(Mt 18,12-14) |
Posiblemente ninguno de nosotros nos consideremos oveja perdida. Es posible que nos reconozcamos pecadores, pero, ¡¡¡hasta llegar a vernos como oveja perdida!!! Nos parecería exagerado y no nos vemos tan malos. Quizás no lo seamos, pero corremos el peligro de que interpretemos siempre cuando oigamos lo de la "oveja perdida" como que no van con nosotros. Nosotros somos mejores y no llegamos a esa categoría de estar perdidos.
La Misericordia de Dios no nos excluye a nosotros de ser oveja perdida. De hecho lo somos y nuestro Padre Dios se ha visto en la necesidad de buscarnos y darnos un fuerte y salvador abrazo. Nos ha enviado a su Hijo, el abrazo del Padre Dios a todos los hombres, para rescatar a todas las ovejas perdidas, entre las cuales estamos también nosotros.
Y, más que preocuparnos por ser oveja perdida, debemos exultar de alegría y felicitarnos por tener al buen Pastor que nos busca y nos rescata dándonos un fuerte abrazo misericordiosamente. ¿No es esa la mayor alegría y el mejor regalo de estas Navidades? Porque Navidad es experimentarse rescatado y salvado por la Misericordia del Padre en su Hijo, nuestro Señor Jesús. ¿Hay algo más grande?
Posiblemente estemos necesitados de descubrir esa parálisis de las que hablábamos ayer, para poder descubrir el inmenso amor con el que Dios, nuestro Padre, nos ama. Pidamos descubrir al gran Pastor que nos cuida y protege, y está dispuesto a dar su Vida por salvar la nuestro. ¡¡Qué alegría experimentar el cuidado y la vigilancia del Buen Pastor que nos protege y nos da seguridad y confianza!!
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