| Mt 21, 28-32 |
Ambas actitudes
se dan en nuestra sociedad, son actuales y se esconden detrás de muchas actuaciones
premeditadas.
Escuchemos la anécdota
que nos cuenta Manuel:
En cierta ocasión, un muchacho, de nombre Félix, fue requerido por el jefe de su empresa. Este le dijo:
Más tarde, el señor
de la empresa llamó a otro empleado, de nombre Jacinto, y le encargó el mismo
trabajo. Su respuesta fue:
—Quizás no pueda,
señor, tengo otras cosas que hacer.
El jefe, desviando
la mirada, le dejó la nota y se marchó.
Pasado unos
días, el jefe llamó a la dirección donde les había encargado a sus empleados
dejar el aviso. La respuesta que recibió fue que solamente habían recibido uno
que llevaba escrito el nombre de Jacinto.
Entonces,
llamando a los dos empleados, y colocándolos frente a él, les dijo:
—Hace días les
encargué un trabajo a cada uno. Lo hice a modo de prueba para comprobar su
obediencia y sinceridad.
Mientras Jacinto
se mantenía sereno y seguro de su obediencia, a Félix se le enrojecía la cara y
agachaba su cabeza.
Mirándolos a la
cara, el jefe les dijo:
El resultado
deja muy claro que lo aparente no siempre coincide con la realidad. Esta prueba
nos ayuda a descubrir la verdadera identidad que se esconde detrás de cada uno,
así como la capacidad de recapacitar y de buena disposición a hacer lo debido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.