Mt 25,31-46 |
El resultado final se hace sobre el amor. Toda nuestra vida se reduce a saber amar y a vivir amando. Y amar es servir y perdonar. Porque para servir hay que también perdonar. Perdonar a todos aquellos que no corresponden a tu servicio ni valoran tu hospitalidad y caridad. Amar por encima de todos esos prejuicios que te inclinan a hacer lo contrario. Amar desinteresado.
Hay mucha gente que ama, pero ama de una manera interesada. Es decir, ama a los suyos, a sus hijos, esposa y familia en general, pero se olvida de amar al desconocido, al prójimo que tiene cerca y sufre carencias, padece hambre o enfermedad y se encuentra solo. Olvida al que está encarcelado, prisionero de la droga y vicios y sometido a la esclavitud de sus pasiones y sentidos.
Su amor queda mutilado, porque sólo ama en una dirección. Sin embargo, experimentan lo que es amar y lo dan todo por sus hijos y familia. Ignoran el gozo y la felicidad que se pierden cuando ese amor se expande a otros ambientes, sobre todo a los más pobres. Ignoran esa capacidad recibida de amar, que queda interrumpida por el rencor, la desconfianza, la inseguridad, el temor y el egoísmo de mirar solamente para sí y los suyos. Jesús nos advirtió de ese nuestro pecado individualista y egoísta al mandarnos a amar a los enemigos, porque todos, por naturaleza, tendemos a amar a los nuestros y amigos.
Y es que Él nos ama a todos, incluso a los que le insultan, le rechazan y le crucifican cada día con sus desplantes, sus indiferencias y sus pecados. Está pendiente de todos, sobre todo de los más pobres y pecadores. Nos busca y nos invita a cambiar y convertirnos. Y ahora es momento de conversión y de amor. Busquemos la fuerza del Espíritu para que nuestros corazones sean más generosos, caritativos y dispuestos a darnos en servicio y caridad.
No olvidemos que Jesús vendrá a buscarnos y a descubrir nuestra generosidad y nuestra actitud de servicio y de amor. Nada importa sino el resultado de nuestro amor. Un amor recibido del Señor y entregado, también por amor, a los hermanos. Ayúdanos, Señor, para estar a tu derecha cuando vengas a buscarnos.
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