La Pasión de nuestro Señor Jesús es la declaración más hermosa y única del gran amor que nos tiene. Porque, no se puede decir mejor ni de forma más entregada y total que dando la vida por aquellos a los que ama. Jesús no ha guardado el menor sacrificio y esfuerzo de amor por el hombre, a quien quiere salvar de la esclavitud del pecado. El Evangelio de hoy lo resume de una manera integra y perfecta: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo".
Y, podemos decir, que continúa amándonos hasta que perdamos esa oportunidad. Porque, tenemos un plazo, y es nuestra vida, tras la cual perdemos ese hermoso Tesoro de Vivir en plenitud para toda la Eternidad en la presencia de Padre Dios. Mientras, el Señor, que nos ha creado libres y espera nuestra respuesta, nos espera con los brazos abiertos. A pesar de nuestras indiferencias; a pesar de nuestros rechazos; a pesar de nuestros insultos, de nuestras burlas y pecados. Jesús ha entregado su Vida por cada uno de nosotros y su Amor es un verdadero compromiso hasta el final.
Sería absurdo por parte del hombre desperdiciarlo cambiándolo por cosas caducas de este mundo. Porque, todo lo que el mundo nos ofrece son chatarras y hojalatas revestidas de brillantes, que, a poco que pasa el tiempo se corroen y llena de herrumbre y polilla, o en su defecto lo roban los ladrones. No hay mayor Tesoro que aspirar el Reino del Cielo, y ese es el Reino al que nos invita Jesús.
En estos principales días de Semana Santa podemos tomar conciencia del gran amor que el Señor nos tiene. Una Amor que no merecemos, pero que el Señor nos regala gratuitamente por su gran Misericordia. Seremos nosotros los que tengamos que responder a esa llamada, porque somos libres para decidir. Posiblemente nos cuestes, pues somos débiles y el mundo nos pone muchas trampas y dificultades.
Pero no estamos solos, Tenemos con nosotros al Espíritu Santo, que nos fortalece, nos ilumina, nos alumbra el camino y nos asiste con sabiduría para que sepamos discernir y tomar el recto camino. Y también tenemos a la comunidad, a nuestra Madre la Iglesia, donde nos vemos, nos animamos y fraternizamos en amor en la presencia del Señor.
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