Mc 8,1-10 |
Es el Señor y lo es porque su compasión es Infinita, hasta el punto de preocuparse por la situación de aquella multitud, que le había seguido, y compartir con ellos la necesidad que tienen de saciar su hambre. Entonces, Jesús nos enseña y nos muestra que con Él todo es posible y que tengamos plena confianza en Él. Pide nuestra colaboración y, habiendo unos pocos panes y algunos peces, los multiplica para que la ingente multitud pueda saciar su hambre.
Con el milagro de los panes y peces, Jesús nos enseña que Él está siempre con nosotros, y que nuestras buenas obras, en su Nombre, siempre tendrán respuesta y buen fin, y serán multiplicadas. Es decir, magnificadas por su Gracia y su Bondad. Nos pide nuestras total disponibilidad y nuestra colaboración. Nuestro pobre esfuerzo, Él, lo hace fértil, exitoso y grande - el ciento por uno - pero, necesita nuestra confianza y nuestra fe.
Nuestra situación es diferente a los discípulos de entonces. Ellos no le conocían todavía y sus dudas estaban presentes, aunque quedaban asombrados por el poder del Señor. Jesús, el Señor, les muestra que con Él todo es posible y con sus obras les invita a confiar y creer en Él. Sin embargo, le debemos a los apóstoles que confiaran en el Señor y sus testimonios nos fortalecen y nos llenan de esperanza y alegría. Ellos nos permiten conocer al Señor, incluso mejor que ellos en esos momentos antes de la Resurrección. Hoy nosotros sabemos, por sus testimonios, que el Señor ha Resucitado y está presente entre nosotros.
Y nos reparte el pan que nos alimenta, que nos une, que nos da fuerza y fortaleza, que nos hermana y que nos sostiene en la fe y la esperanza. Jesús es el Señor y el multiplica todos nuestros esfuerzos y convierte nuestros fracasos en éxitos y alimento abundante. Muchos de nuestros panes y peces, esfuerzos presentes en nuestras vidas, son convertidos en verdadera comida y alimento para otros muchos por la Gracia de Dio. Nosotros humildemente, sólo tendremos que dejarnos llevar, ponernos en sus Manos y estar disponible para que el Espíritu Santo haga en nosotros la obra que el Señor quiere. ¡Alabado y glorificado sea el Señor!
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