jueves, 25 de diciembre de 2025

¿QUÉ SENTIDO TIENE LA NAVIDAD?

Jn 1, 1-18

    La ciudad estaba llena de luces; se notaba que el ambiente era diferente al de otros días. Había bullicio, cantos, algarabía y una atmósfera de alegría.

   Juan caminaba entre la gente y se sentía atraído por ese clima festivo que lo envolvía. Sin embargo, se resistía a entregarse. Algo le decía interiormente que ese no era el modo de celebrar lo que él intuía que todos celebraban.

     Se detuvo y se preguntó:

  ¿Qué celebran realmente? Porque lo que veo no se corresponde con lo que verdaderamente deberíamos celebrar.

     Ante los ojos de Juan, el mundo, obnubilado por luces de artificio y engañado por guiños de deseos insaciables, parecía celebrar el poder, la fuerza, el deseo narcisista y la codicia de bienes, responsables de tanta marginación y tanto olvido.

     Con tristeza pensó: «No era eso lo que, al menos para él, significaba la Navidad».

   Siguió su camino con el deseo de huir de tanto ruido. Entonces vio un lugar más tranquilo, donde apenas unas pocas luces alumbraban tenuemente a un pequeño grupo de personas que se calentaban alrededor de una hoguera.

    Silenciosamente, y con cierta timidez, se acercó. Alguien, al notar su proximidad, levantó el brazo y le invitó a unirse al grupo.

   Juan, movido por un impulso interior, aceptó la invitación y se incorporó. Todos lo recibieron con alegría, saludándolo con la paz.

   Celebraban la natividad del Niño Jesús, una ventana abierta a la esperanza, especialmente para quienes viven en la oscuridad, para quienes experimentan la soledad o el abandono, para los descartados del mundo.

    Si este Niño que nace en un pesebre tiene futuro —y lo tiene—, entonces hay futuro para todas las personas que sufren. Si es acogido y amado, habrá acogida y ternura para todos, incluso para el último de los excluidos.

    El corazón de Juan quedó iluminado.

   Esta noche nos recuerda que no hay nadie que carezca de dignidad humana, nadie que pueda darse por amortizado.

   A todos, en Jesús, se nos promete acogida, bendición y plenitud.

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