Lc 11,29-32 |
Buscamos pruebas y señales que nos convenzan, pero, a pesar de tenerla delante no las reconocemos ni la aceptamos. Buscamos seguridades y como las pruebas no nos la dan, saltamos como de flor en flor buscando toda clase de seguros que nos den esa seguridad que anhelamos. Y lo que conseguimos es desesperarnos y estresarnos. Porque, por mucho que busquemos, sólo Jesús nos dará la seguridad y la paz.
Buscando lo que nunca podremos encontrar en el mundo tapamos todas las rendijas posibles por donde pueda entrar Dios en nuestra vida. Queremos estar seguros según nuestra razón y no damos entrada a nada que sea contrario a lo que pensamos. Pero, ¿cómo pensamos? Pensamos según nuestros sentimientos y pasiones y no dejamos tiempo ni espacio para nada más. Dios no es sino un reto, que no nos convence y al que no damos ninguna oportunidad. Queremos que se nos presenta y nos demuestre su poder, y si no es así, buscamos por nuestra cuenta y según nuestra razón.
Y llegamos al estrés y a la depresión. Nos enredamos en este mundo absurdo que no tiene sentido sin Dios. Porque, vivir para morir tiene muy poco sentido. La fe es la única esperanza que puede dar la vuelta a este camino mundano absurdo. La fe en la esperanza de la Resurrección, que es lo que nos ofrece Jesús, siendo Él el primero en resucitar. No hay ni habrá otra señal. Jesús es la prueba, el signo, el camino, la verdad y la vida.
Pero, la fe es un proceso, es un camino, es un riesgo y una aventura. Y es como debe ser, porque sólo así puede convertirse y tomarse como nuestro único mérito ante la llamada que Dios nos hace. Responder a esa oportunidad infinita que Dios nos regala es - entre paréntesis - nuestro gran mérito. Es decir, creer y fiarnos de la Palabra del Señor correspondiendo a esa capacidad y libertad que Él nos ha dado para decidir seguirle y creerle o rechazarle y no creerle.
Y no tenemos mucho tiempo para decidirnos. Hay que tomar parte en esta decisión y optar por un camino u otro. Se nos va la vida y el lunes, el Evangelio de Mt 25, 31-46 lo dejaba muy claro. Es para tomárselo en serio, porque nos jugamos la vida eterna. Esa que todos tanto buscamos.
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