(Mt 10,37-42) |
Hay circunstancias que nos impide realizar nuestra vocación cristiana. Y debemos tener muy claro que el Señor y su Voluntad es lo primero que debe estar en nuestra vida. Otra cosa que, quizás en muchos momentos de nuestra vida tengamos que hacer un paréntesis para atender a familiares u otros menesteres, pero eso es diferente. Porque un paréntesis no significa interrumpir la vocación a la que Dios te ha llamado, sino un punto y aparte para cumplir con la caridad cristiana.
La clave está que nada, incluso la familia, debe interrumpir tu camino marcado por Dios. Al menos de forma consciente y voluntaria. Nos enfrentamos a la única y verdadera vocación, que debemos y tenemos la obligación de descubrirla. Posiblemente, nuestras oraciones sean escasas en ese sentido y no le pidamos que nos dé la sabiduría, de y para discernir, que quiere de mí.
Porque, es de sentido común, que siendo Dios nuestro único Absoluto le dejemos en un segundo plano por ataduras familiares u otras esclavitudes. Por lo tanto, nada debe interrumpir nuestra vocación a nuestro compromiso de Bautismo, que debemos llevar al primer lugar de nuestras oraciones, para estar dónde Dios quiere que esté.
Es bueno comprometerse en la comunidad parroquial a las diversas tareas y ministerios que se proponen y se barajan. Son muchos los servicios que necesitan de nuestra dedicación y entrega, y, es esa tarea de servir y trabajar por el bien de los demás donde el Espíritu de Dios nos descubre los talentos recibidos para ponerlos, por encima de todo, al servicio de Dios en la comunidad. Es esa la plenitud del amor. Y nada pasa desapercibido para Él respecto a todo lo que hagamos por los demás. Incluso hasta ofrecer un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños en y por su Nombre.
Ni imaginarme, podría yo, que ahora estaría escribiendo y compartiendo mis humildes reflexiones con todos ustedes. Con todos aquellos que voluntariamente las acogen y las comparten. Y descubrir que lo hago por servicio y por amor. Como si de un compromiso se tratara, me lleva a descubrir que quizás esa sea parte de mi vocación que, sin saber cómo, ha aflorado y ocupado un servicio que se antepone a muchas otras cosas de mi vida que, quizás, me gustaría hacer. Y abierto a donde el Espíritu sopla, porque primero debe estar la misión a la que el Señor te llama que tus proyectos mundanos.
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