jueves, 29 de junio de 2017

RESPUESTA

(Mt 16,13-19)
En el Evangelio de hoy, Jesús nos sale al paso de nuestras dudas y nos pide una respuesta. Una respuesta sobre Él. «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Y hay diversidad de opiniones, pues ellos responden «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas».

Pero a Jesús no le interesa tanto lo que dicen otros, sino lo que piensan sus amigos, y les pregunta de forma directa a ellos:  «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». También esa pregunta iba dirigida a ti y a mí. A cada uno de los hombres que le conocen, o, al menos, han sido bautizados. Y estamos obligados a dar una respuesta. Es verdad que Pedro fue impulsado por el Espíritu Santo, pues por él no podía responder. Y también nos ocurre lo mismo a nosotros. Hemos recibido el Espíritu Santo en nuestro Bautismo, y hemos quedado configurados como sacerdotes, profetas y reyes. ¿Qué pensamos del Señor Jesús?

¿Esa fe que confesamos va de acuerdo con la vida que vivimos? ¿Hay coherencia entre lo que decimos y vivimos? ¿Y pensamos como Pedro que Jesús es el Hijo de Dios Vivo? ¿Se nota en nuestras vidas? Sabemos que somos pecadores y débiles a la resistencia de nuestras pasiones y apetencias. Sometidos al pecado por nuestra naturaleza humana y sometidos a nuestras pasiones y debilidades. A la menor fatiga desfallecemos y pecamos. 

Pedro también marca esa referencia para nosotros en sus tres negaciones. Pero supo levantarse, y también se convierte en una referencia de arrepentimiento y de volver al camino y a la lucha. Abramos a la acción del Espíritu. Las Palabras de Jesús nos levantan el alma y nos llenan de esperanza y fortaleza: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

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