viernes, 21 de noviembre de 2025

CASA DE ORACIÓN

Lc 19, 45-48

   Aquel lugar donde la gente más pobre, sin recursos, acudía para aliviar su situación ya no era el mismo. Se había convertido en un centro especulativo y de explotación. Esquilmaban a todo el que no se espabilaba y, en lugar de salir asistidos, salían más empobrecidos.

    La situación era caótica y Alejandro estaba decidido a poner fin a esos abusos.

    —Esto no es ya un sitio asistencial, sino todo lo contrario —exclamó Alejandro.
    —Estoy de acuerdo —dijo uno de los que se encontraba en la puerta del centro.

    Alejandro, levantando sus manos, animó a la gente que estaba allí haciendo cola a rebelarse contra esa injusticia que se estaba cometiendo. 
 
    Dio un paso adelante y dijo:
    —Es conveniente hacer algo. Esto es intolerable.

    Y, seguido por la gente que allí se encontraba, se adentró en el centro y lo inhabilitaron. Tomaron las medicinas, ropas y alimentos y los distribuyeron gratuitamente, conforme a las necesidades de cada uno.

    Avisada la policía, se personó en aquel lugar. Y mirando para Alejandro, le acusaron de aquel acto de rebeldía.

    Se disponían a detenerlo cuando repentinamente se oyó una voz.

   —No es un acto de injusticia, sino todo lo contrario. Este hombre ha tratado de hacer justicia de la única forma que podía hacerlo —dijo un hombre de pelo y barba blanca.
    Tenía una Biblia en sus manos. Y abriéndola, leyó:
  Lc 19, 45-48: En aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero ustedes la han hecho una “cueva de bandido”».

    Los que escuchaban empezaron a comprender que aquel lugar había sido adulterado. Ya no cumplía la función a la que había sido destinado.

    Muchos, con solo mirarse entre sí, parecían decir: «Este hombre tiene razón». Solo trataba de hacer justicia.

   Y nos preguntamos: ¿Profanamos también nosotros nuestros templos cuando los convertimos en lugares de encuentro más que de adoración a Dios?

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