No es cuestión de asustarse sino todo lo contrario. Nos alegramos y llenamos de esperanza, porque las señales de que el final se acerca representan para el creyente en Jesús la esperanza de que va a llegar la Gloria y la plenitud eterna. Todo lo contrario para aquel que pone sus esperanzas en este mundo y ve como se destruye y se acaba.
Experimentamos que el mundo se deteriora a paso agigantado. Vamos observando como la contaminación hace irrespirable los espacios donde vivimos. Todo va consumiéndose sin prisas, pero sin pausas. Y el hombre se siente impotente para pararlo. No hay marca atrás. El camino parece irreversible tal y como nos dice hoy Jesús: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito». ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén ... seguir leyendo.
Es, pues, necesario estar vigilantes y atentos. Pero no asustados. El creyente está siempre esperanzado y confiado en las Palabras del Señor. Para los creyentes los momentos finales de su vida, sea la hora de su muerte o porque tenga la dicha de estar presente en las horas finales del mundo, son los momentos más gloriosos, porque se acerca la liberación, eterna plena y gozosa junto al Padre.
Por eso, es bueno recordar que no estamos dejando pasar el tiempo bobamente ni tontamente. Esperamos la segunda venida del Señor. Esa venida donde nos viene a buscar para llevarnos a esa mansión que nos prepara junto al Padre. ¡Alabado y glorificado sea el Señor!
Por eso, es bueno recordar que no estamos dejando pasar el tiempo bobamente ni tontamente. Esperamos la segunda venida del Señor. Esa venida donde nos viene a buscar para llevarnos a esa mansión que nos prepara junto al Padre. ¡Alabado y glorificado sea el Señor!
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