sus obras hablan también en la misma dirección. Sólo quien viene de arriba puede y tiene autoridad para someter todo lo que está abajo, porque está bajo sus dominios. Servicio y testimonio siempre van juntos, porque el uno refuerza y afirma al otro.

Quienes creen en el Señor, no sólo alcanzarán la felicidad sino que vivirán eternamente. Sin embargo, hay que puntualizar que esa felicidad que el Señor promete esta referida a ese otro mundo del que Él nos habla. Esto significa que en este mundo, no por el hecho de creer y seguir a Jesús, todo se nos va arreglar. Es el recorrido que tendremos que vivir como todo el mundo y cargar con nuestra cruz. La felicidad prometida es respecto a la trascendencia y este mundo digamos que son las oposiciones para alcanzarla gozosamente.

miércoles, 11 de abril de 2018

¿DÓNDE BUSCAS LA VERDAD?

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Jn 3,16-21
Con el paso del tiempo la vida te va planteando los interrogantes que, quizás, tú nos has querido mirar de frente y has hecho un viraje transversal para evitar encontrarte de frente con la verdad. Al final no tendrás más remedio que mirarla cara a cara, porque la verdad es una y no hay dos. Posiblemente, tú habías creado tu propia verdad sacada de las conclusiones y experiencias que el mundo te ha aportado, pero en el recorrido de tu vida has ido experimentando que la verdad no está en el mundo.

Y es más, el mundo ha distorsionado la verdad y cada cual la hace suya. Se oye con frecuencia en los medios y en la calle expresar que está es mi opinión y mi verdad frente a la tuya. Hay, según escuchamos muchas verdades y todos defienden la suya. Luego, ¿dónde esta la verdad y a cual obedecemos? Porque, el sentido común nos dice que sólo debe haber una verdad, y todo lo que se aparte de esa verdad queda descafeinado y adulterado.

Ante estos interrogantes y dudas, ¿en quien creemos? El Evangelio de hoy nos saca de dudas y nos señala el único camino posible donde está la única Verdad. Jesús, el Hijo de Dios, el enviado a salvar a los hombres es el Camino, la Verdad y la Vida. Él es la Luz verdadera que alumbra al mundo y le conduce a la salvación eterna. Pero, más asombroso y extraordinario es recibir la buena Noticia de que Jesús, el Hijo de Dios, no ha venido a juzgarnos, sino todo lo contrario, a salvar a todos aquellos que creen en Él.

Porque, negarle y rechazarle es auto juzgarte y condenarte: Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. 

Qué difícil se hace entender como los hombres prefieren las tinieblas y la oscuridad del mundo y desprecian la Luz, donde precisamente está la Verdad. Porque, quien actúa en verdad no se esconde, sino que la expone para que los demás la vean. Pero, quienes actúan en la mentira esconden sus actos para que no sean visto, pues la Luz lo delata y los condena.

martes, 10 de abril de 2018

NACER DE NUEVO

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Jn 3,7-15
No se trata de volver a nacer, sino de transformar nuestro corazón de piedra en uno de carne capaz de amar misericordiosamente. Un corazón que, apegado a las tradiciones se mantiene cerrado e inamovible ante los nuevos cambios o retos que nos empujan a renovarnos y a cambiar. Un corazón cerrado e instalado en la doctrina y en la razón humana. Un corazón racional que tiene que ver y entender para creer, y que sólo cree en aquello que ve, toca y entiende.

¿Cómo, entonces, entender y creer en un Dios Omnipotente que está por encima de nosotros? Nos cuesta abrir nuestros corazones y acoger la Palabra de Dios. Nos cuesta estar disponible como lo estuvo María, nuestra Madre, ante el anuncio del ángel Gabriel. Y, sucede, que ante la dificultad nos cerramos a la Palabra de Jesús, un judío que no nos merece crédito y que habla de cosas que no entendemos y que nos cuesta aceptar y cambiar.

¿Cómo es que tenemos que nacer de nuevo, pregunta Nicodemo? ¿Acaso se puede volver al vientre de nuestras madres? Y quien lo pregunta, Nicodemo, no es un ciudadano corriente, sino un maestro de la Ley, a quien le resulta incomprensible lo que dice Jesús. Y es que quienes no nacen del Espíritu Santo no pueden entender nada de lo que habla Jesús. Sólo, el Espíritu Santo nos puede guiar y descubrir el verdadero significado de la Palabra de Dios. Es Él quien nos revela la Palabra de Dios.

Es el mismo Espíritu Santo por el que María concibe a Jesús, el Hijo de Dios, y es el Espíritu quien le guía al desierto una vez recibido el bautismo de manos de Juan el Bautista y presentado por su Padre como el enviado y el Hijo amado y predilecto. Y a quien nos invita el Padre a escucharle y obedecerle. Por lo tanto, necesitamos volver a nacer desde el Espíritu Santo. Un nacimiento que se realiza en nuestro Bautismo, y que nos capacita para, en el Espíritu Santo, fortalecernos y prepararnos para la lucha diaria contra las tentaciones y el pecado.

lunes, 9 de abril de 2018

LA DISPONIBILIDAD DE MARÍA

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Cuando queremos pasar por nuestra razón este misterio experimentamos desconcierto y confusión. No nos cabe en la cabeza y nos es imposible digerirlo. Supongo que a María, aquella joven, le ocurrió lo mismo. Sólo hay que pensar que para Dios no hay nada imposible, y Él puede dar fecundidad a lo estéril y rejuvenecer lo viejo. Y eso fue lo que hizo María, poner toda su confianza en Dios.

Hoy nos toca a nosotros ese anuncio y se nos pide una respuesta. Dios se hace Hombre en su Hijo, y se encarna tomando naturaleza humana en María por obra del Espíritu Santo. No trates de comprenderlo, porque no podrás hacerlo. Simplemente, se trata de creerlo. Y eso no significa que tienes que creer ciegamente y anular tu libertad. Todo lo contrario. Significa que hay muchas razones para creer, pero nunca podrás entender la Inmensidad y Omnipotencia de Dios.

Estás vivo y, tu sentido común y razón te señalan que Alguien te ha creado. Hay un orden establecido en la naturaleza y todo funciona y encaja como si Alguien lo hubiese ordenado de esa manera. Un castillo derrumbado no se, lanzándolo al voleo, queda de la misma manera otra vez, y menos todo ordenado y cada piedra en su lugar. Está el testimonio de los apóstoles y las Sagradas Escrituras. Todo indica que hay un Ordenador y ha establecido todo lo creado.

Pero, quizás lo más determinante, al menos para mí, es esa siembra que hay dentro del corazón del hombre. Un deseo irrefutable de aspirar a la felicidad y a la eternidad. ¿Quién ha puesto eso dentro del corazón de cada hombre y mujer? Coincide con la Palabra de Dios, que nos lo dice a través del profeta Jeremías -Jr 31, 31-34- y que tú puedes descubrir ahora dentro de tu corazón.

Ante tantas evidencias que me pone el Señor a mi vista, sólo me queda decir como María: «He aquí el esclavo del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y, aunque reconociendo mi pequeñez y humildad, y tanta distancia con María, la Madre del Señor, me pongo en los brazos del Señor para que me de la Gracia de tener fe y confiar en su Palabra.

domingo, 8 de abril de 2018

UN DENOMINADOR COMÚN: MANOS PIES Y COSTADO

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Jn 20,19-31
Los discípulos no están convencidos. Tienen miedo y tratan de esconderse y no estar entre la gente. Ese miedo es una señal de que su fe no es plena. Dudan y les cuesta entender y, por lo tanto, creer que Jesús ha Resucitado. Por eso, y desde ahí, podemos entender que lo primero que hace Jesús al presentarse delate de ellos tras el saludo de la paz, es mostrarle sus Manos, pies y costado. Sabe de sus incredulidades y de sus faltas de fe.

Y es que pensamos con mentalidad humana, prueba evidente de que estamos atados a nuestra naturaleza humana, encorsetada y encadenada dentro del espacio y tiempo. Estamos limitados y no podemos entender la Resurrección de Jesús. Por lo tanto, necesitamos fiarnos, confiar y creer en su Palabra y en su presencia. Él se nos aparece y nos muestras las huellas en sus manos y pies, y la herida de la lanza en el costado. A pesar de todo eso nos cuesta enormemente.

Lo experimentamos en nosotros mismos. Tenemos el Evangelio y el testimonio de los apóstoles, que pasaron primero por todo eso que pasamos ahora nosotros, y seguimos en la duda y en la resistencia a fiarnos de la Palabra de Dios. La evidencia de todo esto se descubre y palpa claramente en Tomás. No estaba allí ese día cuando se apareció Jesús y, a pesar de todo lo que le dicen sus compañeros, él se resiste a creer. ¿No nos ocurre a nosotros lo mismo?

Sin embargo, ocho días más tarde vuelve a ocurrir lo mismo. Jesús se presenta en medio de ellos y en esa ocasión si estaba Tomás. Y Jesús le llama y le muestra sus manos y su costado, invitándole a que meta sus dedos. La reacción de Tomás no se hace llegar: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».

Nosotros tenemos ya de antemano un regalo. El Señor nos bendice y nos llama dichosos a aquellos que creen sin haber visto. Seamos dóciles a su Palabra y abandonémonos en sus Manos confiando en su Palabra y en su Amor Misericordioso.

sábado, 7 de abril de 2018

UNA BUENA NOTICIA

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Mc 16,9-15
La primera impresión es que ser cristiano responsable y comprometido, compromete, valga la redundancia. Y te quita tu libertad. Se te abre una serie de prácticas, preceptos y normas que limitan tu vida y te experimentas sujeto y encarcelado. Y si eso fuera así, pienso que no sería bueno ni valdría la pena ser cristiano comprometido. Y digo comprometido porque, ser cristiano sin compromiso es como no ser cristiano sino de título.

El mensaje de Jesús, el Señor, es una buena Noticia. Y una buena noticia, la palabra lo descubre y lo significa, es buena. Y una cosa buena no puede ser mala, porque, si lo es, deja de ser buena. Por lo tanto, la buena Noticia es algo bueno y que todos queremos, y esta Noticia es la que todos buscamos, porque ella nos salva y nos da esa felicidad que buscamos. 

Jesús ha Resucitado, es la buena Noticia. Un Jesús que nos ha revelado el Amor del Padre y que nos invita a amar, tesoro que todos descubrimos en lo más profundo de nuestros corazones, y que sin él no podemos ser felices. El hombre necesita amar para experimentarse feliz. Y es ese amor quien le exige y le pide el esfuerzo de disciplinarse. Porque, para amar necesitas darte y entregarte al esfuerzo de exigirte compromiso y trabajo. Porque, el amor te empuja al sacrificio, a la generosidad, al esfuerzo, al darte, a, incluso, dar tu propia vida para que el otro sea feliz.

¿No lo has experimentado como padre o madre? ¿No has descubierto el verdadero amor, y también la verdadera felicidad cuando has tenido un hijo e hija? ¿Acaso te sientes atado, esclavizado cuando te das por amor por tus hijos? Es verdad que nace una lucha contra tus egoísmos, tus ambiciones y tus satisfacciones que te exigen combate y decisiones. Lo mismo que con tu decisión de ser cristiano comprometido. Porque, el amor exige esfuerzo y darse. Tal y como se dio y se da Jesús con cada uno de nosotros. Y eso complica un poco tu egoísmo.

Pero, también experimentas que detrás de tu egoísmo no hay nada que valga la pena. Se esconde vacío, perdición y muerte. No hay esperanza y todo pierde su sentido. Mientras que, tras el amor todo cobra sentido y el corazón se ensancha y se llena de felicidad y amor. ¿No lo has experimentado? El amor te hace libre, porque quien ama vive y busca la verdad, lo bueno, lo que da la felicidad al otro. Y eso está relacionado con la verdad. Al final eres tú y te experimentas libre, porque haces lo que realmente quieres y te gustaría hacer.

viernes, 6 de abril de 2018

EL SEÑOR CONFIRMA SU RESURRECCIÓN

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No parece que la Resurrección de Jesús haya quedado clara. Incluso, los apóstoles, a los que se les ha aparecido, todavía están dubitativos y confusos. No terminan por entender ni por creerlo firmemente. Quizás puedas comprender esta situación por la que pasaron los apóstoles, pues, posiblemente, tú también la hayas o estés pasando. No nos cabe en la cabeza lo de la Resurrección de Jesús. Incluso habiéndole visto, tal y como es el caso de los apóstoles.

Jesús, que sabe de nuestras confusiones y dudas, vuelve a mostrarse por tercera vez, nos dice el Evangelio de Juan. ¿Y no sería de sentido común pensar que lo hace con cada uno de nosotros también? Nos parecería injusto que a nosotros Jesús no nos diese esa oportunidad. Claro, primero tienes tú y yo que mostrar interés y tratar de buscarle y de conocerle. Los apóstoles le conocían y habían creído en Él. Ahora, con su muerte estaban algo desencantados y confusos. Recordemos el episodio con los de Emaús.

Sin embargo, ellos saben que el Señor está vivo y entre ellos. Están a la espera y mientras, regresan a sus trabajos anteriores, la pesca. Cansados de bregar deciden dejarlo. No has logrado pescar nada, pero en ese momento, Alguien desde la orilla les invita a echar las redes a la derecha de la barca, y le obedecen. El resultado es que llenan la red de peces. Juan sospecha que es el Señor y se lo dice a Simón. Y éste no espera, se lanza al mar y corre a donde está Jesús.

Advierte que el fuego está encendido y hay un pez. Jesús les invita a traer más peces y a comer. Nadie se atreve a preguntarle. Saben que es el Señor. Quizás a nosotros nos ocurre lo mismo. Descubrimos su presencia en muchas cosas de nuestra vida, pero no nos atrevemos a preguntarle. Intuimos que es Él. Y seguramente es así. Jesús vive, y si vive estará con aquellos que le buscan y creen en Él.

No tengamos miedo y reconozcamos su presencia. Tengamos confianza y, aunque las palabras sobran, sostengamos en el silencio de Dios. Él nos quiere y nos salva, y su Hijo nos acompaña, dejando al Espíritu Santo que nos conforte, nos dé ciencia, sabiduría y fortaleza para perseverar y discernir el verdadero camino que nos conduce a Él.

jueves, 5 de abril de 2018

CARNE, HUESOS Y COMIDA...



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Lc 24,35-48
Todavía estaban reponiéndose de la emoción y sorpresa y hablando de como habían advertido la presencia del Señor y del signo de partir el pan, cuando se les aparece, estando todos reunidos, de nuevo Jesús.Se quedan asombrados y llenos de miedo, e incluso no llegan a reconocerle. Creen que es un espíritu. Y Jesús les muestra sus manos y pies, y les invita a que le palpen y vean que es de carne y hueso. Y les pide comida para que vean que es un ser de carne y hueso, que, por supuesto, come.

No debe de extrañarnos todo eso que les sucedía a los apóstoles. ¿No nos sucede a nosotros lo mismo? ¿Acaso no creemos que Jesús es un espíritu o que no ha resucitado? ¿Estamos convencidos de su Resurrección? Y si lo estamos, ¿nuestra vida se comporta de forma coherente con su Resurrección? Son muchas preguntas a las que también nosotros debemos responder.Quizás ayer se te han quedado muchas en el tintero, o a medio responder, y hoy toca dar la respuesta.

No dejemos para mañana lo que corresponde responder hoy. Tampoco tengas miedo. El Señor sabe de nuestras debilidades, de nuestras dudas, de nuestra ceguera. Por eso se aparece a los que creen en Él y le esperan. Él sabe de tus dolores, de tus apegos y del esfuerzo que te cuesta despojarte de todo aquello que necesitas dejar para, libremente, creer en Él. No te preocupes, pero ponte en camino.

Y ponerte en camino es acercarte a Él y permanecer en silencio delante de Él. Significa, como un niño respecto a su padre, estar sumiso, humilde y dispuesto a obedecer aunque algunas cosas no las comprende o no tengan sentido para ti. Significa confiar que tu Padre Dios está pendiente de ti, aunque te deje actuar libremente a riesgo de equivocarte y meter la pata. Eso significa que te quiere y no quiere obligarte a nada. Para eso te ha creado libre. No tendría sentido convencerte, porque puede hacerlo al instante.

Necesita que tú creas en Él. No es un espíritu sino el Hijo de Dios que ha Resucitado. Es el Mesías que nos ha revelado el Amor que Dios nos tiene y que nos ha dicho que la Misericordia de Dios nos salva. A pesar de nuestros errores y pecados. Y a pesar de muchas cosas que no entendemos. Es nuestro Padre y Él tiene la llave de la Vida Eterna. Y te la dará, aunque tú no lo comprendas ni entiendas nada. Sólo te pide que confíe en Él y trates de amar como Él te ama.

miércoles, 4 de abril de 2018

TAMBIÉN TÚ Y YO NOS RETIRAMOS

Resultado de imagen de Lc 24,13-35Sí, estamos cansados. Siempre lo mismo. Ha pasado la Semana Santa y sigue la misma rutina, vuelta a lo mismo: las prácticas religiosas, las reuniones, las celebraciones...etc. Y a esperar a otro año. ¿Qué sucede en mi interior que mi corazón se siente derrotado, lejano y hasta vencido? Me identifico con aquellos discípulos de Emaús que regresan derrotados a casa porque todo ya ha pasado y no sucede nada.

¿Estoy yo en esa actitud? ¿Me instalo en la mediocridad? ¿Creo que mis fuerzas son suficientes para levantarme? Posiblemente, ahí se encuentre el grave error. Creemos en nosotros y cuando las fuerzas nos fallan y fracasamos, aceptamos nuestra derrota. 

Nada de eso, nuestra fuerza está en el Señor. Es Él el Resucitado y el que nos resucita. Es Él nuestro alimento y nuestras fuerzas y quien nos levanta y nos llena de vida y esperanza para, fortalecidos en Él, continuar el camino. Tú y yo somos como los de Emaús. Hombres, simplemente hombres, que ponen su fuerza en su razón y que imaginan la realidad de forma surrealista y su ignorancia y necedad los abates.

Jesús, el Señor, es nuestra fuerza, nuestra voluntad, nuestra verdad y esperanza. Así los experimentaron aquellos hombres que regresaban a Emaús al escuchar sus Palabras. Sus corazones quedaron encendidos, esperanzados, llenos de alegría y de entusiasmo. Sus corazones despertaron del sueño de la derrota, del abandono y de la muerte. Con Él, con Jesús, nace la Vida, pero una Vida Eterna, que colma todas nuestras esperanzas y nos llena de gozo en plenitud.

Leemos este hermoso pasaje evangélico, pero hagámoslo desde nosotros, desde nuestra realidad. Desde ese lugar donde quizás ahora estás sentado, medita y piensa que dentro de ti está el Señor. El Señor que te acompaña, que está contigo, escúchale y ábrete a su Palabra. No tengas miedo, experimentarás como tu corazón empieza a latir y a arder de ese fuego que Él te contagia, el Amor.

No te preocupes. No se trata de apresurarse, sino de confiar y creer. Vete despacio. Regresa despacio, pero seguro que Jesús ha Resucitado, y lo ha hecho para estar a tu lado y para acompañarte en tu particular pascua. Ponte en sus Manos.

martes, 3 de abril de 2018

MARÍA MAGDALENA, PRIMER TESTIGO Y PREGONERA DE LA RESURRECCIÓN

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No está tranquila y permanece junto al sepulcro embriagada de llanto y desconsuelo. Su amor no recibe consuelo y busca el Cuerpo del Señor para cuidarlo y perfumarlo. Ignora su resurrección, pero nada le impide buscarlo aunque sea muerto. Y, como todo el que busca recibe, María Magdalena encuentra la respuesta a su inquietante búsqueda. Jesús se le aparece y aunque ella no le reconoce, Jesús se le muestra llamándola por su nombre, ¡María!

Es entonces cuando se da cuenta de que es el Señor y exulta de alegría. Más, Jesús le dice: No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y al Dios vuestro". María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y a dicho esto".

También nosotros hemos recibido esta buena Noticia de la Resurrección del Señor Jesús. Y buena porque ella nos implica también a nosotros. Si Jesús ha resucitado, también nosotros resucitaremos. Y esa es la aspiración a la que todos aspiramos, valga la redundancia. Por lo tanto, la Cruz es nuestra victoria y el signo del triunfo, porque es en la Cruz donde el Señor ha triunfado venciendo a la muerte.

Des esta forma, María Magdalena se convierte en la primer apóstol de los apóstoles. Es la primera que da la noticia de la Resurrección del Señor, y transmite el encargo de ir a Galilea donde le encontrarán. Digamos que, María Magdalena, por su amor al Señor, que la lleva al sepulcro a ponerle flores y perfume, es la elegida para dar la primera noticia que cambia al mundo y nos llena de esperanza. 

Jesús ha Resucitado, yo lo he visto y he hablado con Él, y me ha dicho que vayamos a Galilea. El testimonio de María Magdalena es inapelable y firme. Abramos también nosotros nuestros ojos y vayamos a Galilea. La Galilea de nuestra vida, de nuestros actos de amor. La Galilea de nuestra fe donde podemos también dar esa buena Noticia a todos los que se crucen con nosotros en nuestra vida.

lunes, 2 de abril de 2018

EL DISPARATE DE LA CEGUERA

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Mt 28, 8-15
Cuando no se quiere ver la verdad se cometen muchos disparates. Cerrar los ojos ante la verdad es la necedad más grave y grande que se puede cometer. Y aquellos sumos sacerdotes poco tenían de los que significa la verdadera esencia de un sacerdote. Estaban dispuesto a todo, incluso a cometer verdaderos disparates por mantener sus mentiras y su poder.

¿Cómo es posible que se pueda decir que los apóstoles se llevaron el cuerpo de Jesús? ¿Acaso lo podían ocultar a los ojos de los demás? Y, en el supuesto de haberlo hecho, ¿de dónde sacan las fuerzas para dar su vida por defender la Resurrección de Jesús? ¿Se puede dar la vida y engañar a muchos con algo que no ha sucedido? ¿Se puede sufrir tanto llevando una vida de padecimientos, de persecución, de miserias hasta dar la vida por sostener una mentira? ¿Es esto posible?

Solamente en la mente de los soberbios, de los egoístas y de los que han buscado su poder y su intereses se puede anidar un disparate tan grande como el de aquellos sumos sacerdotes. Y lo creen aquellos que, en su misma línea, anidan ese egoísmo, esa ambición y esa avidez a la satisfacción de su propio egoísmo sin tener en cuenta a los demás. 

No nos debe de sorprender, sino de comprender que estas cosas pasan en la mente de los hombres sometidos al maligno. Jesús ya lo había dicho en la parábola del del rico y el pobre Lázaro: "algunos no creerán aunque resuciten los muertos". Y es que levantarse de los errores cometidos no es nada fácil. Eso nos puede ayudar a valorar el gran esfuerzo de humildad que hizo el hijo pródigo para regresar a su casa. No ocurre lo mismo con los sumos sacerdotes, cómplices de la condena de Jesús a morir crucificado, que se mantienen en su soberbia, en sus mentiras para nos aceptar humildemente la fe en el Señor.

Y, a todas estas, los testigos que presentan los sumos sacerdotes son unos soldados dormidos. Dormidos todos, tanto ellos como los sumos sacerdotes y todos los que cerramos los ojos a la verdad. Para ver a Jesús y su Resurrección hay que tener los ojos bien abiertos. Abiertos a la Verdad y al Amor que, escrito dentro de nuestros corazones, nos enseñan el único y verdadero camino hacia el Señor.

domingo, 1 de abril de 2018

¡¡RESURRECCIÓN!!

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Jn 20,1-9
Es un detalle más, de los muchos que va descubriendo la Resurrección del Señor, que las vendas estén por el suelo, pero el sudario bien plegado en un lugar aparte. No parece normal que quien haya salido se pare a plegar bien el sudario. No parece una salida apresurada ni improvisada. Ese detalle, que nos relata el Evangelio de Juan, descubre la realidad y el milagro de la Resurrección.

Sí, para nosotros es un milagro, pero para Dios es simplemente la manifiestación de su Poder y primacía por encima de todo lo creado. Porque, Él es el autor de la Vida, principio y fin de todas las cosas. Él está por encima de todo y domina la muerte. Él es la Vida Eterna y la esperanza y fundamento de nuestra fe.

Su sepulcro está vacío, y sigue vacío, porque Jesús está Vivo. Muchas veces hemos comentado cómo es posible que no se haya encontrado los restos de Jesús, como desafío a la incredulidad de muchos que todavía se resisten a creer su Resurrección. Jesús vive, y vive entre nosotros y en lo más profundo de nuestros corazones. Su Ley está dentro de cada uno de los hombres como alianza que el Señor ha hecho con todos y su amor es la única forma y camino para encontrarlo.

Y, Jesús, se manifiesta a cada instante en tu vida. Te llama y te invita a que tú también te prepares para tu propia pascua y para tu resurrección. Porque, estamos llamados a vivir eternamente y en plenitud de felicidad. Hoy es un día grande para todos los cristianos que creemos en Jesús, porque en él celebramos el triunfo de la Vida sobre la muerte.

¡JESÚS HA RESUCITADO!
¡felices Pascuas!