viernes, 17 de octubre de 2025

AUTENTICIDAD Y NO HIPOCRESÍA

Lc 12, 1-7
   Antonio estaba escandalizado. Nunca habría pensado encontrar a alguien capaz de decir una cosa y luego defender la contraria. Sus palabras estaban llenas de falsedad y engaño.

     Se había enfrentado a un hombre que pretendía engañar a todos con promesas huecas, y eso lo hirió profundamente. Aquella discusión, por poco, no terminó a golpes; solo la intervención de algunos presentes evitó que pasara a mayores.

   Eran aproximadamente las once y media de la mañana cuando Antonio, aún con semblante malhumorado, se sentó en la terraza.
 
    —¿El café de siempre? —preguntó Santiago.
    —Y una manzanilla —respondió Antonio—. Hoy necesito relajarme bastante.
    —¿Por qué tanto relajamiento? —inquirió Pedro, que acababa de llegar.
   —He tenido un encontronazo con un energúmeno —dijo Antonio—. Menos mal que no pasó a más. Se proponía engañar a todos con una sarta de mentiras, y no pude soportarlo.
    —¿Y qué decía?
  —Hablaba de inversiones que seducen, pero esconden trampas y riesgos enormes. Muchos, sin saberlo, estaban cayendo en su trampa.
  —Supongo que trataste de impedirlo. Te conozco bien —respondió Pedro—. No puedes quedarte callado cuando se trata de la verdad.
  —Exactamente. Sentí que debía defenderla y abrir los ojos de aquella gente. Descubrí muchas mentiras que ese hombre ocultaba, y eso provocó la discusión.
Hacía rato que Manuel había llegado y escuchaba en silencio. Cuando Antonio terminó, Pedro, con una mirada, le invitó a intervenir.
  —La hipocresía está muy presente en nuestro mundo —dijo Manuel con serenidad—. Jesús, dirigiéndose a sus discípulos, les advirtió: “Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía; nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse” (Lc 12,1-7).
   —Sí, es cierto —respondió Antonio—. Pero a veces uno siente la necesidad de detener a esos hipócritas.
  —Siempre con palabras medidas —añadió Manuel—, evitando el enfrentamiento. La mentira, tarde o temprano, se descubre. En cambio, la persona auténtica se siente libre y ligera; su palabra, noble y sincera, deja huella.
   —Tienes razón —asintió Antonio—. Los enfrentamientos no conducen a nada.
  —La autenticidad —continuó Manuel— suele tener un coste social. Por eso Jesús nos invita a no temer, porque Dios acompaña a quienes lo acogen con corazón sincero y lo anuncian con su vida.
 
   La hipocresía no fue exclusiva de los fariseos. Es una levadura que puede extenderse fácilmente, sobre todo entre quienes defienden exigencias en su modo de vivir.
    El hipócrita critica a los demás mientras oculta sus propias miserias, que tarde o temprano salen a la luz.
    Solo la verdad desnuda la falsedad y la saca del escondite. Pero no debemos temer a quienes pueden matar el cuerpo, sino a Aquel que, si lo rechazamos, puede, después de la muerte, condenarnos al sufrimiento eterno.

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