miércoles, 4 de abril de 2018

TAMBIÉN TÚ Y YO NOS RETIRAMOS

Resultado de imagen de Lc 24,13-35Sí, estamos cansados. Siempre lo mismo. Ha pasado la Semana Santa y sigue la misma rutina, vuelta a lo mismo: las prácticas religiosas, las reuniones, las celebraciones...etc. Y a esperar a otro año. ¿Qué sucede en mi interior que mi corazón se siente derrotado, lejano y hasta vencido? Me identifico con aquellos discípulos de Emaús que regresan derrotados a casa porque todo ya ha pasado y no sucede nada.

¿Estoy yo en esa actitud? ¿Me instalo en la mediocridad? ¿Creo que mis fuerzas son suficientes para levantarme? Posiblemente, ahí se encuentre el grave error. Creemos en nosotros y cuando las fuerzas nos fallan y fracasamos, aceptamos nuestra derrota. 

Nada de eso, nuestra fuerza está en el Señor. Es Él el Resucitado y el que nos resucita. Es Él nuestro alimento y nuestras fuerzas y quien nos levanta y nos llena de vida y esperanza para, fortalecidos en Él, continuar el camino. Tú y yo somos como los de Emaús. Hombres, simplemente hombres, que ponen su fuerza en su razón y que imaginan la realidad de forma surrealista y su ignorancia y necedad los abates.

Jesús, el Señor, es nuestra fuerza, nuestra voluntad, nuestra verdad y esperanza. Así los experimentaron aquellos hombres que regresaban a Emaús al escuchar sus Palabras. Sus corazones quedaron encendidos, esperanzados, llenos de alegría y de entusiasmo. Sus corazones despertaron del sueño de la derrota, del abandono y de la muerte. Con Él, con Jesús, nace la Vida, pero una Vida Eterna, que colma todas nuestras esperanzas y nos llena de gozo en plenitud.

Leemos este hermoso pasaje evangélico, pero hagámoslo desde nosotros, desde nuestra realidad. Desde ese lugar donde quizás ahora estás sentado, medita y piensa que dentro de ti está el Señor. El Señor que te acompaña, que está contigo, escúchale y ábrete a su Palabra. No tengas miedo, experimentarás como tu corazón empieza a latir y a arder de ese fuego que Él te contagia, el Amor.

No te preocupes. No se trata de apresurarse, sino de confiar y creer. Vete despacio. Regresa despacio, pero seguro que Jesús ha Resucitado, y lo ha hecho para estar a tu lado y para acompañarte en tu particular pascua. Ponte en sus Manos.

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