domingo, 21 de diciembre de 2025

UN AMOR VERDADERO

Mt 1, 18-24

    El día estaba encapotado y amenazaba lluvia. Se esperaba que de un momento a otro el cielo abriera sus puertas y derramara un buen caudal de agua sobre la tierra. Los pronósticos auguraban tormentas.

    Acurrucado en su terraza favorita, Manuel deleitaba su buen café y, también él, daba libertad a su pensamiento para que sintonizara con la oscuridad que envolvía el ambiente atmosférico.

    Dejó su mirada fija en un punto y, tomando su bolígrafo, escribió:

  «Cuando confundimos el amor con la pasión, nos metemos en un callejón sin salida».

    Pedro, que llegaba en esos momentos, bien abrigado y provisto de paraguas, le dijo:

    —Se avecina tormenta. Espero que no nos impida regresar a casa. No me resistía a dejar de tomar mi café acostumbrado.

    Mirando para Manuel y, extrañado por su concentración, le dijo:

    —¿Qué escribes con tanta atención? —¡Vamos!, si no es indiscreción.
   —Reflexionaba sobre el amor y cómo se confunde con la pasión. Amar no es deseo, sino donación. Me doy y entrego porque quiero servir y hacer el bien. Eso da gozo, alegría y hace feliz.
    —Pero tiene que haber atracción pasional —dijo Pedro, dejando una risa irónica en sus labios.
   —¡Claro! —respondió Manuel—, sobre todo cuando hablamos en términos conyugales, pero nunca como la esencia del amor, sino como un elemento más que lo complementa.

    Pedro, con cara de extrañeza y confusión, dijo:

    —No entiendo bien lo que dices, me quedo en blanco.

    Entonces Manuel, tras breves segundos, abrió su agenda y tomó la Biblia.

  —Y leyendo en Mt 1, 18-24 expuso cómo sufrió José tras descubrir el embarazo de María, su prometida.

    Hizo una parada, levantó su mirada y, fijándola en Pedro, continuó:

    —La ley dictaba denunciar la situación de María y lapidarla, y la rabia que José sentiría en su interior le invitaba a considerarlo.

    Se detuvo de nuevo, mantuvo unos segundos de silencio y, con una voz suave y serena, siguió:

   —Pero la bondad de aquel hombre acalló el coraje que llevaba dentro y se resignó a un repudio privado. Realmente había triunfado el amor.

    Entonces, levantó su cara, miró a Pedro y dijo:

   —El verdadero amor, ese amor en el que pensaba cuando tú llegaste, es aquel que busca el bien posponiendo todo lo demás sin desear ningún mal. Y, además, se da gratuitamente.

    Hizo una pausa. Tomó respiro y concluyó:

    —Al final esa era la Voluntad de Dios que le fue revelada en sueños: José había sido elegido para ser padre adoptivo de Jesús.

    Pedro, y algunos más que se habían agregado, reconocieron, dibujando un gesto de asentimiento en su rostro, que por encima de toda pasión o interés prima siempre el amor ágape, aquel que se da gratuitamente y por, valga la redundancia, verdadero amor.

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