Lc 24,35-48 |
No debe de extrañarnos todo eso que les sucedía a los apóstoles. ¿No nos sucede a nosotros lo mismo? ¿Acaso no creemos que Jesús es un espíritu o que no ha resucitado? ¿Estamos convencidos de su Resurrección? Y si lo estamos, ¿nuestra vida se comporta de forma coherente con su Resurrección? Son muchas preguntas a las que también nosotros debemos responder.Quizás ayer se te han quedado muchas en el tintero, o a medio responder, y hoy toca dar la respuesta.
No dejemos para mañana lo que corresponde responder hoy. Tampoco tengas miedo. El Señor sabe de nuestras debilidades, de nuestras dudas, de nuestra ceguera. Por eso se aparece a los que creen en Él y le esperan. Él sabe de tus dolores, de tus apegos y del esfuerzo que te cuesta despojarte de todo aquello que necesitas dejar para, libremente, creer en Él. No te preocupes, pero ponte en camino.
Y ponerte en camino es acercarte a Él y permanecer en silencio delante de Él. Significa, como un niño respecto a su padre, estar sumiso, humilde y dispuesto a obedecer aunque algunas cosas no las comprende o no tengan sentido para ti. Significa confiar que tu Padre Dios está pendiente de ti, aunque te deje actuar libremente a riesgo de equivocarte y meter la pata. Eso significa que te quiere y no quiere obligarte a nada. Para eso te ha creado libre. No tendría sentido convencerte, porque puede hacerlo al instante.
Necesita que tú creas en Él. No es un espíritu sino el Hijo de Dios que ha Resucitado. Es el Mesías que nos ha revelado el Amor que Dios nos tiene y que nos ha dicho que la Misericordia de Dios nos salva. A pesar de nuestros errores y pecados. Y a pesar de muchas cosas que no entendemos. Es nuestro Padre y Él tiene la llave de la Vida Eterna. Y te la dará, aunque tú no lo comprendas ni entiendas nada. Sólo te pide que confíe en Él y trates de amar como Él te ama.
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