sábado, 14 de abril de 2018

LA FUENTE ES JESÚS

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Jn 6,16-21
Muchas veces nos confundimos, y es que hay alguien interesado en ello. somos débiles y nos cuesta muy poco confundirnos y con ello, enfriarnos y alejarnos de Dios. Creemos que el servicio es lo principal, pues, no en vano, Jesús. El Señor, nos ha dicho que el amor al prójimo ocupa un lugar tan destacado que se equipara al primero, que es amar a Dios por encima de todo.

Realmente, no cabe ninguna duda en eso. Lo ha dicho el Señor, y es Él el primer ejemplo, pues nos ha revelado que Él ha venido a servir, no a ser servido. Sin embargo, hay algo que debemos tener muy en cuenta. El Evangelio de hoy nos lo descubre y nos advierte a ese respecto poniendo el dedo en la llaga. Empecemos por preguntarnos, ¿por qué nos afanamos en servir? ¿Realmente lo hacemos por amor?

Esa propia interpelación nos puede servir, valga la redundancia, para entrar directamente en la cuestión. Está claro que lo hacemos por amor al Señor, al menos lo intentamos. Porque, de Él tomamos y recibimos la fuerza y el impulso del amor. Sin Él nos sería imposible y hasta perdería sentido. La Fuente del Amor es Jesús, y sólo unido a Él, enviado por el Padre, podemos encontrar la fortaleza para amar también nosotros a los demás, incluso a los enemigos, que es precisamente de lo que se trata, pues ahí está la supremacía del Amor.

Ésta es una lección que hoy podemos aprender, aceptar y recoger del Evangelio. El mar, símbolo del mundo, nos amenaza con su grandeza y sus tempestades, y navegar solos por él es una temeridad. Experimentamos miedos y nos sentimos pequeños, débiles y vencidos. Sin Jesús, en la barca de nuestra vida estamos derrotados y experimentamos miedo. Le necesitamos imperiosamente a nuestro lado para sentirnos seguros y fortalecidos. En nuestra vida hay muchas tempestades y solos, quedamos a merced de ellas. El diablo se aprovecha y nos vence fácilmente y nuestras posibilidades quedan reducidas a cero.

Necesitamos la Gracia y asistencia del Espíritu Santo para superar y soportar las embestidas del mar y de las tempestades que el mundo nos presenta con sus tentaciones y peligros. Sin el Señor quedamos a merced del poder del mundo, demonio y carne. Nuestro servicio quedará adulterado si nos empeñamos en actuar por nuestra cuenta sin dejar entrar, de forma muy notoria, la acción del Espíritu. Y no lo digo yo porque lo crea así, sino porque lo dice Jesús: "Sin Mí nada pueden hacer" -Jn 15, 5-.

Tratemos de hacerle un hueco importante, en el mejor lugar y centro de nuestro corazón, a Jesús, invitándole a subir a la barca de nuestra vida. Porque, será Él quien nos oriente y conduzca al puerto de la verdadera Vida Eterna.

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