viernes, 19 de diciembre de 2025

CUESTIÓN DE FE

Lc 1, 5-25

    La duda siempre le acompañaba, y eso le ponía en dificultades. Su experiencia no le ayudaba a fiarse y menos de aquello, que para ser realidad, necesitaba de un milagro. A esa edad, ya de su vida, Olegario había desistido de toda esperanza.

   —Te noto algo pensativo —le dijo Pedro—, mirándole con extrañeza. ¿Acaso te ocurre algo?
  —¡No!, nada —respondió Olegario. Simplemente estaba pensando en lo difícil que se hace sostener tu confianza en otras personas. No solo con los que íntimamente te relacionas, sino también con los que tropiezas en tu vida.
    —¿Y a qué viene eso ahora, a estas alturas de tu vida? Todo es cuestión de fiarte o no. A veces aciertas, y otras no.

   Viendo Pedro que llegaba Manuel, le implicó en el pensamiento de Olegario.

   —Buenos días, Manuel —le saludó Pedro. Nuestro querido amigo Olegario tiene una preocupación. ¿Puedes decirle algo?
    —Buenos días —dijo Manuel. Es necesario, para dar mi opinión, que primero sepa de qué se trata ese pensamiento de Olegario. ¿No te parece?

    Entonces Olegario, adelantándose a Pedro, miró a Manuel con cierta cara de desafío y le dijo:

    —La experiencia —mi propia experiencia— me condiciona y me impide confiar en otros. Incluso en aquellos que, de alguna manera, parecen personas serias y en las que aparentemente se puede creer.
    —Todo eso dependerá de la medida de tu fe —respondió Manuel. Igual que, puedes pensar, otros confían en ti y se ponen en tus manos. Tú puedes intentar hacer lo mismo y dar un margen de confianza.

    Olegario frunció el ceño con gesto de indeciso y dijo:

    —No lo había contemplado desde ese punto de vista. Quizás tengas razón, pues de la misma manera que otros se fían de mí, ¿no tengo yo que fiarme de otros?

    —Creo que esa es la respuesta. Pero, para más claridad, podemos leer a Lc 1, 5-25, donde Zacarías, el padre de Juan el Bautista, tuvo esa experiencia, que terminó en gozo y alegría.

    Manuel guardó unos segundos de silencio y añadió, casi en voz baja:

    —Al final, el riesgo siempre existe. Pero aun así, Dios se fía del hombre.

    Nadie dijo nada más. Y, casi sin darse cuenta, los tres experimentaron una extraña sensación de confianza.

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