(Mc 12,1-12) |
Cada uno de nosotros somos una pequeñita pero importante viña del Señor. Él ha plantado en cada uno de nosotros su impronta, su sello a imagen suya. Somos verdaderas criaturas de su Infinito Amor, y también con esa Infinita Misericordia somos tratados y mimados. Dios, nuestro Padre y Creador nos guarda y nos protege.
Sin embargo, nosotros nos despachamos a nuestro gusto. No hacemos caso a los que en su nombre nos enseñan, nos piden frutos y nos exigen buen testimonio y ejemplo. Actuamos de forma indiferente ante el consejo de nuestros padres, de nuestros mayores, de nuestros sacerdotes, de las indicaciones y enseñanzas de la Iglesia. Todos sus enviados son rechazados.
Y también damos la espalda a su Hijo, rechazándolo y hasta matándolo al expulsarlo de nuestro corazón. ¿Qué viñadores somos? ¿Que hijos agradecidos y servidores somos? ¿Verdaderamente, sabemos lo que estamos haciendo? Esta parábola que Jesús nos dice hoy nos descubre tal y como nos comportamos.
Señor, acepta mis disculpas y convierte mi corazón infectado por las cosas de este mundo en un corazón agradecido y entregado a servirte según tu Voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.