—La experiencia que tengo es que los de arriba mandan pero no cumplen.
Son los que dictan las normas, pero ellos se arrogan el privilegio de no
cumplirlas. ¿Qué piensas sobre eso, Manuel?
—Que es un mal ejemplo. La autoridad empieza no solo por mandar, sino,
sobre todo, por cumplir. Quien manda, pero no cumple, pierde autoridad.
—Exacto. Dicen lo que hay que hacer, pero no hacen lo que dicen.
—Sí, y eso deja mucho que desear. Son las mismas palabras que Jesús
dirigió a la gente y a sus discípulos. Lo puedes leer en Mt 23, 1-12.
—¿Qué dijo concretamente?
—“Hagan y cumplan todo lo que les digan, pero no hagan lo que ellos
hacen.” Se refería a los escribas y fariseos, que se habían sentado en la
cátedra de Moisés.
—¡Es verdad! Cuando dices una cosa, pero haces lo contrario, ¿qué ejemplo
das?
—De eso se trata: del testimonio. Los que te escuchan y ven se dan cuenta
enseguida de tu mentira. Por eso decían de Jesús que tenía gran autoridad:
porque su vida era plena coherencia entre palabra y obra.
—¿Y cómo es que muchos no le creen?
—Esa es la cuestión. A muchos les molesta la verdad, el sacrificio y la
igualdad. Pero Jesús nos recuerda que tenemos un solo Padre, el del cielo, y un
solo Maestro, el Mesías. Todos nosotros somos compañeros de camino, llamados a
ayudarnos mutuamente mientras cultivamos la única adoración al Señor de la
vida.
—Entonces, el discípulo verdadero no se mide por lo que dice, sino por lo
que vive.
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