domingo, 19 de octubre de 2025

NUNCA TE CANSES DE REZAR

Lc 18, 1-8
     Estaba cansado de tantas molestias. No había un día en que aquella amenaza dejara de inquietar a su familia. Querían presionarle para que su favor les favoreciera. Había momentos dramáticos y de gran tensión.

    Fernando pertenecía a una asociación que, por intereses económicos y con un matiz político, había vendido su principio de la vida. Ahora, movidos por el reciente líder, muchos se inclinaban por la defensa, como un derecho, del aborto.

    Sin embargo, Fernando y otros permanecían firmes en la defensa del derecho a la vida. Por iniciativa del líder, a muchos los presionaban casi a diario. Los defensores del aborto estaban decididos a convencer, como fuera, a quienes persistían en no aceptarlo. Y menos aún como un derecho.

    —Te noto algo preocupado, Fernando —le dijo Manuel—. ¿Te ocurre algo?
Pedro, que había oído a Manuel mientras observaba a Fernando, también mostró su preocupación.
    —También yo te noto inquieto. Desahógate, si tienes algo que te preocupa.
Fernando daba muestras de no querer hablar. No obstante, vencido por esas persistentes presiones, decidió compartirlas con Pedro y Manuel.
   —Estoy cansado de tanta presión que, en ciertos momentos, llega a amenaza. Me refiero a esos del grupo que quieren que me ponga a favor del aborto. Y no puedo. Para mí, la vida siempre será un derecho del hombre. Es un don de Dios. No puedo verlo de otra forma.
   —Ni verlo de otra manera —se apresuró a responder Manuel—. La vida es un don de Dios, y nadie ni nada pueden abolir ese derecho y regalo divino.
   —Pienso lo mismo —dijo Pedro—. ¿Acaso puede alguien arrogarse el poder de decidir si una persona puede nacer o no? Solo Dios es dueño de la vida, que Él ha regalado al hombre.
  —Es verdad que, además de defenderla a toda costa y con todos los medios a nuestro alcance —puntualizó Manuel—, lo más importante que podemos hacer es rezar. Rezar con insistencia y confianza, tal como nos dice Jesús (Lc 18,1-8) en esa hermosa parábola del juez injusto.
   —¿Qué nos enseña? —preguntó Fernando, lleno de curiosidad.
  —La importancia de la perseverancia en la oración. Narra la historia de una viuda que, ante la injusticia de un juez que no temía a Dios ni respetaba a la gente, le pide constantemente justicia. Finalmente, el juez cede para no ser molestado por su persistencia.

    Fernando comprendió que la perseverancia en la oración es muy necesaria. Nunca rendirse. Siempre resistir e insistir, con la ayuda de Dios.

    Dios, a diferencia del juez, nos lo dice Jesús: “¿No hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche?”

   Y mientras hablaban, comprendieron que rezar no era huir, sino luchar con la fuerza de Dios, confiando en que la justicia divina siempre llega a su tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.