lunes, 16 de julio de 2018

EL AMOR NOS ENFRENTA

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Mt 10,34--11,1
Parece algo raro y contradictorio, pero el amor, cuando es verdadero amor nos enfrenta y nos divide. Porque, los hombres y mujeres nos relacionamos y nos amamos con amor humano. Un amor que no sobrepasa la frontera de la gratuidad ni de la entrega total hasta la vida. Un amor que se detiene en lo puramente humano: interés, beneficio, gusto, egoísmo, placer...etc. Un amor que busca la correspondencia o el mismo pensamiento. Un amor que tiende a igualar.

Y eso no es realmente amor. No es lo mismo amar que querer. Aunque ambas palabras parecen expresar lo mismo, no lo hacen. Querer es desear una cosa o a una persona, hasta el punto de poseerla y disfrutar de su presencia, pero nunca servirla. Amar puede quedarse en lo mismo, como un querer, pero va más allá hasta el punto de implicarse en servir sin condiciones ni exigencias.

Dios nos quiere así, sin exigirnos a cambiar; sin modificar nuestra manera de ser; sin pedirnos nada a cambio. Dios nos quiere tal y como somos, pues ha sido Él quien nos ha dado la vida y todo lo que tenemos. Dios simplemente quiere que creamos en El y estemos dispuestos a dar la vida por los demás como Él la da por nosotros. Dios quiere que amemos con un amor ágape, un amor que se da en servicio y entrega hasta las últimas consecuencia. Ese es el amor que nos pide Dios.

Y ese amor nos enfrenta muchas veces. No nos hace falta ejemplos, porque todos lo hemos experimentado en nuestras familias, en nuestros ambientes y círculos más próximos, y lo vemos y observamos en los demás. Dios quiere que cambiemos en ese aspecto, en dejarnos transformar nuestro corazón endurecido por un corazón ágape. Y eso no lo puedes hacer tú, ni tampoco yo. Ambos amamos humanamente y para amar como Dios tendremos que dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo.

Esa es la cruz que tendremos que tomar y, sin mirar para otro lado, seguir fielmente al Señor. Jesús nos lleva a amar tal y como Él lo hace con nosotros. No nos pide que cambiemos sino que tratemos de amar inmersos en Él y llevados de su Gracia. Será ese amor quien nos transformará.

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