jueves, 8 de febrero de 2018

LA FE MUEVE MONTAÑAS

Mc 7,24-30
Es la hora de preguntarnos por nuestra fe. Quizás nunca te lo hayas planteado, pero igual ha llegado la hora. Necesitas aclararte y pesar tu propia vida. ¿Qué buscas y a donde vas? Realmente, ¿qué sabes? Por mucho que quieras indagar y apostar, sólo hay dos cosas ciertas y que tú y todos sabemos. Una, que estás vivos y has nacido. Te tocas y compruebas que existes, y, dos, que algún día morirás, sin saber cuando ni la hora. El hecho es que lo único cierto que hay es la vida y la muerte.

Ahora, la pregunta es, ¿qué haces con tu vida? ¿Vives esperando que algún día esta vida se acabe y mueras? ¿Y, mientras, matas el tiempo? ¿Buscas donde entretenerte y olvidarte de esa tragedia de morir algún día? ¿Tienes miedo de que esta vida se acabe? Estas y otras preguntas están dentro de tu corazón y, por mucho que quieras obviarlas, laten dentro de ti y esperan que les des una respuesta. Mientras están intranquilas y angustiadas, y esperan descansar algún día.

San Agustín se adelantó a decirnos que no descansaremos hasta hacerlo en el Señor. Porque, la única respuesta que hay es Jesús. Él saciará todas nuestras búsquedas y nos llenará de paz y amor. Y, lo que es más, nos dará Vida Eterna. No una curación temporal, como es el caso del pasaje evangélico que hoy nos ocupa, la liberación del demonio de la hija de esa mujer pagana y fenicia de Siria, sino una curación para siempre.

Pero, se necesita una cosa, "Fe" para ganar ese, entre paréntisis, mérito para ganarnos la Vida Eterna. Es lo que Jesús dijo a ese mujer: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos... «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija»  

Realmente, la fe mueve montañas y es lo que todos necesitamos para ganar la Vida Eterna. Para eso hemos sido creados libres, para decidir y decidir bien. Porque, todos queremos siempre hacer el bien; portarnos bien, y ser queridos por los demás. Estamos hechos para el amor, pero necesitamos creer en Jesús para poder amar bien. Tal como Él nos enseña. 

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