Jn 15,1-8 |
Hay muchas personas que piensan que con sólo sus esfuerzos pueden llevar sus vidas a buen puerto. Hay muchos que piensan que sus ideas y proyectos les darán buenos frutos y así lo manifiestan y se conducen por la vida. Permanecen con los ojos cerrados, porque la experiencia de la vida nos demuestra que al final todo se pierde y, sin una esperanza trascendente, nada tiene sentido.
El hombre guarda en su corazón un anhelo trascendente. Su más íntimo deseo es conseguir la felicidad eterna. No le vale una felicidad temporal, de esas que empiezan bien, pero acaban mal. El hombre busca afanosamente ser feliz cada instante de su vida y lo quiere para siempre. Podemos hacernos una pregunta, una pregunta que subyace en lo más profundo de cada ser humano: ¿Quién ha escrito ese deseo dentro de su corazón? Porque es indudable que alguien lo habrá puesto.
También, podemos observar que toda persona humana necesita esperanza, y, mejor decir, una esperanza trascendente que la vitalice y la mueva a vivir con alegría y con entusiasmo. Porque, cuando la esperanza se desvanece nace la depresión y el abandono. Por todo ello, hoy el Evangelio nos anima a dar frutos y a revelarnos que sin Jesús nada podemos dar. Y nos anima desde el conocimiento de saber quienes somos y de donde venimos, y de las necesidades que tenemos.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Necesitamos dar frutos, pero no podremos hacerlo si no estamos unidos e injertados en el Señor. Y nos injertamos en el momento de nuestro bautismo. Y permanecemos en Él a través de los sacramentos y perseverando e insistiendo en permanecer, valga la redundancia, a su lado. Sólo en Él daremos frutos, y frutos en abundancia.
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