sábado, 22 de julio de 2017

ANSÍAS DE BÚSQUEDA

Jn 20,1-2.11-18
María Magdalena buscaba al Señor después de muerto. Su compromiso y relación con Él la impulsaban a buscarle, a pesar de que le creía muerto. Lloraba desconsolada su muerte y quería rendirle tributo a su amor. María sentía que, Aquel, que le había dado tanto amor y esperanzas; Aquel que había levantado su vida, liberándola y perdonándola; dándole sentido y dignidad de mujer, se había ido. Lloraba desconsolada su muerte.

Sin embargo, la realidad era otra. En su desconsolada tristeza advierte que hay dos personas, ángeles que ella no suponía ni sabía, que le pregunta por lo que busca. María les responde:  busco a mi Señor y no sé donde lo han puesto. Pero, al darse la vuelta ve a Jesús de pie, pero ignora que sea Él. Y Jesús le dice:Mujer,¿ por qué lloras ?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime donde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice ¡Rabboni!, que significa. ¡Maestro!

Sabemos que ocurre a continuación por el relato evangélico, pero, la cuestión es discernir y buscar las veces que el Señor se nos ha presentado también a nosotros. Quizás lo hayamos confundido con otro, como le ocurrió a María Magdalena, o no sepamos distinguir su voz y su acento. Eso nos lleva a preguntarnos si realmente conocemos bien al Señor. Porque, cuando se conoce bien a una persona se le distingue por muchos detalles.

Este hermoso relato, fundamental para la fe del creyente, nos interpela y nos vuelve la mirada para nuestro interior. Porque, también a nosotros se nos presenta el Señor. Quizás no como a María Magdalena, pero sí de otra forma o medio. Igual a través del anuncio a María Magdalena; igual por algún testimonio del entorno familiar; quizás por el de un amigo cercano o de alguien que Dios ha puesto en tu vida para revelarte su presencia.

Tú, Señor, eres nuestra esperanza y nuestra vida. Queremos buscarte como María Magdalena, para adorarte y vivir en tu Voluntad. Danos esa fortaleza para no desfallecer  y estar siempre en tu camino. Amén.

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