sábado, 11 de octubre de 2025

BIENAVENTURADOS LOS QUE ESCUCHAN Y CUMPLEN

Lc 11, 27-28

  —Las apariencias engañan —dice el refrán—, y la experiencia lo confirma. Muchas personas —compartía Enrique, uno de los tertulianos— se esconden tras las apariencias de su propia vida. Fingen ser lo que realmente no son. Teatralizan su existencia como si de una obra de teatro se tratara.
    —Tienes razón —añadió Andrés, otro de los tertulianos asiduos—. ¿Estás de acuerdo, Pedro?
    —Hay personas —comentó Pedro— que hacen de su vida un puro teatro. Esconden sus verdaderas reacciones y tratan siempre de quedar bien ante los demás. Dicen lo que no piensan y hacen lo que no viven.
    —Has dado una buena definición —aludió Manuel—. Teatralizar la vida es una forma de vivir en las apariencias, como quien edifica su casa sobre arena movediza.
    —La vida —respondió Enrique—, al menos eso creo yo, pone a todos en su lugar y, tarde o temprano, desenmascara a quien vive escondido en el fingimiento. ¿No te parece?
  —Completamente de acuerdo —dijo Manuel—. Lo verdaderamente importante es la realidad: lo que haces y cómo vives, sin tapujos, sin disfraces, tal como eres. Lo dice Jesús en el Evangelio (Lc 11, 27-28), cuando una mujer ensalza a su Madre por haberle dado la vida.
    —Pero… ¿qué fue lo que dijo? —preguntó Enrique, con curiosidad.
   —A la mujer que, levantando la voz, exclamó: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, Jesús respondió: “Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Eso lo deja todo muy claro.

   Con estas palabras de Jesús, la figura de su Madre adquiere un nuevo valor. Porque ella no fue solo la que lo concibió, sino la que se fio de Dios, le abrió paso en su vida y se unió por completo al destino de su Hijo.
  Nosotros también somos bienaventurados cuando hacemos lo mismo: cuando escuchamos y cumplimos la Palabra.

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