lunes, 31 de julio de 2017

¡¡LLAMADOS A LA SANTIDAD!!

Mt 13,31-35)
Sí, estamos llamados a la Santidad. Eso significa que, desde nuestra condición pecadora, pequeña y pobre, estamos llamados a ser grandes, perfectos y gloriosos. Porque nuestra meta es ser parecidos a Jesús. Y, parecidos, significa que seamos lo más exacto a su estilo de vida, a su Palabra y Proclamación.

Dios, el Padre que nos ama tanto, nos ha entregado lo máximo, lo más grande:  su Hijo Primogénito. El Tesoro más hermoso y grande. Y nos lo ha entregado para que nosotros, fijándonos en Él tratemos de parecernos a Él. Porque, ese es el Camino, la Verdad y la Vida.

Y no nos importe ni desespere el que seamos pequeños, pobres y humildes. No importa. Si dejamos entrar la Gracia del Espíritu Santo en nuestra tierra, pobre y humilde, nuestro corazón empezará a crecer, y crecerá tanto que se hará un árbol enorme, donde otros humildes y pequeños pajarillos vendrán a anidar y dar vida a otros polluelos.

Lo mismo ocurrirá con la levadura, que siendo pequeña, pero introducida en tres medidas de harina, fermentará esa masa hasta hacerla grande y alimentar a todos. El secreto está en dejar entrar la Gracia del Espíritu y acogerlo con verdaderos deseos de que fertilicen nuestro propio huerto para dar buenos y hermosos frutos abundantes para todos.

Si, esa es nuestra meta, la Santidad. Y no podemos quedarnos instalados y conformes con nuestro estado y situación. Somos peregrinos en activa peregrinación y crecimiento y eso exige constante esfuerzo, búsqueda y desenterrar nuestro Tesoro para que resplandezca y brille, por la Gracia de Dios, alumbrando a todos aquellos que se acercan a sus pasos.

domingo, 30 de julio de 2017

DENTRO DE NOSOTROS: "LA VIDA ETERNA"

(Mt 13,44-52)
Dentro de nosotros ha sido sellada a fuego la Ley de Dios. Sus mandatos están implícitos en nuestros corazones, por lo que el hombre sabe y entiende que matar, robar, desear los bienes de otra persona, incluso su mujer, son actos malos y que no quisiera que se lo hicieran a él. Y eso, nadie tiene que aprenderlo, está escrito, acrisolado al fuego, en su corazón.

No hace falta desearlo, es connatural al hombre. Todos gustamos de la verdad y la belleza, porque lo que es verdad y justo es bello. En la belleza se esconde la verdad. Y lo que es verdad, es también justo. Por lo tanto, bello. Y eso es lo que Dios te pide que vivas y hagas, a pesar de tu naturaleza herida y tocada por la esclavitud del pecado. ¿Qué pecado? Esa cizaña que crece también junto a la buena semilla plantada en tu corazón. Esa ambición de poder, de riqueza, de vanidad y fama.

Esa satisfacción de las cosas del mundo, de los placeres, de la comodidad, de darle salida a tus propias ideas y proyectos, contagiados de pecados y malas intenciones. De tu soberbia, de creerte mejor y más fuerte que los otros, y con derechos a someterlos y dirigirlos según tus ideas e intereses. Un pecado que está también atravesando tu corazón y que, tú, sólo, no podrás vencer.

Ahí se esconde ese gran tesoro del que te habla el Señor Jesús hoy en el Evangelio. Y la cuestión es desenterrarlo para llevarlo al primer plano de tu vida y hacerlo presente en ella. Se trata, pues, de desechar todo lo demás, es decir, despojarte de ello y comprar ese Reino de los cielos para vivir según sus mandatos estableciendo la paz, la justicia y la verdad en la belleza más grande que podrás contemplar.

Ese Reino que consiste en estar conectado y relacionado íntimamente con el Señor, Fuente de la Vida, de la Belleza, de la Verdad y del Bien. Y permanecer en Él hasta que, recorrido nuestro camino y llegada nuestra hora, nos encontremos en su presencia y su brillo y luz resplandezca como el verdadero Tesoro escondido.

sábado, 29 de julio de 2017

RESURRECCIÓN

Jn 11, 19-27

El fundamento y la Roca en la que se apoya nuestra fe es Jesucristo, su Palabra y, sobre todo, la Resurrección, cumplimiento de su Palabra:  "Yo soy la Resurrección. El que cree en Mí, aunque muera, vivirá" - Jn 11, 25. -. Ahora, la cuestión está en preguntarse si lo crees o no. Porque es ahí donde se esconde la llama, que prende el fuego en tu corazón, de la fe. 

No te pares ni te distraigas en razonar o entender ese misterio de resurrección, porque nunca lo entenderás. Nuestra cabeza no está capacitada para eso, ni siquiera los más sabios e inteligentes. El hombre es criatura y no llega a comprender a su Creador. Simplemente, cree, como hizo Marta: Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo - Jn 11, 27 -.

Lázaro resucitó por voluntad del Señor. para que se manifestara su Gloria y Poder. Pero, a pesar de eso, muchos siguieron igual, establecidos, instalados y anquilosados en la razón y los afanes y ambiciones de este mundo humano, material y caduco. 

Si bien, Lázaro tuvo que morir llegada su hora, como cualquier mortal, sufriendo y padeciendo la muerte como nuestro Señor Jesucristo. Una muerte que consiste en un paso para la otra vida, la verdadera y Eterna. Esa Vida que Jesús nos tiene prometida y que ha venido para dárnosla gratuitamente. Y que, como sello guardado en lo más profundo de nuestro corazón, experimentamos esa aspiración eterna que late dentro de nosotros y a la que nos sentimos llamados.

Porque, hemos sido creados para vivir, para la vida. Sería absurdo que nuestra vida tuviese fin, cuando nuestro Creador es Eterno y Señor de la Vida y la Muerte. Y nos ha creado por Amor para la Vida.

viernes, 28 de julio de 2017

¿EN DÓNDE TE ENCUENTRAS TÚ?

(Mt 13,18-23)

Nuestra vida es un huerto del que se espera muchos frutos. Nuestros padres ponen muchas esperanzas en que nuestra vida sea fructífera, aprovechada, bien cultivada y llena de frutos. No escatiman esfuerzos para que nosotros echemos buenas raíces en nuestra propia tierra y saquemos los frutos que, sembrados, emerjan a la vida para el bien de todos.

Lo malo es que estemos pensando solamente en frutos de este mundo, y no veamos los verdaderos frutos del amor y la misericordia. Es posible que, obcecados por las cosas de este mundo, quedemos ciegos, aún teniendo ojos, y sordos, teniendo oídos. Es posible que nuestras semillas queden depositadas a la orilla del camino, y no encuentren tierra para profundizar y morir a sus propios egoísmos, dando frutos. Los pajarillos del campo las devoran rápidamente. Y es que cuando lo que se escucha no se entiende, quedamos indefensos y a merced del demonio, que hace de las suyas y nos engulle con las cosas del mundo.

Es posible que nuestras semillas hayan caído en terreno pedregoso, y la poca profundidad no sostiene las raíces. Quedan en el aire y la inconstancia y las adversidades terminan por destruirla y sucumbir. O que, echen raíces entre los abrojos. Entonces, escuchan la Palabra, pero las tentaciones del mundo y las seducciones de las riquezas les apartan del camino y sus frutos se pierden. 

Por último, está la tierra buena. Aquella tierra que acoge a tus raíces y las hunde en su lodazal de estiércol y tierra amasada por tus pecados y, muriendo, dan frutos. Es la tierra que se abre a la Palabra, la escucha y trata de vivirla, e, injertada en el Espíritu Santo, la comprende, camina y obedece sus impulsos.

Es esa la tierra que todos queremos ser, pero que, para eso, tendremos que dejarnos abonar y regar por el Espíritu Santo, que nos hará fértiles para dar buenos frutos.

jueves, 27 de julio de 2017

VIENDO, NO VEN, NI OYENDO, NO OYEN NI ENTIENDEN

(Mt 13,10-17)
Muchas veces me pregunto cómo es posible que mucha gente, sobre todo gente que conozco, no tomen conciencia de la realidad de la vida. Y cuando digo, tomen conciencia, me refiero a que no busquen el sentido verdadero de la vida. Porque, a algún lugar vamos. La muerte no tiene la última palabra. Y eso es obvio. Dentro de nosotros hay un hito de esperanza y de eternidad. Está grabado a fuego en nuestro corazón.

Siempre, y continúa llamándome la atención, me ha sorprendido esa indiferencia de muchos, y como pueden vivir sin interpelarse ni estar preocupados e inquietos. Incluso, gente mayor y enfermos. Y no me lo puedo explicar sino de esta forma. El Evangelio de hoy me lo aclara cuando nos dice que al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sen ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrados los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.

Y continúa: ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y o´ri lo que oís y no lo oyeron -Mt 13, 10-17-.

Profetas y justos anteriores a la venida del Señor. E, incluso, muchos contemporáneos y, ahora, muchos de nosotros. Por eso, he dicho que nosotros, los que nos confiamos a su Palabra, somos unos privilegiados. Una Palabra que recibimos de los apóstoles y que continúa la Iglesia. Demos gracias a Dios por darnos esa oportunidad y pongamos todo nuestro pequeño y humilde esfuerzo para que, por su Gracia, se nos abran los oídos y los ojos para fiarnos y abandonarnos en su Palabra.

miércoles, 26 de julio de 2017

¿EN QUÉ TIERRA HA CAIDO MI SEMILLA?

(Mt 13,1-9)
Porque yo soy una semilla de esas que el Señor ha plantado. Dentro de mi corazón está plantada la semilla de la Palabra de Dios, pero también está el pecado. Ese pecado original que desde pequeño necesitamos limpiarlo para que nuestra tierra sea buena, profunda y pueda echar raíces. Y dar frutos.

Es posible que mi semilla no haya dado el fruto apetecido y que mi tierra no sea lo buena que deba ser. Necesito cuidarla, cultivarla y abonarla adecuadamente para que dé buenos frutos. Y eso no es cuestión, ni consiste en dedicarle un rato, sino toda una vida. Necesita tiempo y dedicación. Necesita una lucha diaria y constante, sin prisa, pero sin pausa En verano e invierno. En todo momento.

Porque hay muchos pajarillos que están atento a comerlas, o terreno pedregoso que no deja echar raíces. O, quizás peor, tierra poco profunda que no deja asentar bien sus raíces o abrojos y cizaña que las destruyen. Hay muchas dificultades que obstaculizan la semilla de la Palabra de Dios e impiden que sea escuchada. Cierran nuestros oídos y nos aislan y alejan de la Palabra. Por eso, el Señor, sabiendo de nuestras debilidades nos dice y advierte: "El que tenga oídos que oiga".

Es imprescindible y absolutamente necesario cuidar bien nuestra tierra. Y esos cuidados tienen lugar en la Iglesia, el jardín que nos cuida y nos da los medios, los Sacramentos, para regar y alimentar bien nuestras flores y frutos. Y estar preparados significa tener los oídos bien abiertos para escuchar la Palabra y tratar de responder según la Voluntad del Señor. Esa es nuestra misión, y, para eso necesitamos regar bien nuestra pobre tierra con la Gracia del Espíritu Santo, porque sólo en Él podemos dar los frutos que se espera de cada uno de nosotros.

Líbranos, Señor, de que la semilla de tu Palabra caiga en tierra mala y yo no sepa cuidarla ni reconvertirla en semilla de buenos frutos. amén.

martes, 25 de julio de 2017

EL ESPÍRITU SANTO ESTÁ CON NOSOTROS

(Mt 20,20-28)
Esa es la clave, el Espíritu Santo. No porque no lo parezca a nosotros o nos lo hayamos inventado, sino porque sale de la promesa que nos hace Jesús en su Ascensión - Jn 16, 7-8 -, y porque nos los apóstoles nos lo corroboran hoy: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» (Hch 4,33; 5,12.27-33; 12.2: El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.)

No se puede decir nada más, sino que dio su vida por Jesús. Con eso está dicho todo. Y, tras él, todos los demás y muchos y muchos más. Ahora mismo están muriendo muchos creyentes en Jesús en algún lugar del mundo perseguido por la fe en el Señor. Son muchos los mártires que entregan su vida por tener primero en su corazón los mandatos del Señor que los de los hombres. Y está es la realidad que muchos no quieren entender, Jesús está vivo, y el Espíritu Santo enviado por el Padre da testimonio del Él en y cada uno de los creyentes que se abren a su acción.

La gran diferencia, que se hace irresistible, es la del amor. Y se ama no por lo que se diga, sino por lo que se hace. Y ese hacer consiste en buscar el bien de todas las personas. No se trata de regalar nada, sino de ayudar a levantarse, a caminar con dignidad y a dar sentido a la vida. Cada uno tiene su cometido y tendrá que poner sus esfuerzos de cada día para avanzar hacia el Señor. No se trata de dar pan, sino de enseñar a buscarlo y tenerlo para todos los días. Lo importante, no es dar un pescado, sino facilitar una caña y enseñar a pescar. Y para eso se necesita esfuerzo, paciencia y mucha colaboración del que quiere aprender.

Estamos para servir y no para ser servido. Ese es el ultimátum que Jesús da a los hermanos, hijos de Zebedo, como resumen de su mensaje. Y que nos implica a todos nosotros también:  «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

lunes, 24 de julio de 2017

EXIGENCIAS Y MILAGROS

(Mt 12,38-42)
El hombre exige pruebas y milagros para abrirse a la fe. Pero, más que llevado por su inquietud, por razones de poder. El hombre teme que Jesús les quite poder. Observan que la gente le sigue y se rinden a su Palabra y Obras. Y eso les enfurece y desespera. Tratan de desacreditarlo, y es por eso por lo que le piden que haga algún prodigio que les deslumbre y les convenza.

No deja de ser una contradicción exigir pruebas para responder con la fe. La fe no pide ni exige pruebas, pues su esencia es precisamente el fiarse y abandonarse en aquel que cree. Y cuando la tienes, la fe desaparece. Pues, delante del Señor no te hace falta. Ya lo estás viendo. Conocemos al Señor Jesús por la historia, y también por el testimonio de sus apóstoles derramado en la Sagrada Escritura. Fueron muchos los que presenciaron su Muerte, y, sus apóstoles, su Resurrección. Fundamento de nuestra fe.

Quizás nos ocurre como a aquellos escribas y fariseos. Admitir la Resurrección de Jesús nos invita al cambio de vida y a la conversión. Y eso nos complica la vida. Cuando se piensa que el amor es procurarse bienestar y satisfacción para uno mismo, se está en el polo opuesto, y lo que se hace es vivir en el egoísmo y para uno mismo. Luego, en cuanto se exige renuncia y sacrificio, el amor falseado desaparece y se desenmascara.

Entonces, tratamos de justificarnos y de levantar barreras que nos impiden creer. Utilizamos el filtro de la razón y ponemos nuestra condición humana, débil y frágil, para justificar nuestros pecados y no dar el brazo a torcer. Pensamos que, por nosotros mismos podemos amar, y no descubrimos que sólo en el Señor podemos llegar a ser capaces de vencernos y darnos en amor.

Jesús ya ha dicho todo en la Cruz. Nos ha redimido y perdonado, y en consecuencia, salvados. No habrá más señales ni prodigios. Todo ha sido consumado. Ahora depende de ti, de abrirte a su Palabra y a su Amor. Ha entregado la Vida por ti, para cambiarte la tuya por una Vida en plenitud eternamente.

domingo, 23 de julio de 2017

MUNDO EN TENTACIÓN

(Mt 13,24-43)
Tenemos los pies puesto sobre la tierra, y en esa tierra hay polvo en suspensión que nos impide ver; hay también temblores y tempestades que encienden nuestras pasiones y nos amenazan tentándonos y sometiéndonos. Hay peligros por doquier y nunca estamos seguros. Vemos que la cizaña crece junto al trigo. Y el único remedio que nos queda es no dejar de ser trigo. Sostenernos firmes, pacientes y fieles a esa Palabra que riega nuestra vida y la sostiene en la Verdad y el Amor.

Quizás esa sea nuestra prueba. El enemigo está presto y atento, y al menor despiste planta cizaña para, enredándose con las semillas, ahogarlas. Nuestra batalla es estar vigilante y en actitud de lucha. Lucha contra la mala hierba, que trata de ahogarnos yo no dejarnos crecer.

Necesitamos ser pacientes y perseverar, a pesar de que convivamos con esa cizaña que nos molesta y nos tienta. Es la cruz que tenemos que cargar y sobre llevar sobre nuestros hombros. No tratemos de  ir a la lucha directa, porque eso persigue el Maligno. Trata de desesperarnos y de confundirnos, e intenta que en la lucha nos entreguemos y bajemos los brazos. La tentación de la comodidad está siempre a nuestro lado.

Se trata de no desfallecer y de sostenernos fieles hasta el final de la ciega. Es en ese momento cuando los segadores enviados, los ángeles del Señor, arrancarán primero la cizaña y la atarán en gavillas para, luego, quemarla. Así quedará el trigo limpios libre para ser recogido y llevado a los graneros. 

De esta forma sencilla, Jesús, el señor, nos aclara el resultado final de nuestras vidas. Habrá un criba de lo malo y lo bueno, y se desechará lo malo, para quedarse con lo bueno. Eso deja también claro que habrá una resurrección, pues para celebrar juicio final, tendrá que haber primero resurrección. Tratemos, pues, de sembrar buena semilla en nuestra tierra, y de estar vigilante y atentos para que la mala hierba no afecte a la buena semilla y pueda crecer y dar frutos.

sábado, 22 de julio de 2017

ANSÍAS DE BÚSQUEDA

Jn 20,1-2.11-18
María Magdalena buscaba al Señor después de muerto. Su compromiso y relación con Él la impulsaban a buscarle, a pesar de que le creía muerto. Lloraba desconsolada su muerte y quería rendirle tributo a su amor. María sentía que, Aquel, que le había dado tanto amor y esperanzas; Aquel que había levantado su vida, liberándola y perdonándola; dándole sentido y dignidad de mujer, se había ido. Lloraba desconsolada su muerte.

Sin embargo, la realidad era otra. En su desconsolada tristeza advierte que hay dos personas, ángeles que ella no suponía ni sabía, que le pregunta por lo que busca. María les responde:  busco a mi Señor y no sé donde lo han puesto. Pero, al darse la vuelta ve a Jesús de pie, pero ignora que sea Él. Y Jesús le dice:Mujer,¿ por qué lloras ?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime donde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice ¡Rabboni!, que significa. ¡Maestro!

Sabemos que ocurre a continuación por el relato evangélico, pero, la cuestión es discernir y buscar las veces que el Señor se nos ha presentado también a nosotros. Quizás lo hayamos confundido con otro, como le ocurrió a María Magdalena, o no sepamos distinguir su voz y su acento. Eso nos lleva a preguntarnos si realmente conocemos bien al Señor. Porque, cuando se conoce bien a una persona se le distingue por muchos detalles.

Este hermoso relato, fundamental para la fe del creyente, nos interpela y nos vuelve la mirada para nuestro interior. Porque, también a nosotros se nos presenta el Señor. Quizás no como a María Magdalena, pero sí de otra forma o medio. Igual a través del anuncio a María Magdalena; igual por algún testimonio del entorno familiar; quizás por el de un amigo cercano o de alguien que Dios ha puesto en tu vida para revelarte su presencia.

Tú, Señor, eres nuestra esperanza y nuestra vida. Queremos buscarte como María Magdalena, para adorarte y vivir en tu Voluntad. Danos esa fortaleza para no desfallecer  y estar siempre en tu camino. Amén.

viernes, 21 de julio de 2017

LA LEY Y EL SÁBADO, ¿POR ENCIMA DEL HOMBRE?

(Mt 12,1-8)
La Ley está para ser cumplida, pero nunca puede ir contra el bien, la verdad y el beneficio del hombre. No puede dictarse una ley que haga sufrir al hombre y no sea para su bien. Sería eso contradictorio, y, por lo tanto, dejaría de ser ley. Es absurdo y disparatado pasar hambre porque lo diga la ley. No tiene sentido que eso sea así. Y, por eso, Jesús no la cumple y la desenmascara como una ley dictada para conveniencia o caprichos de otros.

«Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado». Pero Él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».

Misericordia quiero y no sacrificio. No se trata de exigir esfuerzos, que rozan lo sobre humano, sino de facilitar el camino del bien y de la verdad. Y a eso sólo da respuesta el amor. Un amor misericordioso que comprende y perdona y libera para hacer el bien y proclamar la verdad.

Y nunca puede ponerse el sábado para atar al hombre y prohibirle moverse. El sábado siempre en función del hombre y para el servicio del hombre. Porque amar a Dios presupone amar al hombre, y eso significa que siempre hay que poner al hombre por encima de la ley y, por supuesto, del sábado.

jueves, 20 de julio de 2017

VIVIR CONFIADO Y ESPERANZADO EN LA PALABRA DEL SEÑOR

(Mt 11,28-30)
Ayer hablaba con un amigo. Él se confesaba incrédulo y, por tanto, alejado de Dios. Ese alejamiento le lleva a desconocerlo por completo. En esas consecuencias se hace muy difícil encontrarse con Jesús. Porque, la fe viene y nace en un encuentro personal donde experimentas su presencia y su cercanía. Y en ese camino crece tu fe. La fe es un proceso que se va fraguando en el camino de tu vida.

Es posible que el encuentro con Jesús te incomode de entrada, y te plantee interrogantes e incertidumbre. Posiblemente, te hará pasarlo mal y cambiar de rumbo. Eso siempre cuesta. Y más si tu mente empieza a razonar y a pasar todo por el prisma humano. 

La razón descompone toda la luz y la transforma en humanidad. Y lo humano exige razón, pero al mismo tiempo, es error, débil y pecado. el hombre no encuentra a Dios en la razón. Si lo intuye, y hasta lo supone, pero no lo encuentra. La fe es un don de Dios. Y cuando te abandonas en Él, la luz de tu corazón empieza a encenderse, y la paz de saber que en Él puedes descansar, te alivia y te da esperanza.

Tendrás que hacer el gran esfuerzo de abajarte, ser humilde y convertir tu corazón como el de un niño. No hay otro camino. Dios te quiere, pero te exige fe y que confíes en Él. No le encontrarás por la razón. Sólo presentirás, pero eso no es fe. También, ayer me dijo un médico que creía en Dios, pero si tu vida no está comprometida, en y por Él, para amar y perdonar, ese Dios no es el mismo del que nos habla Jesús.

Dios no es una doctrina, ni unas prácticas. Menos una religión o una ideología. Dios es la Trinidad, Padre-Hijo y Espíritu Santo, que te ama y te ofrece la Buena Noticia de salvación. Y en su Hijo Jesús te la revela. Lo hemos dicho muchas veces, Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso, como su Palabra no falla, hoy nos alegramos y nos llenamos de esperanza al oír de sus labios estas hermosas Palabras llenas de esperanza y de paz: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

miércoles, 19 de julio de 2017

SABIOS QUE BRILLAN POR SU IGNORANCIA

Mt 11, 25-27
Hay mucho sabio que sabiendo tanto no logran mejorar nada el mundo. Aparentemente, los inventos y el progreso parecen mejorarlo, pero luego vemos que la cizaña y las malas hierbas se encargan de deteriorar todo lo bueno que pueda haber ahí y dar frutos malos y dañinos. 

Están, también, aquellos que razonan todo lo que ven y oyen, y no dan el brazo a torcer ante nada que no entiendan o, según ellos, no comprendan y no comulgue con sus ideas o pensamientos. A esos, posiblemente no les convenza nada. Se cierra a todo lo que no sea de su cosecha o les moleste. No están dispuesto a cambiar en nada que les exija sacrificio y despojo. Pueden renunciar a otras cosas que no suponga dejar sus ideas y convicciones.

Hablamos de los sabios y entendidos, que creyéndoselos, desprecian y desaprovechan el mayor Tesoro que pueden encontrar y que les abrirá las puertas de la salvación eterna. Esa que ellos buscan sin encontrarla y que ignoran que buscan donde no se encuentra y nunca encontraran. Porque, sólo en la sencillez y en la humildad podrán encontrar la Verdad y la Salvación.

Así ha creído nuestro Padre Dios que será mejor, revelar la Verdad a la gente sencilla, humilde y abierta a recibir la Buena Noticia. Buena Noticia porque es la que da la Salvación y la Vida Eterna. De forma que no hay otra manera, sino abajarnos humildemente con sencillez y reconocer que estamos sometidos y esclavizados por el pecado, y nada podemos hacer por nuestra cuenta. Pues, nuestra sabiduría nada puede lograr, ni siquiera mover un pelo de nuestro cabello.

Por eso, nos dice el Señor: "Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre. Y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y a aquel a quien el Hijo se lo quiera revela".

martes, 18 de julio de 2017

SOY YO COROZAÍN O BETSAIDA?

(Mt 11,20-24)
Quizás no nos demos cuenta, pero muchas veces habremos ocupado el lugar de Corozaín o Betsaida frente a la Palabra del Señor que nos habla y, también, delante y en presencia de sus obras, curando a muchos de sus enfermedades y devolviéndoles la vida. ¿Cuántas veces le hemos negado o escuchado con indiferencia sin prestarle atención?

¿Nos habrá reprochado el Señor tanta indiferencia? Sabemos que su Misericordia es Infinita, pero también sabemos que nuestro tiempo se acaba. Los años pasan y mi vida recorre sus últimos días. He pensado mucho en eso en estos últimos años. Posiblemente, mis humildes reflexiones habrán terminado su recorrido dentro de, en el mejor de los casos, diez o quince años. Alargándolo algo más, veinte a lo sumo. Y tendré que estar, si Él así lo dispone, en su presencia y rendirle cuenta. 

Por eso, quiero darme prisa en no perder ni un minuto en derramar mi amor y mis buenas intenciones en todos los lugares por donde paso. Al mismo tiempo, experimento, que no soy yo quien puede hacerlo, sino el Espíritu de Dios que hace en mi humilde persona su Obra. Sí, Señor, no quiero quedarme como Corozaín o Betsaida, pasivas a tu Palabra, sino todo lo contrario. Quiero empaparme de ella para darla y enseñarla, con mi vida y palabra, injertado en tu Espíritu, a todos aquellos que se abran y quieran recibirla. Como ocurrió, no se me quita del pensamiento, a Felipe, que impulsado por el Espíritu, se acercó al eunuco para explicarle la Escritura que leía -Hch 8, 23-35-.

La vida no importa, sino el instante ante la presencia del Señor. La muerte es el momento más glorioso y más esperado por el creyente, porque es la gran cita con el Señor. No ya, presente en la Eucaristía, sino en presencia difinitiva para entrar en su Casa. En presencia sin velo ni espacio ni tiempo, sino en directo riguroso y abierto a su Gracia y su presencia. Es lo más grande que puede pasarnos y el momento del gran Oscar, la Gloria Eterna.

Es eso lo más importante y lo que debe cuestionar y dirigir nuestro ser y obrar en el camino de este, nuestro mundo, del que esperamos ser liberados por la Gracia y méritos de nuestro Señor Jesúcristo.

lunes, 17 de julio de 2017

VERDAD CONTRA MENTIRA

(Mt 10,34--11,1)
El cristiano no puede convivir con la mentira, ni tampoco con la apariencia. Y ocurre que en las familias hay de todo un poco, y los que dicen mentiras o falsean la verdad. E, incluso, impiden que alguno de sus miembros vivan en la verdad. En esas circunstancias, las familias, los hijos, hermanos, padres y madres y amigos son verdaderas murallas que se levantan entre ti y Jesús. Y llega el momento en que tienes que decidir, instalarte, mostrarte indiferente o enfrentarte a ellos.

El Evangelio de hoy nos descubre esa realidad. No se trata de enfrentarte literalmente como dice la Palabra, sino de saltar y superar los obstáculos que, dentro de la familia, te puedan impedir acercarte al Señor. Y, no sólo eso, sino arriconarlo en un segundo plano. El Señor es lo primero y el centro de nuestra vida. 

Y es lógico y de sentido común. Observa que poner a Dios como la primera opción de tu vida significa que una de las cosas que tienes que tener presente es honrar a tu padre y a tu madre. Cuanto más cerca estés de Jesús, más cerca estarás de tus padres, y de tus hermanos y familia. Y también de todos los demás, porque lo primero que Dios te exige para amarle a Él es amar al prójimo. Sobre todo a los enemigos.

Comprendes entonces que lo que Dios te pide no es un enfrentamiento directo con tu familia, sino una opción por Él, que busca hacerte mejor con su Gracia, y, por supuesto, prepararte para amar. Amar a todos, empezando por tu familia y hermanos. Recuerda que Él lo dijo cuando, hablando a la gente, le avisaron que su madre y hermanos le buscaban -Mt 12, 46-. Su Madre es grande porque precisamente cumple la Voluntad de Dios.

Y esa es la Voluntad de Dios, amar a todos los hombres. De manera especial a los enemigos. Y nada ni nadie debe impedirte hacer y dedicarte a cumplir la Voluntad de Dios. Por eso, Jesús te dice: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

domingo, 16 de julio de 2017

EXPERIENCIAS Y RESPONSABILIDADES

(Mt 13,1-23)
Observamos que, en una misma tierra, las misma semilla plantada tiene diferente crecimiento. Mientras una crece y se desarrolla fuerte y robusta, dando frutos, otra permanece más pasiva, más lenta y su desarrollo se retrasa y sus frutos también. Están en la misma tierra, pero, al parecer, una parte parece mejor abonada que otra. 

De la misma forma ocurre lo mismo con la familia o el colegio. Todos sus miembros o alumnos reciben la misma educación y conocimientos, sin embargo, unos serán creyentes y otros no. Jesús nos habla hoy de esa realidad. Dios ha querido que todo no dependa de Él, y nuestro sentido común nos dirá que debe ser así para que nosotros tengamos que poner algo de nuestra parte. Se nos ha creado libres, y esa libertar nos hará responsable de nuestras decisiones. De modo que, de ti y de mí dependerá abonar bien esa tierra donde nuestro Padre Dios ha plantado su semilla de Amor.

El abono de Dios va incluido en tu corazón. En él está impresa la huella de Dios, pero ahora hace falta que su siembra dé frutos. Y para eso necesita morir y convertirse en buen árbol que dé buenos y hermosos frutos. No es fácil el cultivo, porque hay muchas circunstancias que pueden estropear o entorpecer el desarrollo de la semilla y no dejarla crecer, ahogándola y secándola.

Muchos oyen la Palabra de Dios, pero no la comprenden ni se preocupan o esfuerzan en hacerlo. El eunuco a quien se acercó Felipe tuvo interés en comprender lo que decía la Palabra que leía, y pidió a Felipe que se la explicara -Hachó 8, 26-35-. Quizás a ti también se han acercado otros ni no has hecho caso. Esos que actúan así terminaran por, arrastrados por el Maligno, alejarse de Dios. Otros la reciben gozosos y alegres, pero a las primeras dificultades y reveses de la vida se echan atrás y terminar por abandonar. Son aquellos que, quizás, no tienen la meta clara y piensan que seguir a Jesús es camino de rosas y todo les irá bien.

Los hay que reciben la Palabra de Dios, pero no quieren dejar el mundo, y las seducciones, placeres  y riquezas terminan por apartarles de Dios. Por fin, están aquellos que acogen la Palabra, la cuidan y la cultivan y la llevan a su vida con todas sus consecuencias, y el resultado son buenos frutos. Tratemos de ser esa tierra buena que dé frutos en la esperanza de que el Señor nos dará el ciento por uno.

sábado, 15 de julio de 2017

TRAS LA SANGRE DE CRISTO

(Mt 10,24-33)
Seguir el camino que Jesús ha trazado es aceptar un camino de sangre y sufrimiento. El fue llevado como cordero mudo para ser trasquilado y no abrió su boca para quejarse. Soportó todo insulto y malos trato, y no hizo nada por defenderse. Acepto todo insulto y reproches de Pilato y del Sanedrín, sin responder ni tratar de defenderse -Hch 8, 26-25.

Es a ese Jesús a quien seguimos. Un Jesús llevado como oveja muda para ser trasquilada; un Jesús que no protesta y, siendo injustamente sentenciado, acepta su condena y sufrimiento. Por tanto, nuestro camino está marcado por el dolor de resistir ante la mentira, la violencia y la condena que rechazan al Señor y a todos sus seguidores. Sufriremos como Él, sin embargo, todo saldrá a la luz, nos dice el Señor.
No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.

Tengamos miedo sólo al pecado. Es decir, a romper nuestra amistad con el Señor, y a dejarnos dominar por el diablo. Porque es ese el que nos puede desviar del camino que Dios nos señala. Confiemos en la Palabra del Señor y que Él estará siempre con nosotros, y nos defenderá llegado el momento del peligro.

Y no olvidemos sus Palabras: Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos».

viernes, 14 de julio de 2017

NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN

(Mt 10,16-23)
Estas palabras las repetimos a diario cuando rezamos el Padre nuestro. Posiblemente pasen desapercibidas en muchos momentos y no advirtamos que nuestro peligro es inminente. El mundo es una jauría de lobos que, sin advertirlo, nos amenazan y nos atacan. Basta olvidar cualquier objeto de valor, y no saber nada más de él. Incluso en clubes y lugares de confianza.

Vivimos en un mundo de lobos donde impera la supervivencia y la ambición de tener, no sólo más, sino también poder. Y eso descubre una ley injusta y de poder. Y quien tenga más poder, tendrá más posibilidades de vencer y someter al otro. Por lo tanto, no conviene sermones ni consejos morales, y menos la Palabra de Dios. Ellos no entienden sino de fuerza y poder, y quienes estén contra ellos y sus intereses, los azotarán, entregaran a tribunales y serán acusados y llevados ante gobernadores y reyes.

Y eso es lo que experimentamos en este mundo en el que vivimos. Ocurre todo tal y como está descrito por Jesús. Hoy, los cristianos somos perseguidos. En unos países más que en otros, o de diferente formas, pero todos perseguidos. La vida, la eutanasia, el matrimonio, la familia...etc., son valores que no se respetan y que se quieren destruir o administrar según ellos. Ellos que mandan en el mundo y manipulan a los que se sienten ovejas perdidas. Por eso, necesitamos ir al mundo, y aunque estemos en medio de lobos, actuar tal y como nos dice Jesús:
Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.

Pero, no tengamos miedo. Ya nos dice el Señor que no nos preocupemos, aunque, también nosotros debemos poner toda la prudencia y esfuerzo que estén de nuestra parte. Él cumple siempre lo que dice. Por lo tanto, estemos confiados y tranquilos. Sus Palabras nos dan paz y sosiego: Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. 

jueves, 13 de julio de 2017

ANTE LA MUERTE, LA RESURRECCIÓN

(Mt 10,7-15)
No hay temor, pues con y por Jesús, el Hijo de Dios Vivo, estamos salvados. Dios ha enviado a su Hijo, Jesús, para darnos Vida Eterna. Él ha pagado por todos nuestros pecados, rescatándonos de la condenación eterna, con su Muerte en la Cruz. Y nos ha salvado para siempre. Por lo tanto, no hay ningún temor, porque nuestra muerte en este mundo es la escalera para llegar al otro, al verdadero, donde nos espera el Señor.

Y esta es la Buena Noticia de Salvación que tenemos que proclamar. ¡Estamos salvados! Una Buena Noticia que daremos gratis, porque gratis la hemos recibido. Y que ofreceremos a todos, de manera especial a todos aquellos que abran sus corazones para recibirla. Es una Noticia que no se impone, sino que se propone y se regala a quienes quieran acogerla. Indudablemente, será de muy mal gusto rechazar la salvación.

El Señor no traza el camino y el método. Muy sencillo, el esfuerzo de tratar de amarnos y amarnos, a pesar de nuestros defectos, de nuestras caídas y fracasos. Vuelta a la lucha, a tratar, cada día, de ser mejor y de, con y por la Gracia de Dios, mejorar y transformar nuestros corazones. El Espíritu Santo irá haciendo el trabajo y, sin darnos cuenta, experimentaremos que nuestros corazones se irán transformando y mejorando, pareciéndose al del Señor.

No se trata de imponer sino de ofrecer y proponer lo que todo hombre quiere y busca. No se trata de tirar este tesoro de la Palabra a los perros, que la pisotean o la desprecian. Así, el Señor nos dice:
 «En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

miércoles, 12 de julio de 2017

JESÚS NO SE PUEDE GUARDAR

(Mt 10,1-7):
Sería un contra sentido conocer a Jesús para guardarlo para nosotros mismos.  Y, lo sería, porque la esencia principal de Jesús es el Amor. Jesús se hace el encontradizo porque nos ama, y porque quiere que nosotros también le amemos. Pero, le da un matiz especial a ese deseo de amar.  Quiere que le demostremos ese amor a Él reflejándolo en el amor a los demás. Es decir, le amaremos a Él cuando volcamos nuestro amor en los demás.

Y nos deja perplejos y sin respiración. Porque ese amar a los demás nos hermana y nos predispone a despojarnos de nosotros mismos para acoger y escuchar a los demás. Porque es en la escucha donde encontramos la manera y la forma de hacer el bien, y, por tanto, amar. Eso nos lleva a un compromiso ineludible. Un compromiso que no tiene otra salida, sino la de darse en amor. Y eso implica y exige proclamarlo. Y es, precisamente eso lo que Jesús nos dice y propone: A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Había elegido a doce enviándololos a proclamar la Buena Noticia de salvación. Pero, esos doce no serán eternos, y ello implica que también nosotros somos enviados, por el compromiso de nuestro Bautismo, a proclamar su Mensaje de salvación. Mensaje, que hoy se extiende a todos los hombres, pero que sólo podremos derramarlo en aquellos que se abren a su acogida y están disponible a recibirlo.

Nosotros por nuestra cuenta, debemos estar preparados y llenarnos del Espíritu Santo, para derramar en la medida de nuestras capacidades todo el testimonio de que somos capaces por la acción del Espíritu.

martes, 11 de julio de 2017

LO PRIMERO SIGNIFICA DEJARLO TODO

(Mt 19,27-29)
Cuando ponemos una meta queremos significar que todos nuestros esfuerzos irán dirigidos a conseguir dicha meta. Seguir a Jesús y ponerlo como centro de nuestra vida, significa que Él será lo primero, y dejaremos todo lo demás para ponerlo en función de Él.

Imitando al Maestro, descubrimos que Jesús, el Señor, no sólo lo ha dejado todo, despojándose de su condición Divina, para hacerse igual a nosotros, menos en el pecado, sino que ha entregado su propia vida, en y para rescate por todos los pecados del hombre. Él lo ha dado todo, y también nos exige que nosotros lo demos todo. Y también nos recompensará dándonos todo, la Vida Eterna en plenitud. 

La experiencia nos demuestra que todo lo que se mueve aquí abajo es perecedero y no tiene consistencias. Las cosas de este mundo nos endurecen el corazón y nos hacen más egoístas y estériles, condenándonos al sin sentido y a la muerte. Descubrimos que conseguidas muchas cosas en las que ponemos nuestras esperanzas, pronto quedan obsoletas y vacías. Sólo la Verdad perdura y nos llena plenamente.

Jesús nos lo promete muy claramente cuando nos dice: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna».

Vivamos con la esperanza de poner al Señor en el centro de nuestra vida, con la confianza y certeza de que somos ya recompensados con su Amor en este mundo. Un Amor gratuito del que no somos merecedores ni podemos entender. 

lunes, 10 de julio de 2017

LA LEY NO NOS SALVA

(Mt 9,18-26)
Estamos encadenados a la Ley, y pensamos que, cumpliéndola,  nos salvamos. El cumplimiento es la disciplina que está muy metida en nuestro corazón y que, sin darnos cuenta, adoramos, substituyéndola por Dios. Importa cumplir y así nos salvamos. Eso, paño y vino viejo de los antiguos, sigue vigente hoy, y damos mucha importancia al cumplimiento olvidando el amor y el perdón.

Ley y disciplina son esclavitudes que nos someten y, valga la redundancia, nos esclavizan.. No significa esto, ni tampoco quiere decir, que la Ley y la disciplina no son necesarias, sino que ellas, por sí mismas, no salvan, ni, por supuesto, dan vida. Es Cristo, el Señor, quien da Vida. Verdadera Vida Eterna. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Sin embargo, se hace necesaria nuestra colaboración. Somos seres libres. Creados en libertad, y dependerá de nosotros dar ese paso de abrirnos a la Gracia de Dios. Es lo que nos dice el Evangelio de hoy cuando nos cita estos dos ejemplos de búsqueda y fe. A), el personaje que le pide al Señor que le devuelva la vida a su hija que acaba de morir, b), la mujer que sigue al Señor con intención de tocarle el manto, confiada que así se curará su enfermedad.

Ambos tienen en común la fe, y la persistencia en la búsqueda y encuentro con Jesús. Ambos buscan la Vida, y confían en la única Vida, el Señor. ¿Buscamos también nosotros al Vida en el Señor? ¿O la buscamos en el mundo? El primero, aquel personaje, le pide al Señor que con sólo poner su Mano sobre su hija, ésta recobrará la vida. Y la segunda, aquella mujer hemorroisa, confía en que llegado a tocar su manto, su flujo de sangre terminará y podrá engendrar y dar vida.

Ambos están convencidos que Jesús es Fuente de vida, y, ambos, la buscan en Él. Jesús, no sólo es Camino y Verdad, sino fundamentalmente Vida. Y Vida Eterna. ¿Buscamos nosotros la verdadera Vida en Jesús? ¿Nos ponemos en camino, proceso de fe, para, siguiendo a Jesús encontrar la Verdad y la Vida?

domingo, 9 de julio de 2017

SABIOS E INTELIGENTES

(Mt 11,25-30)
El hombre en cuanto sabe algo se cree grande e inteligente. Esos son los sabios de este mundo, que han descubierto algunas cosas que estaban ocultas a los ojos de los demás, y se creen entendidos y dueños del universo. Observamos que brilla por su ausencia la humildad y sencillez. 

Hoy, Jesús, bendice al Padre porque revela el misterio de la salvación al hombre humilde y sencillo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

 El Señor deja muy claro la condición necesaria e imprescindible para abrazar el Evangelio. La  Buena Noticia de Salvación. Son, precisamente, los sabio e inteligentes los que por su presunción de sabios se cierran a la Verdad y a la Salvación. Sólo, los capaces de humillarse, tal y como hizo María, la Madre humilde y sencilla, pueden alcanzar esa Buena Noticia de Salvación.

Sin esa condición nos cerraremos a la Verdad. Y lo experimentamos personalmente, pues, sólo cuando somos capaces de ser humilde, no sólo abrimos nuestro corazón a la Luz Divina, sino que experimentamos la paz y el gozo que da el descanso de descubrirnos a la Verdad. Es, precisamente, en el Señor donde encontramos nuestro descanso y paz.

 Porque, sólo, cuando nos esforzamos en ser mansos y humildes como Él, encontramos paz y sosiego. Comprendemos que sólo en la actitud de ser de los últimos, con la disponibilidad de servir por amor, podremos recibir la Luz de la Verdad.

sábado, 8 de julio de 2017

LO VIEJO Y LO NUEVO

(Mt 9,14-17)
Muchas veces la Palabra se hace difícil entenderla. Bien, porque estamos bloqueados, o bien, porque estamos ciegos. De cualquier forma, no siempre estamos en sintonía con la Palabra de Dios. Por eso, siempre, estemos o no en sintonía y en la misma frecuencia con el Señor, necesitaremos la Luz y la Gracia del Espíritu Santo para poder interpretar y vivirla. 

Eso nos invita, posiblemente, al ayuno. Porque, ayunar no es sólo abstenerse de comer, sino también privarte de tu tiempo para entregarlo a los demás. Porque, ayunar también es poner tu vida en Manos del Espíritu Santo y dejarla correr según su Voluntad. Porque, ayunar, no consiste en mortificarse, sino en darse por el bien de los demás.

Y, es lógico y de sentido común que, cuando estamos con Jesús, todo es diferente. Y todo se vuelve festivo y se viste de alegría y novedad. En las fiestas no puedes poner cara de tristeza, pues de ser así dejaría de serlo. Tiempo habrá para darle salida y ponernos en situación de ayuno y penitencia. Ahora es tiempo de salvación, y Jesús está entre nosotros, motivo de alegría y gozo.

No se trata, pues, de hacer sacrificios como se entendía antes de la venida del Señor. La Buena Noticia renueva nuestra vida y actualiza nuestra fe. Se trata de amar. Amar como el mismos Jesús nos ha enseñado en su estancia terrenal entre nosotros. Porque, quien ama, hace y da frutos.

Pero, más importante aún, porque, quien ama está con el Señor. Y es que no se pude amar sin estar con Él. Él es lo nuevo, la Buena Noticia, el vino nuevo, que hay que conservar en odres nuevos. Nunca echarlo en odres viejos, porque reventarán y se estropearán. La fe madura y se renueva, y, para dar frutos, necesita actualizarse en el Señor. Abrir nuestros corazones y dejarnos guiar por el Espíritu Santo.

viernes, 7 de julio de 2017

¿CUÁL ES TU SITUACIÓN?

(Mt 9,9-13)
¿Dónde gastamos nuestro tiempo? ¿Cuál es nuestra situación? Porque, pensamos que pasarlo bien es lo importante, y a eso dedicamos nuestros esfuerzos y empeño. Nos despreocupamos de los demás y sólo miramos para nuestros proyectos y satisfacciones.

¿Dedicamos tiempo para nuestra relación con Dios y servicio para el bien de los hermanos, mejorando con ello nuestro mundo? Esa es, quizás, la llamada que Jesús nos hace hoy en Mateo. Nos invita a seguirle. Y seguir a Jesús es ponerlo en el centro de nuestra de vida, dedicándole nuestro tiempo en nuestra íntima relación con Él y abrazándole en el servicio a los hermanos.

Es decir, no puedes expresar tu servicio a Dios, dejando a un lado el servicio a los hermanos. Es verdad que la cosa exige esfuerzo y entrega, pero, también, es verdad, que no estamos solos. Contamos con la Gracia del Espíritu Santo que nos da la fortaleza, la sabiduría, la capacidad de entrega y todo lo que, nuestro esfuerzo, nos vaya exigiendo a fin de cumplir con el amor a Dios y al prójimo.

Queda de manifiesto que necesitamos ayuda, y para eso ha venido Jesús. Él nos lo dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal». El hombre es un ser débil y frágil. Ese es uno de los graves pecados del hombre, creerse que se pueden salvar por sus propios medios y con el cumplimiento de la Ley. Y en ese grave error estaban los fariseos, que le daban a la Ley todo el valor y en ella centraban toda su vida y esfuerzos.

Se escandalizaban de que Jesús comiera con publicanos, considerados como pecadores. Y Jesús, dándose cuenta de este error, les reprende, y les dice: «Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

jueves, 6 de julio de 2017

LA SALVACIÓN NO ES PARA ESTE MUNDO

(Mt 9,1-8)
Nuestro cuerpo está sometido y sujeto a las leyes terrenales. Estamos contenidos dentro del espacio y el tiempo, y, por tanto, sujeto a sus leyes. El tiempo pasa y deteriora nuestro cuerpo. Estamos, pues, destinados a morir. Morir nuestro cuerpo terrenal, que es corrupto, pero no nuestra alma y nuestro cuerpo glorioso, como el de Jesús, destinado a vivir eternamente. 

Meternos en esas profundidades, insuperables para nosotros, es perdernos. Nos basta la Palabra del Señor y su Resurrección. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y todo lo que ha dicho y prometido se cumplirá. Sólo basta Él y su Palabra.

La primera reacción del Señor es salvar a paralítico. Es indudable que lo primero y principal es perdonar sus pecados. Es decir, limpiar su alma para salvarlo. Y así lo hace: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Es lo importante y lo que todos necesitamos. Alcanzar la Misericordia del Señor para salvarnos. Porque, nuestro cuerpo volverá a enfermar. Curado de esta parálisis, vendrá otra u otra enfermedad que será la definitiva. Lázaro, el íntimo amigo de Jesús fue resucitado por Él, pero tuvo que morir más tarde. Porque, en este mundo todos tenemos que morir y compartir nuestra muerte con Jesús. 

Pero no sólo una muerte corporal, sino también una muerte a nuestro egoísmos y ambiciones terrenales. Una muerte de nuestra vida al éxito mundano y a nuestros proyectos y vanidades. Una muerte que nos limpia de nuestros pecados por la Misericordia de Dios. Pecados que sólo Dios tiene poder para perdonarlo y que en el Evangelio de hoy lo deja claro: ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. 

miércoles, 5 de julio de 2017

LA LIBERTAD DE ELEGIR

(Mt 8,28-34)
La libertad es un don muy preciado, pero a la vez es una gran y arriesgada responsabilidad. Porque, dependiendo de la elección que hagamos, dependerá nuestro gozo y felicidad eterna. Así de sencillo y breve. Nos jugamos todo en la elección del camino a tomar. Quizás no somos muy consciente. Mientras tenemos vida nos parece que siempre hay tiempo, y nos cuesta mucho cambiar.

Estamos tan ciegos y sometidos que apreciamos más el valor económico de una piara de cerdos, que el poder de expulsar al demonio y liberar al hombre. A tanto llega nuestro juicio que invitamos al Señor a irse por los daños que nos ha causado. Tenemos delante de nuestros propios ojos al Libertador y Salvador, que nos ofrece Vida Eterna, y lo cambiamos por una piara de cerdos.

Y tanto egoísmo y ceguera nos lleva a rechazar el Amor de Dios. Somos las únicas criaturas que podemos limitar el Poder de Dios, y prohibirle entrar en nuestro corazón. No tomamos conciencia de lo que Dios nos quiere, hasta el punto que nos ha dado poder para rechazarle y no dejarnos abrazar y rendirnos en sus brazos. Esa es la Voluntad de Dios, y lo que nos da, entre paréntesis, un cierto mérito a nuestra salvación. Porque está en nuestro poder el aceptarla y tomarla, o dejarla y rechazarla.

Es un misterio, que no mereciendo nada, esté en nuestras manos la llave de nuestra salvación. Porque, aunque todo depende del Señor, Él ha dejado en nosotros la última decisión que nos dará la salvación. Nos ha creado libres y dependerá de nosotros responder a su oferta de salvación.

Todo lo ha dejado en nuestras manos. Si le rechazamos, no nos importuna. Nos deja y se marcha. Él ha pagado por nuestra libertad y felicidad. Y seremos nosotros los que perderemos, pues estando salvados y finiquitada nuestra deuda, la dejamos escapar y perder para siempre. Mira que somos tontos. Estamos cegados y esclavizados por el demonio. ¡Despertemos!

martes, 4 de julio de 2017

CUANDO LA OSCURIDAD NOS ENVUELVE

(Mt 8,23-27)
Nos ha ocurrido muchas veces, y nos seguirá ocurriendo. Quizás a unos más que a otros, pero todos experimentamos momentos pesarosos y duros en el camino de nuestra vida. Son las llamadas tempestades, que nos azotan y envuelven y nos hunden en depresiones, locuras o desesperanzas. Posiblemente, cuando leas estas humildes letras, irás recordando las tuyas propias. Pero, también, te sentirás orgulloso/a de haberlas superados. O, al menos, estar en esa actitud.

Porque el camino seguirá así hasta el final. Decíamos ayer que la lucha es diaria, constante y dura. Levantarnos cada mañana cuesta. La tentación de abandonarnos y dejarnos ir nos acecha y nos tienta. Seguir caminando es la consigna, pero exige esfuerzo y perseverancia. Sí, conviene tomarte un vaso de agua por el camino para refrescar, pero siempre con el ánimo de seguir.

No cabe ninguna duda que si no tienes claro tu meta en ese horizonte donde se pierde tu mirada, la fatiga termina por vencerte. La meta es importante, porque ella, aunque no la veamos, o la veamos lejos, nos dará fuerza para seguir remando contra corriente. Pero, tu meta no puede ser cualquier meta. Debe de ser una Meta que de Vida, Vida Eterna. Porque, tras el esfuerzo del camino, y el agotamiento que nos exige, encontrar una meta que vuelve a morir no apetece mucho. Ni tampoco da fuerzas para seguir la lucha.

Hay que insistir y despertar al Señor. Al Señor, dueño Absoluto de los vientos y las tempestades. Dueño Absoluto de la Vida, y dador de Vida Nueva y Eterna. Pero, despertarlo en la fe de sabernos bien cuidados y salvados. Él, nos ha traído la Buena Noticia de Salvación enviado por su Padre. 

Y nos ha revelado el Amor Infinito y Misericordioso que nos tiene. Y el gran regalo de querer llevarnos con Él, a vivir una vida nueva llena de gozo y plenitud.

lunes, 3 de julio de 2017

LAS DUDAS NOS ACECHAN CADA DÍA

(Jn 20,24-29)
No habrá un momento de descanso. Cada día es una batalla y un mar de dudas. Cada paso significa, si nos sostenemos en el Señor, perseverar en Él. No importa nuestras dudas ni nuestras caídas. Él lo sabía, y lo sabe, y con todo eso cree en nosotros, nos acompaña, nos asiste en el Espíritu Santo, y nos perdona misericordiosamente. No se puede pedir más amor. Amor Eterno.

Así que no hay disculpa. Dependerá de nosotros vivir cada día en la Gracia del Señor. Él nos abre sus brazos y nos da su fortaleza y poder. Dependerá de nosotros creer y confiarnos en su Palabra. Sí, hay muchas dudas, muchos misterios y muchas razones que no alcanzan a descifrar ni entender en Poder y el Misterio de Dios. Pero, ante todo eso, Dios está presente en nuestra vida, y su Hijo, nuestro Señor, se ha hecho Carne, Hombre como nosotros, y nos ha revelado el Amor y la intención del Padre. ¿Se puede pedir más?

Estamos perdonados y salvados. Jesús, el Hijo de Dios, y nuestro Señor, ha dado su Vida por nosotros. Y en eso no hay duda, pues fue crucificado en la Cruz. Y certificada su muerte. Y enterrado en el sepulcro. Luego, ¿dónde está? Porque no se sabe nada de su cadáver, y sin embargo, se sabe dónde fue enterrado. Decididamente, Jesús ha Resucitado. Fundamento de nuestra fe. Y son muchos los testimonios de los que lo han visto y han oído su voz y presentido su presencia. Y, sobre todo, han experimentado su fortalece, su misericordia, su paz y su amor, que les han llenado de gozo y felicidad.

Tomás puede ser un icono de esperanza y de identificación. Porque, cómo él, también nosotros dudamos, pero también nos rendimos a sus manifestaciones de amor a través de los hermanos, de la obra de la Iglesia y, sobre todo, del impulso de nuestros corazones, que experimentamos gozo y alegría al oír su Palabra y sentir su Misericordia. Como Tomás, decimos: "Señor mío y Dios mío".

domingo, 2 de julio de 2017

NADA DEBE ANTEPONERSE A CRISTO

(Mt 10,37-42)

Hay circunstancias que nos impide realizar nuestra vocación cristiana. Y debemos tener muy claro que el Señor y su Voluntad es lo primero que debe estar en nuestra vida. Otra cosa que, quizás en muchos momentos de nuestra vida tengamos que hacer un paréntesis para atender a familiares u otros menesteres, pero eso es diferente. Porque un paréntesis no significa interrumpir la vocación a la que Dios te ha llamado, sino un punto y aparte para cumplir con la caridad cristiana.

La clave está que nada, incluso la familia, debe interrumpir tu camino marcado por Dios. Al menos de forma consciente y voluntaria. Nos enfrentamos a la única y verdadera vocación, que debemos y tenemos la obligación de descubrirla. Posiblemente, nuestras oraciones sean escasas en ese sentido y no le pidamos que nos dé la sabiduría, de y para discernir, que quiere de mí.

Porque, es de sentido común, que siendo Dios nuestro único Absoluto le dejemos en un segundo plano por ataduras familiares u otras esclavitudes. Por lo tanto, nada debe interrumpir nuestra vocación a nuestro compromiso de Bautismo, que debemos llevar al primer lugar de nuestras oraciones, para estar dónde Dios quiere que esté.

Es bueno comprometerse en la comunidad parroquial a las diversas tareas y ministerios que se proponen y se barajan. Son muchos los servicios que necesitan de nuestra dedicación y entrega, y, es esa tarea de servir y trabajar por el bien de los demás donde el Espíritu de Dios nos descubre los talentos recibidos para ponerlos, por encima de todo, al servicio de Dios en la comunidad. Es esa la plenitud del amor. Y nada pasa desapercibido para Él respecto a todo lo que hagamos por los demás. Incluso hasta ofrecer un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños en y por su Nombre.

Ni imaginarme, podría yo, que ahora estaría escribiendo y compartiendo mis humildes reflexiones con todos ustedes. Con todos aquellos que voluntariamente las acogen y las comparten. Y descubrir que lo hago por servicio y por amor. Como si de un compromiso se tratara, me lleva a descubrir que quizás esa sea parte de mi vocación que, sin saber cómo, ha aflorado y ocupado un servicio que se antepone a muchas otras cosas de mi vida que, quizás, me gustaría hacer. Y abierto a donde el Espíritu sopla, porque primero debe estar la misión a la que el Señor te llama que tus proyectos mundanos.