viernes, 13 de abril de 2018

¿TAMBIÉN VOY YO DETRÁS DE JESÚS POR LA SEÑALES QUE HACE EN LOS ENFERMOS?

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Jn 6,1-15
Es cuestión de preguntárselo, porque, aunque es natural que respondamos a esa necesidad que tenemos de ser curados, no es la respuesta mejor y correcta para seguir a Jesús. Podríamos decir que si las cosas se nos tuercen y nuestra enfermedad no se cura, ¿dejaríamos de seguirle? Responder a esa pregunta puede ayudarnos a centrar nuestro verdadero seguimiento a Jesús.

La vida no va a ser mejor porque seamos fieles discípulos de Jesús. No lo ha sido para muchos que ya le han seguido antes que nosotros, ni lo es para los que, como nosotros, le seguimos actualmente. La vida, nuestra vida, es igual que la de los que no le siguen. Tiene sus cosas buenas y malas; tiene sus éxitos y fracasos; tiene sus aciertos y errores. La diferencia está que la vida de aquellos que le seguimos tiene una gran esperanza. Una esperanza trascendente que nos anuncia el gozo y la felicidad eterna en la otra vida, en la del Reino de Dios.

Y el camino de esta vida será la oposición y el trabajo que tengamos que vivir y realizar. Un camino lleno de fe y de confianza en Cristo Jesús y abandonado en sus Manos. Un camino de esfuerzo apoyado en el poder del Señor, que nos acompaña y nos asiste en el Espíritu Santo y nos fortalece para que, con nuestro esfuerzo y trabajo, colaboremos en mejorar este mundo lleno de tinieblas y de incredulidad.

Hay multitudes de personas que caminan de espaldas al Señor y que buscan su felicidad donde nunca la pueden encontrar. Hay miríadas de gente que no tienen hambre de Dios y busca saciarse solamente en y con las cosas de este mundo. Y somos nosotros los que debemos encontrar, en el Espíritu Santo, el alimento que les satisfaga y les dé luz para descubrir el verdadero tesoro que se encuentra precisamente en su corazón.

Posiblemente tendremos que tener más fe y confiar en el Señor para que Él multiplique nuestro esfuerzo y la luz llegue a muchas personas que no le conocen.

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