martes, 24 de abril de 2018

LA EXIGENCIA DE NUESTRA RAZÓN

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Jn 10,22-30
Queremos ver y comprender según nuestra razón, y exigimos que nos lo demuestren, que nos hagan algo espectacular y que nos dejen satisfechos. Eso de fiarnos y de creer no van con nosotros. Somos desconfiados, orgullosos y exigimos pruebas y demostraciones. Nada de palabras y de confianza. Nos sentimos con derechos y descubrimos nuestra soberbia.

Y nos alejamos de Dios, porque la soberbia nos pierde y nos ciega. Se hace necesario ser humilde y reconocer nuestra condición humilde, pues somos pequeños, pobres y limitados. Nuestra mente no puede abarcar los misterios del mundo, el espacio, los millones de constelaciones y todo lo que se esconde a nuestra vista y razón. Cuanto más el Creador de todo lo visible e invisible.

¿Cómo nos atrevemos a pedir y exigir a Jesús que nos dé pruebas de su Divinidad? ¿Acaso tenemos derecho a exigírselo? ¿No nos basta todo lo que nos ha dicho y ha hecho? Y si no creemos en su Palabra, ¿no nos basta sus obras? El resultado es que aquellos que cierran los ojos alentados por su soberbia, no podrán verle ni creer en Él. Se necesita la humildad, porque es ahí donde realmente está la sabiduría del hombre.

Y esa sabiduría nos lleva a escuchar la Voz del Señor y a seguirle, porque en Él encontraremos todo lo que buscamos: "El gozo y la felicidad de la Vida Eterna", que Jesús nos lo promete y da a todos los que le siguen y se cuentan entre sus ovejas. Nos lo dice muy claramente, y nos fiamos de Él.:«Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

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