Lc 1, 26-38 |
Eso sí, puede
liberarse con el esfuerzo y la voluntad. Y ahí está su lucha, esa es su lucha
de cada día, ese es su camino. Y Dios quiere, por que así lo ha decidido, devolverle
esa libertad y hacerlo libre. Libre para decidir el bien por amor. Ese es el Plan
de Dios, rescatar la libertad del hombre por amor. Sin violencias, sin
imposiciones ni dictaduras. Simplemente por verdadero amor. Libremente aceptado
y querido.
Y llega el
Adviento, ese momento culmen donde Dios decide tomar naturaleza humana y,
nacido del vientre de una Virgen – María – a la postre nuestra Madre, habitar
entre nosotros con el propósito y objetivo de enseñarnos el Camino, la Verdad y
la Vida. Jesús, el Hijo de Dios, será quien nos diga qué, cómo y por dónde
hemos de ir para rescatar ese hermoso don de la libertad que Dios nos había
concedido y que, por el pecado, hemos perdido.
A nosotros nos corresponde esperar y confiar. Esperar que esa promesa de Dios se cumple y va tomando sentido en el trascurso de nuestra vida. Adviento es tu vida, una espera confiada, paciente y humilde en la esperanza que lo que Dios te ha prometido tiene verdadero cumplimiento. Tú, también yo, nos toca creer y entregarnos a la acción del Espíritu Santo para, por amor, recuperar, por la Gracia de Dios, la libertad de verdaderos hijos suyos.
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