miércoles, 28 de febrero de 2018

UN CAMINO OPUESTO AL DEL MUNDO

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Si vives al ritmo que marca el mundo sabes que la gloria es tu meta. Porque, todos los que siguen el paso que el mundo les señala persiguen el éxito, la fama, honor y gloria. Y eso supone poder, riqueza, fama y reconocimiento. Y exige lucha sin miramientos de persona o cosas. Yo primero, y después los otros, aunque para ello haya que excluir o marginar a los que se interpongan en el camino.

La máxima está clara, "yo primero, y luego, si queda algo, tú". La persona queda relegada al éxito del otro. Eso empieza a explicar lo de Lampedusa, las pateras, las emigraciones por encontrar un lugar donde tener acceso a una vida en más igualdad y derechos. Derechos que nos vienen dado, no por lo que quiera el mundo dar y conceder, que no son iguales para todos, sino por la dignidad de ser hijos de Dios. Para todos la misma dignidad.

Jesús sube a Jerusalén, y allí le espera su Pasión y Muerte. El mundo no acepta la buena Noticia de salvación. Y si la acepta la quiere a su medida, no como Jesús, en nombre del Padre, se la presenta. El hombre se resiste a ser hermano del que tiene a su lado. Quiere ser más y aboga por la individualidad, el poder y la riqueza. Quiere imponer su ley por la fuerza y el poder. Y esclavizar al otro para que le sirva. Así anda el mundo. Es el reflejo de lo que vemos y vivimos.

Hay muchos marginados y excluidos. Da la sensación que no sirven para nada; no producen y, por lo tanto, sobran. Así que no sorprenden que los dejen morir en el camino de su propia huida. El mar se llena de cadáveres y el mundo no parece inmutarse ni poner solución. ¿Qué está pasando? Lo de siempre, el camino del mundo es un camino erróneo. Un camino de perdición y de muerte.

Jesús nos propone servir y tomar el camino de la humildad y el servicio. Buscar el primer puesto empezando por el último. Es decir, una actitud de esclavo ante la actitud de arrogancia y poder. Una actitud, no tanto como los hijos del Zebedeo que absorto en el poder y los títulos piden a Jesús estar a su derecha e izquierda, seducidos por el poder del mundo, sino disponible a la generosidad, el servicio y la caridad.

martes, 27 de febrero de 2018

INFECTADOS POR DENTRO

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Mt 23,1-12
Todos buscamos en algunos momentos aparentar. Sobre todo cuando nos cogen de sorpresa o cuando tenemos una cita importante. La convivencia con otros cataliza la apariencia, pues no nos justa quedar mal o por debajo del otro. Todos sacamos nuestras mejores virtudes, prendas o cualidades o, en su lugar, buscamos aparentarlo. Es una tendencia natural contra la que tenemos que luchar, porque, por encima de las apariencias está la verdad.

Eso, característica muy natural del género humano, sucedía en tiempos de Jesús. Y los escribas y fariseos hacían uso de esa artimaña de apariencia para sobresalir y quedar bien ante los demás. Mandaban, pero ellos no movían un dedo. Buscaban los primeros puestos y los lugares destacados donde eran bien vistos y tratados con honores y bendecidos saludos. ¿No nos suena eso también en nuestro momento? Pero, bien sabemos que todo eso, aunque suele engañar, termina por derretirse por sí mismo. Lo falso se desvirtúa y se descubre a sí mismo. Sólo la verdad se sostiene y siempre emerge para afirmarse y salir victoriosa.

De nada nos vale aparentar, porque, sabemos que, tarde o temprano sólo permanece y triunfa la verdad. Ese es el problema de los matrimonios y también de las familias y todo grupo o convivencia.. Cuando se convive en la mentira y en la apariencia, pronto se enfrentan a la verdad, y, por consiguiente, nace la discordia, el enfrentamiento y la separación. Y en esa realidad subyace todos los problemas de la humanidad. 

Todo lo que reluce por fuera confunde y engaña, pues una nuez cocosa o vana, por fuera es lo mismo que una nuez sana. Pero, al abrirla, una está hueca y vacía, y otra llena del fruto buscado. De la misma manera, los hipócritas pretende presentarse de una forma, cuando en realidad son otra. Y eso, a la larga se descubre y se ve. No hay nada con sentido por dentro. Todo es falso y engañoso. Buscan ser vistos, honores y primeros puestos, y pierden el verdadero sentido del valor de la persona y la dignidad de ser hijos de Dios.

lunes, 26 de febrero de 2018

INCLINADOS A NUESTRO EGOÍSMO

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Lc 6,36-38
Somos de barros, y lo somos porque estamos inclinados a ser egoístas. Nos es difícil escapar. Nuestras ambiciones, avaricias, intereses nos esclavizan y nos hacen tender a satisfacernos y ponernos por delante de los demás tratando de convertirnos en el centro de todo. Es nuestra forma de ser, por lo que, qué nos suceda eso es natural y la señal de que somos humanos.

El problema empieza cuando hacemos de eso nuestro camino y nuestro objetivo y lo convertimos en un egoísmo redomado. La lucha se centra fundamentalmente en nosotros mismos. Hemos de esforzarnos en nos ser centro de nosotros mismos y de luchar para tratar a los demás como si se tratara de nosotros. Nos lo dice Jesús: "Tratar a los demás como les gustaría que le tratasen a ustedes".

¿Nos consideramos con más derechos que otros? ¿Pensamos que tenemos derechos a la comprensión, a ser escuchados, a la compasión, al perdón, a la solidaridad...etc? ¿Y los demás? ¿No cuentan para nosotros? Esa es la cuestión y el núcleo del mensaje: "Amar a los otros como nos ama Jesús". Ese es el examen que tendremos que sufrir. No los cumplimientos y hoja de servicio, sino el amor que realmente damos y vivimos en nuestra vida. 

Claro, que ese amor será más auténtico, perfecto y generoso en la medida que lo vivamos injertados en el Espíritu Santo. Porque, es Él quien realmente nos capacita, nos convierte y nos hace realmente fraternos y compasivos con todos, incluso con los enemigos. El resultado final será el mismo que daremos nosotros a los demás. De modo que, en la medida que ame y perdone, también seré yo perdonado y amado.

Está fuera de duda que esa clase de amor, capaz de perdonar al que te persigue y busca tu muerte, no se podrá vivir fuera del amor de Dios e injertado en Él. Sin embargo, el Evangelio, la Palabra de Dios, está llena de sabiduría, válida para creyentes y no creyentes. Se trata simplemente de tener buen gusto y de preciarse de escoger lo mejor para ti mismo. Y eso no es sino aspirar a lo que realmente buscas, la Vida Eterna.

domingo, 25 de febrero de 2018

JESÚS, EL REINO DE DIOS

evangelio diario: Marcos 9,2-10.
Mc 9,2-10
Pedro, Santiago y Juan observaron que con Jesús estaba Elías y Moisés. Eso representaba para ellos toda la Ley y los profetas. Sus vidas estaban guiadas por la Ley de Moisés, y ahora aparece uno que está cambiando la Ley y perfeccionándola. ¿Qué está ocurriendo? Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle».

Oyen al Padre que presenta a su Hijo Jesús y al que les invita a escuchadle. Es Jesús el Mesías a seguir y a escuchar. Él es la Palabra que nos guía y que nos salva. Jesús es la plenitud y la buena Noticia. Jesús se transfigura y nos adelanta la tierra prometida de vida y gozo eterno. Él es ahora la Ley y al que hay que seguir y escuchar, pero les ordena que no digan nada de lo que han visto, pues considera que no ha llegado el momento.

Jesús, adelantada esa visión de su gloria, baja del monte y continúa el camino. No se puede quedar sólo en la contemplación y gloria de Dios, tiene que seguir el camino junto a los hombres. Hay que volver a tocar la tierra y pisar la realidad. La gloria de Dios incluye al hombre, y sin él no se puede llegar a Dios. Se hace necesario volver al camino y emprender la marcha.

También nosotros seguimos el camino. Sabemos, y esa es nuestra esperanza, que el recorrido nos presentará dificultades, pero que no nos enfrentamos solos a esas dificultades. Jesús va con nosotros y nos auxiliará y asistirá ante las dificultades que se nos vayan presentando. Hay muchas cosas que no comprendemos, pero nos fiamos y creemos en su Palabra. Resucitará como nos ha dicho y en ello estamos esperanzados. En Él creemos.

sábado, 24 de febrero de 2018

NACIDOS PARA AMAR

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Todo en nuestra vida está centrado en el amor. De tal forma que quien no ame queda desligado, descentrado y totalmente perdido, porque sin amor le será imposible vivir y encontrarse. Pues, hemos sido creados para amar y nuestro recorrido consiste en amar y volver al amor. Es el Amor nuestro punto de partida y la causa de nuestra existencia. Existimos por el Amor y salvados de la esclavitud del pecado por la Misericordia de Dios. Realmente, podemos clamar y cantar alabanzas al Señor porque somos unos privilegiados por su Amor y en El estamos salvados.

El salmón regresa a su punto de partida, su origen, para desobar y morir en el río que le vio nacer, y nosotros volvemos a nuestro Creador, por amor, para Vivir Eternamente. La diferencia es que somos las criaturas preferidas por el Señor. Nos quiere y nos ofrece la salvación eterna. No es para desoírlo y tomarlo a broma. Nos gugamos nuestra plena felicidad eterna.

El hombre lleva grabado en su corazón la impronta de la felicidad eterna y sin esa esperanza su vida queda sin sentido, debilitada y sin rumbo. Pierde toda su orientación y su esperanza. Queda atrapada en lo absurdo y disparatado; en lo caduco y en la muerte. Ante esta realidad, Jesús nos invita a amar y perfecciona lo dicho antiguamente: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».

Podemos observar que Jesús reforma lo antiguo. Él ahora es la Ley y le da un nuevo matiz de perfección. Habla en su propio -Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos-  Nombre, revelándonos su Divinidad como Dios. Hermanos, escuchemos la Palabra de Dios y en Él pidamos la fortaleza para transformar nuestro corazón de pecado en un corazón amoroso capaz de darse por los demás.

viernes, 23 de febrero de 2018

ES LA INTENCIÓN LA QUE MATA

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Mt 5,20-26
Una ley, bajo la apariencia de justa, puede esconder sus malas intenciones, porque, su espíritu puede mal interpretarse y aplicarse con aires de venganza, de mala intención, de mirada turbia y amenazante. Y todo eso, no se queda en el mero cumplimiento de la ley, sino que va matando el espíritu y el alma de la otra persona. Tal es así que, hay personas que no les duele tanto el cumplimiento de la ley, sino el espíritu con el que se le trata.

Por eso, la ley va mucho más allá del estricto cumplimiento y se adentra en la intención del corazón. Porque, no sólo mata quien quita la vida física a otra persona, sino aquel que murmura, insulta y trata de idiota, necio o imbécil a su hermano. ¿Dónde queda nuestro perdón? ¿No rezamos el Padrenuestro? ¿Y qué decimos llegados a la petición de que nos perdonen nuestras ofensas...? ¿Habrá que perdonar, no?

No hay dudas, todo queda muy claro. Otra cosa es la dificultad que se nos presenta para perdonar. Nos será muy difícil y, es más, nosotros solos no podremos. Nuestra naturaleza está herida y no resiste al odio y al deseo de venganza. Necesitamos irremediablemente la Gracia del Señor y la fuerza del Espíritu Santo para vencernos y, desbordados de humildad, perdonar tal y como somos perdonados por el Señor.

Nuestra justicia tiene que ser mayor que la meramente humana. Los hombres tenemos una justicia que se nos escapa y que no alcanza al corazón humano. Queda coja y limitada, tal y como la practicaban los fariseos y escribas. Nuestra justicia tiene que descansar en la misericordia del Señor que entra dentro del corazón del hombre y no sólo clama por el derecho a la vida, sino al respeto, a la dignidad, a la solidaridad, al perdón, a la reconciliación, a la gratuidad e igualdad de oportunidades...etc.

Tengamos presente que la justicia del hombre queda anclada en lo meramente prescrito y se quebranta dentro del corazón mal intencionado. La mirada clavada con odio y venganza mata, y la negligencia intencionada, procurando incomodar al prójimo le está castigando y amenazando de muerte.

jueves, 22 de febrero de 2018

¿Y QUÉ DIGO YO?

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Mt 16,13-19
Esa es la pregunta que tengo que responder yo y también tú. ¿Quién es Jesús para mí? Sin lugar a duda tengo que contestar que Jesús para mí es el Hijo de Dios Vivo. Es el Verbo encarnado en Naturaleza humana, hecho Hombre, para revelarme la Voluntad del Padre, que no es otra sino la de salvarme y hacerme hijo suyo y partícipe de su Gloria.

Pero, dicho así, con apariencia de tanta seguridad y claridad, mi actuar no responde como a mí me gustaría. Lo digo, pero me pregunto, ¿me lo creo? Indudablemente que quiero creérmelo, pero experimento una limitación humana que no me deja sentirlo y verlo claramente. Eso, por la Gracia de Dios, me descubre mis limitaciones y cadenas que me aprisionan y que sólo me dejan el recurso de la fe. Fe que, consumada al final de mi vida, actuará como liberadora y vidente de la Luz que colma y llena plenamente.

La fe es la que salva, una fe que, en la medida que se va apoderando de ti, te lleva al compromiso del amor. Un amor que se transforma y se da. Un amor que se mira en Jesús y que se esfuerza en imitarle y que por su Gracia llega a hacer obras tan grandes como Él. Pero, a pesar de que yo mantengo mi confesión, mi fe no llega todavía a ser tan profunda y clara.

Sin embargo, me consuela en estos momentos la fe que tengo. Porque, esta fe que me mueve ahora a hacer estas mis pequeñas y pobres obras me es dada y regalada por el Señor. Posiblemente, por ahora, no merezca más, pero me siento alegre por, al menos, merecer un poquito, la que Dios quiera darme. No obstante, debo seguir perseverando, esforzándome, trabajando, orando y suplicándole y, postrado a sus pies, esperando pacientemente el don de la fe cuando Él decida dármela.

Yo, Señor, sigo diciendo desde mis limitaciones y oscuridades que Tú eres el Hijo de Dios Vivo, y me regocijo, porque sé que como a Pedro, es el Espíritu quien me ilumina para confesar públicamente esta fe. Y te pido que me fe sea fuerte y valerosa, capaz de confesarte incluso ante peligro de muerte.

miércoles, 21 de febrero de 2018

LA ÚNICA SEÑAL, LA CRUZ Y RESURRECCIÓN

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Lc 11,29-32
Buscamos pruebas y señales que nos convenzan, pero, a pesar de tenerla delante no las reconocemos ni la aceptamos. Buscamos seguridades y como las pruebas no nos la dan, saltamos como de flor en flor buscando toda clase de seguros que nos den esa seguridad que anhelamos. Y lo que conseguimos es desesperarnos y estresarnos. Porque, por mucho que busquemos, sólo Jesús nos dará la seguridad y la paz.

Buscando lo que nunca podremos encontrar en el mundo tapamos todas las rendijas posibles por donde pueda entrar Dios en nuestra vida. Queremos estar seguros según nuestra razón y no damos entrada a nada que sea contrario a lo que pensamos. Pero, ¿cómo pensamos? Pensamos según nuestros sentimientos y pasiones y no dejamos tiempo ni espacio para nada más. Dios no es sino un reto, que no nos convence y al que no damos ninguna oportunidad. Queremos que se nos presenta y nos demuestre su poder, y si no es así, buscamos por nuestra cuenta y según nuestra razón.

Y llegamos al estrés y a la depresión. Nos enredamos en este mundo absurdo que no tiene sentido sin Dios. Porque, vivir para morir tiene muy poco sentido. La fe es la única esperanza que puede dar la vuelta a este camino mundano absurdo. La fe en la esperanza de la Resurrección, que es lo que nos ofrece Jesús, siendo Él el primero en resucitar. No hay ni habrá otra señal. Jesús es la prueba, el signo, el camino, la verdad y la vida.

Pero, la fe es un proceso, es un camino, es un riesgo y una aventura. Y es como debe ser, porque sólo así puede convertirse y tomarse como nuestro único mérito ante la llamada que Dios nos hace. Responder a esa oportunidad infinita que Dios nos regala es - entre paréntesis - nuestro gran mérito. Es decir, creer y fiarnos de la Palabra del Señor correspondiendo a esa capacidad y libertad que Él nos ha dado para decidir seguirle y creerle o rechazarle y no creerle.

Y no tenemos mucho tiempo para decidirnos. Hay que tomar parte en esta decisión y optar por un camino u otro. Se nos va la vida y el lunes, el Evangelio de Mt 25, 31-46 lo dejaba muy claro. Es para tomárselo en serio, porque nos jugamos la vida eterna. Esa que todos tanto buscamos.

martes, 20 de febrero de 2018

EL PAN DE CADA DÍA

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Mt 6,7-15
Es frecuente enredarnos con nuestras propias palabras hasta el punto que ni nosotros mismos nos enteramos de lo que decimos o pedimos. Buscamos oraciones enrevesadas y complicadas y nos perdemos en lo fundamental y en la claridad de lo que verdaderamente necesitamos. Jesús, el Señor, nos invita a no divagar ni rebuscar palabras y formas suplicatorias. Simplemente, ir al grano y ser claro.

El Señor sabe lo que nos hace falta y conviene, por lo tanto, ahorremos muchas palabras y encrucijadas verbales que nos enrollarán y confundirán. Conociéndonos, Jesús nos enseña a orar enseñándonos la oración del Padrenuestro. Una oración sencilla, breve y clara. Pedimos lo que necesitamos, el pan de cada día, y nuestro Padre, que nos conoce, sabe lo que realmente nos viene bien. Otra cosa es lo que nosotros estamos pensando y deseando. Quizás, pedimos más de lo que necesitamos y eso nos estropea y acomoda.

Pedimos que nos perdone nuestras ofensas, también como nosotros debemos esforzarnos en perdonar a los que nos ofenden. Porque, comprendemos que no está bien pedir perdón y, nosotros, no perdonar. Todos nos damos cuenta que en la medida que pedimos perdón para nosotros, también debemos perdonar a los demás. Sin embargo, también todos experimentamos que nos cuesta mucho perdonar, sobre todo a los enemigos. Y, por eso, perdimos ayuda al Señor.

Vivimos en un mundo peligroso, donde el mal que hacen unos recae e influye en otros. Necesitamos limpieza y purificación para que el ambiente sea bueno y se llene de justicia, fraternidad y amor. Y eso depende de cada uno, porque el todo está formado por los unos. También, terminamos nuestra sencilla y simple oración pidiendo esa liberación. Padre, líbranos del mal que nos rodea.

Como podemos experimentar no hace falta más. Simplemente pedir por el pan que necesitamos; pedir por la capacidad de perdonar a nuestros enemigos, y para que el Señor nos libere del mal que nos rodea.  Y terminamos con un esperanzador amen.

lunes, 19 de febrero de 2018

AYÚDAME, SEÑOR, A APROBAR EL EXAMEN DE AMOR

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Mt 25,31-46
El resultado final se hace sobre el amor. Toda nuestra vida se reduce a saber amar y a vivir amando. Y amar es servir y perdonar. Porque para servir hay que también perdonar. Perdonar a todos aquellos que no corresponden a tu servicio ni valoran tu hospitalidad y caridad. Amar por encima de todos esos prejuicios que te inclinan a hacer lo contrario. Amar desinteresado.

Hay mucha gente que ama, pero ama de una manera interesada. Es decir, ama a los suyos, a sus hijos, esposa y familia en general, pero se olvida de amar al desconocido, al prójimo que tiene cerca y sufre carencias, padece hambre o enfermedad y se encuentra solo. Olvida al que está encarcelado, prisionero de la droga y vicios y sometido a la esclavitud de sus pasiones y sentidos. 

Su amor queda mutilado, porque sólo ama en una dirección. Sin embargo, experimentan lo que es amar y lo dan todo por sus hijos y familia. Ignoran el gozo y la felicidad que se pierden cuando ese amor se expande a otros ambientes, sobre todo a los más pobres. Ignoran esa capacidad recibida de amar, que queda interrumpida por el rencor, la desconfianza, la inseguridad, el temor y el egoísmo de mirar solamente para sí y los suyos. Jesús nos advirtió de ese nuestro pecado individualista y egoísta al mandarnos a amar a los enemigos, porque todos, por naturaleza, tendemos a amar a los nuestros y amigos.

Y es que Él nos ama a todos, incluso a los que le insultan, le rechazan y le crucifican cada día con sus desplantes, sus indiferencias y sus pecados. Está pendiente de todos, sobre todo de los más pobres y pecadores. Nos busca y nos invita a cambiar y convertirnos. Y ahora es momento de conversión y de amor. Busquemos la fuerza del Espíritu para que nuestros corazones sean más generosos, caritativos y dispuestos a darnos en servicio y caridad.

No olvidemos que Jesús vendrá a buscarnos y a descubrir nuestra generosidad y nuestra actitud de servicio y de amor. Nada importa sino el resultado de nuestro amor. Un amor recibido del Señor y entregado, también por amor, a los hermanos. Ayúdanos, Señor, para estar a tu derecha cuando vengas a buscarnos.

domingo, 18 de febrero de 2018

IGUAL QUE NOSOTROS MENOS EN EL PECADO

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Mc 1,12-15
Cuesta creer que Jesús sufrió como cualquier hombre del planeta. Cuesta creer que Jesús sintió sed, hambre, cansancio...etc. Cuesta creer en su Naturaleza humana. Pero, la realidad es que el Evangelio no deja ninguna duda, Dios tomó la naturaleza humana y se hizo hombre. Se encarnó, de María, en un hombre como tú y como yo, y se doblegó a las limitaciones humanas para, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Jesús tiene su preparación y, antes de iniciar su misión, se retira al desierto donde sufre las tentaciones para que abandone y desista de su misión. ¿No nos ocurre a nosotros igual? ¿Cuántas veces experimentamos el desánimo, la tentación de abandonar? Necesitamos también nuestro propio desierto donde prepararnos y fortalecernos ante lo que se nos avecina cada día. Para esto nos sirve y nos prepara la cuaresma. Y no es una batalla por un tiempo. Es una batalla de cada día hasta que termine la guerra, que lo hará cuando exhalemos el último suspiro de nuestra vida aquí en la tierra.

Por todo ello, conviene caminar al ritmo del Señor y junto a Él. Para eso tenemos los sacramentos, en especial la Eucaristía, donde le encontramos, le tocamos y de su Espíritu nos alimentamos. El Señor se ha quedado para eso y será una tragedia para nuestra vida no aprovecharnos, visitarle y asistir con la mayor frecuencia a la invitación de su Banquete, su Cuerpo y su Sangre.

No olvidemos que el estar preparado para la lucha es fundamental. El diablo está al quite. El diablo es una realidad de la que habla Cristo repetidas veces en el Evangelio. También lo cita Pedro-1ºPedro 5,8 -.Y Pablo VI enseña: «El Demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser obscuro y perturbador existe realmente y que continúa actuando». Ignorarlo es de necio, pues le damos ventaja y le ponemos el camino fácil. Alejarnos del Señor y de la frecuencia de los sacramentos nos deja indefenso y a merced de sus garras.

sábado, 17 de febrero de 2018

NECESIDAD DE LIMPIARNOS

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Lc 5,27-32
La higiene es algo innato y necesario al ser viviente, y, como debe ser, también al hombre. Tiene libertad para hacerlo, pero la necesita y le es imprescindible para su salud. Y no de vez en cuando, sino diariamente. Cada día necesitamos asearnos y mantenernos higiénicamente limpios. Nuestra salud depende de la calidad de nuestra higiene, y, por mucho y bien que la practiquemos, la necesitaremos realizar todos los días.

Y de la misma forma que necesitamos la higiene cada día, también necesitamos limpiar nuestro corazón de todas las impurezas a que nos somete el pecado. Somos pecadores y no podremos librarnos de sus tentaciones y amenazas sin el esfuerzo de limpiarnos cuidadosamente de él alejándonos también de sus peligros. Necesitamos, pues, también limpieza cada día y a cada instante.

Pero, ocurre que la limpieza de nuestros pecados no la podemos hacer de cualquier manera, forma o lugar. Necesita una circunstancia y a Alguien especial. Sólo Dios puede perdonar tus pecados y sólo en Él podemos encontrar esa posibilidad de que nuestros pecados sean perdonados. Por lo tanto, tendremos que acudir a Él. Sin embargo, siendo así nuestra situación, es el Señor quien nos busca y quien ha dada el primer paso para ofrecernos su Perdón.

Dios sale a nuestro encuentro para ofrecernos su Misericordia perdonándonos todos nuestros pecados cada vez que lo necesitemos. Sabe de nuestra condición pecadora, débil y limitada, y, comprendiéndonos, nos ofrece, por amor, su perdón misericordioso. En Él podemos apoyarnos y descargar todas nuestras culpas, fracasos, miserias, fatigas, debilidades, errores, torpezas, tentaciones y pecados. Él nos comprende, nos fortalece, nos acoge, nos escucha y nos perdona. Sabe que le necesitamos.

Y es que nada somos ni podemos sin Él. Por eso da el primer paso y nos busca para rescatarnos y liberaros del pecado. Pero, seremos nosotros los que tendremos que seguirle y dejarnos conducir por Él. Nos ha creado libres para que podamos optar y decidir. No nos resultará fácil, pero confiando y permaneciendo en Él lo logramos, porque Él tiene Palabra de Vida Eterna.

viernes, 16 de febrero de 2018

MOMENTOS OPORTUNOS

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Todo tiene su momento, y el ayuno también lo tiene. En sí mismo no es una meta ni un fin, sino un medio para sostenernos firmes y equilibrados ante las tentaciones e inclinaciones de nuestra propia naturaleza caída. Somos débiles y fáciles de ser vencidos. Diría más, somos incapaces de sostenernos por nosotros mismos, incluso bien preparados y fortalecidos con el ayuno, dietas y ejercicios físicos.

Necesitamos al Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y el único que nos puede salvar y fortalecernos para vencer y vencernos. Necesitamos arrepentirnos y dejarnos conducir y querer por Él, que nos salva y nos libera del pecado. En su presencia estamos salvados y alegres, porque en Él nuestra vida se transforma en gozo, fiesta y salvación plena. Él es la Vida en plenitud de gozo y eternidad.

Nuestro ayuno debe consistir en ser alivio para otros. Nuestro ayuno debe consistir en compartir y dar esperanza al que está necesitado y sufre. Nuestro ayuno es convertirnos en amor y esperanza para aquellos que están desesperanzados porque no conocen a Jesús y no encuentran sentido a esta vida. Nuestro ayuno debe ser siempre un medio para fortalecernos y sostenernos firmes y disponibles al servicio de los demás.

Es bueno ayunar, porque eso fortalece nuestro cuerpo y nos da fuerza y vigor para sostenernos sobrios y equilibrados. El ayuno es fuente de vida, y muchas veces estamos obligados a ayunar en rigurosas dietas para conservar nuestra salud. Muchas enfermedades nos predispone a renunciar a muchos alimentos que nos gustan y nos deleitan, pero se impone la salud. 

De la misma forma, el ayuno voluntario nos sirve para fortalecernos espiritualmente y estas disponible para responder a los impulsos y acciones que nos señala el Espíritu Santo. Ayunar no es un fin, sino un medio para convertirnos y responder a la llamada de Dios, que busca y quiere fundamentalmente nuestro bien, nuestra alegría, nuestro gozo y felicidad eterna.

jueves, 15 de febrero de 2018

TRATANDO DE INTERPRETAR

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Sucede con mucha frecuencia que queremos interpretar la Palabra de Dios según nuestros intereses y conveniencias. Sobre todo cuando nos exige radicalidad, esfuerzos y cambio de dirección. Nos cuesta aceptar salir de nuestra propia tierra; nos cuesta abrirnos, darnos y renunciar a la vida, a nuestras actitudes ya instaladas y cómodas. Y eso nos tienta a querer interpretar y darle la vuelta a las palabras del Señor y a intentar interpretarla tal como a nosotros nos gustaría y estaríamos dispuesto a vivirla y cumplirlas.

Y no es así. Cueste lo que nos cueste las palabras de Jesús son bien claras y no tienen doble interpretación: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día» Clarito y sin ninguna duda. Sencillo y fácil de entender y comprender. Si te decides estás siguiendo a Alguien que está condenado a sufrir, ser matado y resucitar al tercer día. Hay algo que da mucha esperanza, la Resurrección al tercer día, porque eso significa vencer a la muerte y resucitar también a los que le siguen.

Y no hay doble interpretación ni otra manera de verlo. Está claro, seguir a Jesús es complicarse la vida; seguir a Jesús nos dará quebradero de cabezas; seguir a Jesús nos planteará un lucha cada día, dudas, combate, incomprensiones, exigencias, sufrimientos...etc. Pero, tras morir resucitaremos en Él para toda la eternidad. Y una eternidad gozosa y plena de felicidad.

Por lo tanto, no estamos dispuestos a perder la vida, sino todo lo contrario. A ganarla, porque quien pierde su vida en este mundo por el Señor, la ganará para siempre. Si por el contrario, quieres perderla, trata de vivir de acuerdo con los valores del mundo y alcanzar todo el éxito y comodidades que la vida te depare. Al final experimentará que no ha valido la pena, pues has perdido tu verdadero tesoro.

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?».

miércoles, 14 de febrero de 2018

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

Mt 6,1-6.16-18
En muchas ocasiones y circunstancias vivimos de las apariencias. Muchas veces de forma inconsciente y otras conscientes. Son estás últimas las más graves, pues son intencionadas y buscadas para esconder nuestra realidad y engañar. Siempre, las apariencias, son malas. Incluso las inconscientes, porque tratan de distorsionar nuestra realidad y presentar otra. Si bien, las que son consecuencia de un impulso inconsciente y como mecanismo de defensa para escondernos no se nos puede imputar, siguen siendo malas reacciones de nuestro corazones impuros y viciados por el pecado.

Porque, cuando estamos en la verdad nada debemos esconder. No hay nada que temer y nuestra humildad debe ser tal que todo lo acepta y lo asume. Incluso esas espontáneas intenciones que nos retratan y descubren nuestras debilidades y malas intenciones. Indudablemente que somos impuros, como aquel leproso del Evangelio del domingo, pero limpiados por la Misericordia y el Amor de nuestro Señor Jesús, que ha venido a limpiarnos y a purificarnos.

Por lo tanto, el Evangelio de hoy nos advierte de nuestra discreción y humildad. Nos conmina a ser discretos y no vanagloriarnos de nuestras buenas obras. Nos conmina a guardar en secreto todas nuestras acciones que miran a ayudar a los necesitados y a escondernos en nuestras oraciones. Es decir, a no presentarnos como fachada de modelo de oración y a lucirnos delante de los otros. A no tomarnos como modelo en esos momentos de oración, que luego no tienen la respuesta real que se deduce.

Es decir, vivir de las apariencias y tratando de pregonar todo lo bueno que hacemos, escondiendo lo malo y nuestras segundas intenciones. Se trata de ser auténticos y de manifestar en cada momento la verdad, y a no aprovecharnos de nuestros sacrificios y buenas obras para ser visto y considerados delante de los demás. Porque, de ser así, ya estamos pagados. ¿Qué más premios quieres? 

Tú y yo debemos de seguir los pasos y consejos del Señor. Ser humildes exige amar sin pedir nada a cambio, y en ello está contenido el silenciar nuestro obrar y rezas, porque el verdadero amor es aquel que se da gratuito y sin lucimiento. Señal de que es verdadero amor que sólo busca el bien del otro.

martes, 13 de febrero de 2018

¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ MI CORAZÓN?

Mc 8,14-21
Llevo muchos años caminando hacia el Señor, a pesar que también interrumpí ese camino un largo tiempo. Doy gracias al Espíritu Santo por haberlo retomado otra vez. Sin embargo, al hilo de la reflexión de este pasaje evangélico, me pregunto: ¿dónde y cómo está mi corazón? Porque, creyendo que voy detrás de Jesús puedo tener el corazón en otras cosas que me impiden verle bien.

El Evangelio de hoy habla sobre esa ceguera que nos impide ver realmente al Señor. Mientras el Señor nos advierte sobre ciertos peligros que en el mundo nos acechan, nosotros discutimos sobre estadísticas, estrategias y otras cosas que van más directamente a lo material , a lo tangible y cuenta de resultado que a la propia salvación. Nos entretenemos en contar los números de los cristianos que en analizar qué cristianos somos.

En ocasiones nos deslumbran los acontecimientos extraordinarios y quedamos perplejos en ellos. El mundo se llena de luces y nos deslumbran, pero son luces fugaces que pasan rápidamente. No podemos quedar atrapado en ellas. No debemos dejar endurecer nuestros corazones ni permanecer con nuestros ojos cerrados, porque el mundo nos confunde y nos engaña. Esa es la levadura de los fariseos y de Herodes. Luchan y trabajan para que la Gracia del Señor no llegue a nuestros corazones. Nos señalan un camino equivocado, erróneo y de perdición.

Necesitamos despertar y no quedarnos sólo con los hechos y las obras. El Señor está por encima de eso y nos llama a que creamos en Él. Nos ha dado pruebas para que nuestra torpe mente se dé cuenta y espabile. Él ha multiplicado los panes y puede con todo. Pero, tú y yo, por el testimonio de los apóstoles, sabemos que Jesús ha Resucitado y que nos promete resucitar con Él. 

Por lo tanto, no nos dejemos engañar por esos que amasan una levadura falsa, mezquina, engañosa y que quiere confundirnos, como aquellos fariseos y Herodes pretendían con los discípulos de Jesús. Tengamos nosotros más cuidado y no nos dejemos contagiar por esa levadura mundana que trata apartarnos de Dios.

lunes, 12 de febrero de 2018

ERRE QUE ERRE

Seguimos porfiando y retando al Señor. No terminamos por creer a pesar de sus milagros y su ternura. Tampoco nos, si nos sorprende, afecta su misericordia, pero no llegamos a cambiar. Seguimos erre que erre esperando un Mesías tal y como nosotros pensamos y queremos. No queremos un Mesías que venga a hablarnos de la Voluntad de Dios. Nuestro Mesías es el pensado y querido por nosotros.

De alguna manera también nosotros interpretamos la Voluntad de Dios. Nuestro corazón permanece endurecido y continúa hermético a toda Palabra de Dios. Queremos pruebas y milagros que nos aparten nuestras dudas. Todos estamos expectantes para que el Señor nos convenza. Tendremos fe si vemos milagros. Todos buscamos razones que refuercen nuestra fe y estamos ávidos de encontrar a personas que nos hablen y nos muestren experiencias o milagros.

¿Dónde queda nuestra fe? Porque, si para creer necesitamos milagros, nuestra fe no tiene razón de existir. Con milagros y pruebas creerán todos. Se necesitaría ser tonto para viendo milagros no tuviésemos fe. La fe es realmente auténtica cuando se fía sin necesidad de ver. La fe exige la confianza de creer sin ver. Ese es nuestro mérito, regalo de Dios que nos da esa oportunidad. Para eso nos ha creado libre, con capacidad de elegirle o rechazarle.

Y a pesar de su Resurrección, el milagro de los milagros, seguimos incrédulos y resistiéndonos a fiarnos del Señor. Quizás el mayor milagro sea la Misericordia de Dios que, pacientemente, nos soporta, nos aguarda, nos espera y nos sostiene hasta el final de nuestra vida con la oportunidad y la esperanza de volvernos a Él y confiarnos a su Amor y Misericordia.

Dios se ha hecho Hombre y ha venido, encarnado en Naturaleza Humana, de María, por obra del Espíritu Santo, para revelarnos que el Padre nos quiere y en Él nos ha dado la oportunidad de salvarnos, puesto que ha pagado con su Muerte por nuestros pecados. Y con su Resurrección nos ha dado la Vida Eterna.

domingo, 11 de febrero de 2018

IMPURO Y EXCLUIDO

Mc 1,40-45
No sólo eres atacado por una enfermedad incurable en aquella época, sino que quedas marcado y excluido de la sociedad. Posiblemente no podía haber mayor desgracia. A las dolencias y sufrimientos físicos se une la exclusión social. Quedas solo, apartado, sin derechos y señalado como impuro, como castigado por Dios. No podía haber mayor desgracia.

Ante esta realidad de su tiempo en la tierra, Jesús siente compasión y cura a muchos leprosos. Le preocupa la exclusión social y la marginación de todos aquellos caídos en desgracia. Y hoy sucede lo mismo. Muchos son marginados y excluidos de sus derechos. Son explotados y tratados como mercancía y utilizados como objetos de producción y placer. Sobre todos los niños.

Otros, por su baja rentabilidad, los ancianos, son excluidos y apartados, y amenazados con la eutanasia. Es el mundo de lo útil y de la producción. Lo que no produce se tira y se desecha, incluso al hombre que está fuera de ser productivo o tiene bienes, riqueza y poder. Vales lo que tienes o puedes producir. De la impureza hemos llegado a la cocificación. Hasta el punto que objetos y animales pueden valer más que una persona. Hemos perdido el norte.

¿Acaso no somos hijos de Dios? ¿Y nuestra dignidad no está apoyada y fundamentada en el amor que Dios nos tiene? ¿No somos, ante los ojos de Dios, todos iguales y con los mismos derechos? Está claro que en la medida que nos alejamos de Dios, el mundo pierde su sentido y se precipita al vacío. La impureza no está en lo exterior o en la enfermedad. La impureza reside dentro de nuestro endurecido y contaminado corazón apegado a las riquezas y poder de este mundo.

Necesitamos del Médico bueno que se compadece de nosotros y nos cura. Una curación que nos libra de la esclavitud y del pecado. Ese pecado que nos llena de rencor, de insatisfacción, de vacío, de tristeza, de odio, de venganza y de muerte. A Él nos encomendamos.

sábado, 10 de febrero de 2018

EL SEÑOR SE COMPADECE DE LA MULTITUD

Mc 8,1-10
Es el Señor y lo es porque su compasión es Infinita, hasta el punto de preocuparse por la situación de aquella multitud, que le había seguido, y compartir con ellos la necesidad que tienen de saciar su hambre. Entonces, Jesús nos enseña y nos muestra que con Él todo es posible y que tengamos plena confianza en Él. Pide nuestra colaboración y, habiendo unos pocos panes y algunos peces, los multiplica para que la ingente multitud pueda saciar su hambre.

Con el milagro de los panes y peces, Jesús nos enseña que Él está siempre con nosotros, y que nuestras buenas obras, en su Nombre, siempre tendrán respuesta y buen fin, y serán multiplicadas. Es decir, magnificadas por su Gracia y su Bondad. Nos pide nuestras total disponibilidad y nuestra colaboración. Nuestro pobre esfuerzo, Él, lo hace fértil, exitoso y grande - el ciento por uno - pero, necesita nuestra confianza y nuestra fe.

Nuestra situación es diferente a los discípulos de entonces. Ellos no le conocían todavía y sus dudas estaban presentes, aunque quedaban asombrados por el poder del Señor. Jesús, el Señor, les muestra que con Él todo es posible y con sus obras les invita a confiar y creer en Él. Sin embargo, le debemos a los apóstoles que confiaran en el Señor y sus testimonios nos fortalecen y nos llenan de esperanza y alegría. Ellos nos permiten conocer al Señor, incluso mejor que ellos en esos momentos antes de la Resurrección. Hoy nosotros sabemos, por sus testimonios, que el Señor ha Resucitado y está presente entre nosotros.

Y nos reparte el pan que nos alimenta, que nos une, que nos da fuerza y fortaleza, que nos hermana y que nos sostiene en la fe y la esperanza. Jesús es el Señor y el multiplica todos nuestros esfuerzos y convierte nuestros fracasos en éxitos y alimento abundante. Muchos de nuestros panes y peces, esfuerzos presentes en nuestras vidas, son convertidos en verdadera comida y alimento para otros muchos por la Gracia de Dio. Nosotros humildemente, sólo tendremos que dejarnos llevar, ponernos en sus Manos y estar disponible para que el Espíritu Santo haga en nosotros la obra que el Señor quiere. ¡Alabado y glorificado sea el Señor!

viernes, 9 de febrero de 2018

¿EXCLUIDOS DE LA COMUNIDAD?

Mc 7,31-37
¿Cómo te sientes?  ¿Te experimentas estar excluido del grupo?; ¿de tu entorno?; ¿de la comunidad? Posiblemente no nos demos cuenta o no lo sepamos, pero nuestra respuesta tiende a apartarnos, a aislarnos y a quedarnos al margen de los demás. Y son excluidos aquellos que son débiles, que están limitados y que presentan síntomas de debilidad, disminución física o psíquica, o que tienen alguna enfermedad que los limita. O, simplemente, por su edad y sus torpezas se ven marginados.

A veces experimentamos que sólo los que, a espejo del mundo son válidos, tienen un puesto en los grupos y comunidades sociales. Incluso en la misma Iglesia tenemos que interpelarnos y luchar para no dejarnos llevar por el poder, la fuerza y el ser más que el otro. Y es que nuestra nuestra naturaleza humana busca lo grande, lo espectacular, lo extraordinario, el milagro y el poder. Posiblemente, buscamos a Jesús porque nos cura, nos arregla nuestros problemas y nos salva.

Quizás un Jesús humilde, sin poder, sin milagros y sin curaciones no nos interesa. Somos así de pobres y pecadores. Se nos nota enseguida, pero Jesús, a pesar de eso nos quiere y nos atiende. Está pendiente de nuestro sufrimiento y quiere que estemos integrados en la comunidad. Su mandato, precisamente, nos manda, valga la redundancia, eso, que nos amemos los unos a los otros. Es el núcleo que comporta el mensaje de Jesús.

Porque, amarnos, tal y como Él nos ama, derrumba todas las barreras que nos separan y que nos aislan. Amarnos nos une y nos acerca en nuestros cuidados, atenciones, respeto, escucha, haciéndonos que vivamos en la verdad y la justicia. El amor nos hace libres y llena de felicidad, porque sólo cuando damos y nos damos, nuestros corazones encuentran el gozo y la alegría de experimentarse felices. Por eso, Jesús nos humaniza con su mandato a amarnos, porque sólo tratándonos con humanidad y con misericordia somos capaces de convertirnos en buenas e intencionadas personas y hacer un mundo más justo y verdadero.

jueves, 8 de febrero de 2018

LA FE MUEVE MONTAÑAS

Mc 7,24-30
Es la hora de preguntarnos por nuestra fe. Quizás nunca te lo hayas planteado, pero igual ha llegado la hora. Necesitas aclararte y pesar tu propia vida. ¿Qué buscas y a donde vas? Realmente, ¿qué sabes? Por mucho que quieras indagar y apostar, sólo hay dos cosas ciertas y que tú y todos sabemos. Una, que estás vivos y has nacido. Te tocas y compruebas que existes, y, dos, que algún día morirás, sin saber cuando ni la hora. El hecho es que lo único cierto que hay es la vida y la muerte.

Ahora, la pregunta es, ¿qué haces con tu vida? ¿Vives esperando que algún día esta vida se acabe y mueras? ¿Y, mientras, matas el tiempo? ¿Buscas donde entretenerte y olvidarte de esa tragedia de morir algún día? ¿Tienes miedo de que esta vida se acabe? Estas y otras preguntas están dentro de tu corazón y, por mucho que quieras obviarlas, laten dentro de ti y esperan que les des una respuesta. Mientras están intranquilas y angustiadas, y esperan descansar algún día.

San Agustín se adelantó a decirnos que no descansaremos hasta hacerlo en el Señor. Porque, la única respuesta que hay es Jesús. Él saciará todas nuestras búsquedas y nos llenará de paz y amor. Y, lo que es más, nos dará Vida Eterna. No una curación temporal, como es el caso del pasaje evangélico que hoy nos ocupa, la liberación del demonio de la hija de esa mujer pagana y fenicia de Siria, sino una curación para siempre.

Pero, se necesita una cosa, "Fe" para ganar ese, entre paréntisis, mérito para ganarnos la Vida Eterna. Es lo que Jesús dijo a ese mujer: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos... «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija»  

Realmente, la fe mueve montañas y es lo que todos necesitamos para ganar la Vida Eterna. Para eso hemos sido creados libres, para decidir y decidir bien. Porque, todos queremos siempre hacer el bien; portarnos bien, y ser queridos por los demás. Estamos hechos para el amor, pero necesitamos creer en Jesús para poder amar bien. Tal como Él nos enseña. 

miércoles, 7 de febrero de 2018

EL PELIGRO NO ESTÁ AFUERA, SINO DENTRO

Mc 7,14-23
Un gran error, y muy grave, está en considerar que las cosas de afuera contaminan. Y procuramos no mezclarnos o excluir todo lo que, de alguna manera, consideramos impuro. Entre ellas están la de no tocar la Sagrada forma con la mano, o no recibirla de mano de un ministro extraordinario, comentado en la reflexión anterior. No son las cosas externas las que nos contaminan, repetimos, sino las que salen de nuestro corazón cargadas de malas intenciones.

Hoy, el Evangelio pone el dedo en la llaga, pero, sucede que muchos se guían por lo que otros dicen, incluso sacerdotes, y no sostienen su mirada directamente desde y con el Señor. Es Jesús quien nos adoctrina y quien nos asiste y auxilia a través del Espíritu Santo. Nos lo ha dicho: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito” (Jn 16,7).

La Palabra de Dios nos va guiando en cada momento e indicando el camino que tendremos que tomar. Es verdad, y lo experimentamos, que hay muchas curvas, momentos de incertidumbre y riesgos, pero, no es menos cierto que el Espíritu Santo va con nosotros y nos auxilia para que encontremos el verdadero camino y la auténtica verdad. 

Es cierto que hay mucho peligro y que muchos, en manos del Maligno, nos querrán engañar, y que serán culpables de escandalizarnos y confundirnos, pero, en Manos del Espíritu Santo encontraremos siempre el buen camino y a las buenas personas que nos orientarán y nos señalarán, con sus testimonios y palabras, el camino hacia el Señor. Tengamos en cuenta que el pecado no se gesta afuera sino dentro de nosotros. Todo reside en el corazón y es ahí de donde salen la buenas o malas intenciones: 

Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».

martes, 6 de febrero de 2018

TRADICIÓNES Y COSTUMBRES

Mc 7,1-13
Es muy fácil caer en las tradiciones y costumbres. Referirse a lo que se hacía antes paraliza nuestros corazones y nos impide avanzar y ver. Jesús desmintió y desbarató muchas tradiciones que se cumplían al pie de la letra sin tener en cuenta que son las personas lo verdaderamente importante y lo que Dios ama. Buscar, luego, su bien es lo primero y fundamental.

Podríamos incluir aquí muchas corrientes de nuestro tiempo que se aferran a lo antiguo. No se acepta en muchos sectores y grupos de la Iglesia el tomar la comunión en la mano, y, menos aún, lo que la Iglesia ha convenido hacer respecto a la participación de los seglares como ministros extraordinarios para distribuir la comunión. ¿Acaso no son bautizados y, por la Gracia del Espíritu de Dios, sacerdotes, profetas y reyes? ¿No repartió Jesús su Cuerpo en la mano de sus discípulos? ¿No tomaron sus discípulos el Pan, transformado en el Cuerpo del Señor con sus propias manos? ¿No somos nosotros también discípulos y enviados a evangelizar?

Luego, ¿por qué no se acepta lo que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha convenido delegar para el bien de todos? Se necesitan muchas manos para llegar a todos los lugares, sobre todos a aquellos enfermos que necesitan también alimentarse espiritualmente del alimento del Cuerpo del Señor. ¿Acaso son los sacerdotes más puros que los seglares? Tratemos de reflexionar y ver las cosas desde la mirada del Señor.

Tengamos muchos cuidados con los manipuladores que se agarran a las tradiciones y costumbres para utilizarlas en sus conveniencias e intereses. Y es que la envidia, el resentimiento, la suficiencia y el creerse mejor que otros nos vendan los ojos y nos endurecen los corazones impidiéndonos ver las cosas desde la Verdad que está precisamente en el Señor.

El comió con los impuros; curó a los impuros; repartió su Cuerpo y su Sangre entre los impuros, y sus discípulos, en su memoria, hacían los mismo, dando el Pan, convertido en el Cuerpo del Señor, en las manos. Hagamos una seria reflexión desde el interior de nosotros mismos.

lunes, 5 de febrero de 2018

QUIERO BUSCAR, SEÑOR, LA SALVACIÓN ETERNA

Mc 6,53-56
Estamos heridos, y nuestra naturaleza, tocada por el pecado, busca lo inmediato, el efecto al instante. No reparamos que es simplemente un alivio y que pronto volverá a importunarnos y a darnos dolor. En cierta medida estamos ciegos y no vemos más allá de nuestras narices. La gente busca en Jesús la curación de todos sus males, pero no entiende el verdadero sentido de sus Palabras.

Simplemente, le buscaban con la intención de tocar su manto. La noticia había trascendido por todos aquellos lugares, "con tocarle el manto quedaremos curados". Y, se supone, que todos aquellos que lo hacían con verdadera fe quedaban curados. También nosotros podemos quedar curados si tocamos su Cuerpo, pues, en la Eucaristía está a nuestro alcance. De Él nos alimentamos espiritualmente, así que está en nuestro corazón y alimenta nuestra alma.

Y cuando somos capaces, por su Gracia, hacerlo presente en nuestras vidas, todo reluce y se renueva, y nuestro sentir y obrar cobra nuevas e inesperadas sensaciones que alumbran y promueven nuestro sentir y obrar. Pero, no olvidemos que lo verdaderamente importante no es solucionar nuestro problema en este mundo, porque, tarde o temprano volverá, sino alcanzar la Vida Eterna en el otro, que encierra el verdadero significa de las Palabras de Jesús. Él nos quiere llevar a la Casa del Padre, para que gocemos con Él eternamente.

Por eso, aunque ahora nos cura, sus Palabras quieren enseñarnos y descubrirnos la verdadera sanación, que no es otra que el triunfo de la Vida sobre la muerte. Estamos llamados a Resucitar con el Señor, porque El ha vencido a la muerte en la Cruz, Resucitando al tercer día. Precisamente, cada domingo celebramos ese momento glorioso de la Resurrección. Jesús, el Señor, está con nosotros y nos salva. No sólo de las enfermedades de este mundo, sino, lo verdaderamente importante, nos salva para siempre después de compartir la muerte con Él en este mundo. Tengamos confianza y fe, el Señor ha venido para darnos Vida Eterna.

domingo, 4 de febrero de 2018

NUESTRAS ESPERANZAS DESCANSAN EN ÉL

Mc 1,29-39
La vida presenta muchos obstáculos. Hay temporadas en las que todo marcha viento en popa, pero, quizás cuando menos lo espera todo se vuelve al revés y nos encontramos envueltos en dificultades o enfermedades. Y todo se viene abajo. Y sabemos que eso pasará y volverá a pasar. El camino por este mundo está envuelto en dificultades que no terminarán hasta el final.

Pero, ¿y cuál es el final? ¿Merece la pena vivir con esa amenaza y sin esperanza? ¿Tiene sentido este camino de rosas y también de espinas para terminar sin esperanza y en la muerte? Supongo que algo habrá que pensar y buscar, porque dentro de nuestro corazón hay un latido de esperanza, de gozo y de resurrección. Y si lo hay es porque Alguien lo ha puesto ahí. Por lo tanto, merece la pena buscar a ese Alguien para que nos saque de esa angustia e inquietud y nos dé descanso.

El Evangelio de hoy nos habla de eso, de un día normal de Jesús. Enseña y predica en la sinagoga y luego se reúne con sus familiares, aquellos que creen en su Palabra, y les atiende curándoles, como hace con la suegra de Pedro y con toda la ciudad que se agolpa a su puerta. Jesús ha venido para enseñarnos el camino hacia la Casa del Padre y para aliviarnos su recorrido.

Sin embargo, entre todos los que le buscan priman más las curaciones y los milagros que la Palabra que anuncia la buena Noticia. Es más atractivo el curar y los milagros que el mensaje. Pero, sin duda, las curaciones pasan, y también los milagros. Tendremos que volver a enfermar al final de nuestro camino. Sin embargo, la Palabra queda, esa no pasa. Y la Palabra trae la fe. Fe que nos dará la única y verdadera salvación.

Porque, la Palabra da sentido a nuestra vida y la llena de esperanza. Es posible que tengamos que soportar contratiempos y enfermedades, pero todo eso se supera con la esperanza de que es ahí donde empieza la verdadera vida. Porque cuando termina aquí empieza la verdadera, la que nunca termina y está llena de gozo y alegría eterna.

sábado, 3 de febrero de 2018

EL TRABAJO EXIGE DESCANSO

Todos hemos experimentado la necesidad de trabajar y, por consiguiente también la exigencia del descanso, pues quien trabaja tendrá que descansar. Sin descanso no se puede continuar la marcha del camino. El camino presupone pararse para, descansado, continuar la marcha. Podríamos concluir que sin descanso no se llega a ninguna parte.

Sin embargo, en este mundo en el que vivimos hay muchos esclavos del poder y la riqueza que se empeñan en no dejar descansar a los demás. Ellos si se toman su buen descanso. Quizás excesivo y algo o muy desproporcionado a sus méritos y trabajo, pero, para ello todo es válido. Sin embargo, someten a otros al esfuerzo casi continúo de vivir para el trabajo sin casi derecho al descanso. Incluso, a muchos como es el caso de los niños, les roban hasta la infancia.

En el Evangelio de hoy, Jesús, el Señor, nos habla de la necesidad de descansar. Llama a sus discípulos, a los que ve cansados y fatigados, y se los lleva a un lugar solitario para que descansen. El descanso nos es necesario, pues nuestra naturaleza humana, agotada y cansada, se regenera y fortalece con él. No digamos de la necesidad al mismo tiempo del sueño, regenerador de nuestras neuronas. Sin lugar a dudas, un buen descanso nos renueva y nos deja como nuevos.

Pero, también el Señor, con su ejemplo y testimonio, nos alienta a extremar todas nuestras capacidades para disponernos a dar descanso a aquellos que, sometidos a la esclavitud de sus propias ambiciones, vicios, apegos, dependencias y drogadicciones se ven atormentados y desorientados y sin lugar para el descanso, que exige cierta paz y tranquilidad.

Miremos al Señor y tratemos de descansar en Él dejándole nuestras cargas e inquietudes para que Él las ponga en camino y las renueve fortaleciéndolas. Porque, sólo en él podemos encontrar reposo y descanso y renovar cada día nuestras fuerzas.

viernes, 2 de febrero de 2018

JESÚS ES EL MESÍAS

Su presentación en el Templo es de lo más sencilla y normal. Él, que es el Rey de la Gloria y por lo que el Templo se ha construido, pasa inadvertido y de forma humilde se presenta llevando, como prescribe la Ley, dos pichones, la ofrenda, quizás, más humilde. Nadie advierte nada y todo se desarrolla de forma muy normal.

Pero, al mismo tiempo sube un hombre justo y piadoso, Simeón, que no es levita, ni escriba, ni doctor de la Ley. Sube movido por el Espíritu Santo, pues a él le ha sido revelado que no vería la muerte sin ver al Cristo del Señor. Todo ha sido preparado por el Espíritu de Dios y todo es un nuevo milagro prodigioso para que también nosotros creamos. Simeón descubre y proclama la Naturaleza Divina de ese Niño, nacido para Gloria de Dios y redención de los hombres.

Y, auxiliado e inspirado por el Espíritu Santo, dice: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Sería bueno que también nosotros tratáramos del ver al Señor poniéndonos en sus brazos y como Simeón descansaramos en el Señor. Podríamos decir que Simeón presenta al Señor, le descubre y sabe de su misión. Es entonces cuando experimenta, por la Gracia de Dios, que puede morir en paz. Y eso significa que sabe en manos del quien está y nada tiene que temer, pues los que en Él creemos estamos llamados a la Resurrección.

Hagamos también nosotros ese esfuerzo de ir al Templo, es decir, de buscar al Señor para encontrarnos con Él, y tengamos la seguridad que le veremos, tal como hizo Simeón, Bartimeo y tanto otros. Señor, abra nuestro ojos y danos la fe.

jueves, 1 de febrero de 2018

MISIÓN CLARA

Mc 6,7-13
No hay vuelta de hoja, todo está definido y bien claro. Jesús envía a sus discípulos para que continúen su misión. No es una llamada para que se limiten a seguirle, sino también para actuar y proclamar. El Bautismo nos configura como sacerdotes, profetas y reyes, y nos compromete a proclamar la Buena Noticia de Salvación. Todo está meridianamente explicado.

Ahora, no se trata de ir, proclamar sin ningún compromiso. Estamos llamados a vivir lo que proclamamos. Y Jesús nos lo deja claro y nos señala la forma y el camino: En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos».

Si no hacemos eso es porque falla algo en nosotros. Posiblemente, ni tenemos la fe suficiente, como un grano de mostaza, ni vamos tal y como nos envía Jesús. Posiblemente estemos apegados a este mundo y nademos entre dos aguas, al menos yo me veo en esa actitud. No estamos decididos del todo, aunque hagamos muchas cosas, porque el mandato del Señor, y Él no se equivoca ni falla, es claro.

Sin embargo, no por eso estoy desesperado ni desanimado. Al contrario, trato de esforzarme y de confiar en Él. Su Gracia nos transformará y nos dará la sabiduría y fortaleza para cumplir la misión tal y como Él quiere y nos ha enviado. Tengamos fe y confianza en el Señor. Creamos que, por su Gracia, tenemos poder sobre los espíritu inmundo y que podemos curar y sanar enfermedades. Es la Gracia del Señor que obra milagros a través de nosotros. De hechos, muchos enviados los realizan.

Pero, eso no debe obviarnos a nosotros a excluirnos y a mirar para otro lado. El Señor quiere que tú y yo también vayamos y proclamemos el Evangelio como Él nos ha enviado. Pongamosno en sus Manos, tengamos fe y confianza.