Dios es amor y, precisamente, por amor nos ha creado. Y, por amor, se ha comprometido a ofrecernos la eternidad junto a Él y gozar de su presencia y felicidad. ¿Te imaginas compartir la Gloria de Dios a su lado? ¿Puedes imaginar cuanta felicidad eterna? ¡El simple hecho de saber que es para siempre ya te hace dichoso e inmensamente feliz! Porque, cuando encontramos algo o pasamos un momento feliz, no queremos que se termine. Pero, la realidad es que todo lo de este mundo se termina.
Por eso, el amor de Dios nos sostiene y nos llena de esperanza. Es Él quien da el primer paso. Nos ha creado sin pedirnos permiso y se ha comprometido a salvarnos, a hacernos inmensamente felices eternamente. Pero, te ha creado libre. No quiere imponerte nada, y serás tú y yo quienes tendremos que decidir que opción tomar: la que te ofrece este mundo, o la que te regala Dios. Esa es la cuestión. Y tenemos que decir.
No es nada fácil la elección, pero, el amor de Dios no nos va a dejar – en tan grande e importante elección – solos. El Espíritu Santo – recibido en nuestro bautismo – estará siempre preparado, disponible y dispuesto a echarnos una mano, a asistirnos y alumbrarnos nuestra elección. Pero, eso sí, siempre respetará nuestra libertad. Y eso nos dejará abiertos a caer en la tentación del Maligno, que estará pendiente de nuestros puntos flacos y debilidades.
De la misma manera, también nosotros debemos estar atentos al amor de Dios y, en correspondencia, responder a su amor. ¿Cómo? «Haciendo su Voluntad» ¿Y cuál es su Voluntad? «Amar como Él nos ama» ¿Y cómo nos ama Dios? «Dándose hasta el extremo de dar su Vida» ¿Y cómo la da? Tenemos una referencia, su Hijo – nuestro Señor Jesús – que, con su Vida y sus Obras nos indica el Camino, la Verdad y la Vida. Siguiéndole a Él iremos también encontrando el camino, la verdad y la vida que, poniéndola en sus Manos, y por su Gracia, emularemos su manera de amar y de amarnos.
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