Jn 6,22-29 |
Aquella multitud de personas, después del milagro de los panes y los peces, buscaban a Jesús para seguir alimentando sus necesidades materiales: salud y hambre. No entendían lo que Jesús proponía y nos daba: el alimento espiritual que, precisamente, es el único que sacia al hombre y le da la vida eterna, que anhela y persigue. Pero, ni se dieron cuenta muchos contemporáneos suyos ni nos damos cuenta ahora muchos creyentes y no creyentes. Es verdad que necesitamos el alimento del cuerpo y que hay que buscarlo, pero, ese alimento no nos resuelve el deseo interior e insatisfecho de vida eterna en plenitud. Está en Jesús, Pan de Vida Eterna. Son precisamente sus Palabras las que nos descubren esa ruta que, sometidos a nuestra naturaleza humana, nos confunde y desvía del verdadero camino: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».
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