martes, 20 de febrero de 2018

EL PAN DE CADA DÍA

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Mt 6,7-15
Es frecuente enredarnos con nuestras propias palabras hasta el punto que ni nosotros mismos nos enteramos de lo que decimos o pedimos. Buscamos oraciones enrevesadas y complicadas y nos perdemos en lo fundamental y en la claridad de lo que verdaderamente necesitamos. Jesús, el Señor, nos invita a no divagar ni rebuscar palabras y formas suplicatorias. Simplemente, ir al grano y ser claro.

El Señor sabe lo que nos hace falta y conviene, por lo tanto, ahorremos muchas palabras y encrucijadas verbales que nos enrollarán y confundirán. Conociéndonos, Jesús nos enseña a orar enseñándonos la oración del Padrenuestro. Una oración sencilla, breve y clara. Pedimos lo que necesitamos, el pan de cada día, y nuestro Padre, que nos conoce, sabe lo que realmente nos viene bien. Otra cosa es lo que nosotros estamos pensando y deseando. Quizás, pedimos más de lo que necesitamos y eso nos estropea y acomoda.

Pedimos que nos perdone nuestras ofensas, también como nosotros debemos esforzarnos en perdonar a los que nos ofenden. Porque, comprendemos que no está bien pedir perdón y, nosotros, no perdonar. Todos nos damos cuenta que en la medida que pedimos perdón para nosotros, también debemos perdonar a los demás. Sin embargo, también todos experimentamos que nos cuesta mucho perdonar, sobre todo a los enemigos. Y, por eso, perdimos ayuda al Señor.

Vivimos en un mundo peligroso, donde el mal que hacen unos recae e influye en otros. Necesitamos limpieza y purificación para que el ambiente sea bueno y se llene de justicia, fraternidad y amor. Y eso depende de cada uno, porque el todo está formado por los unos. También, terminamos nuestra sencilla y simple oración pidiendo esa liberación. Padre, líbranos del mal que nos rodea.

Como podemos experimentar no hace falta más. Simplemente pedir por el pan que necesitamos; pedir por la capacidad de perdonar a nuestros enemigos, y para que el Señor nos libere del mal que nos rodea.  Y terminamos con un esperanzador amen.

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