Es el momento para
preguntarnos ¿qué sería la vida sin el amor? ¿Podríamos imaginar un mundo sin vida?
¿Y sin amor? Nos sería imposible hacer una abstracción de imaginar un mundo sin
amor. El hombre fue creado por amor, con amor y para amar. Y desde que desvía
su camino y su misión deja de ser hombre y de caminar según su misión: amar.
Su Creador,
nuestro Padre Dios, es Amor y sus criaturas fueron creadas semejantes a Él. Por
tanto, nacemos del Amor y vivimos para amar. Es evidente que esto no se
entiende desde el conocimiento intelectual ni por la capacidad intelectiva. Se
entiende desde nuestra pequeñez y desde nuestra apertura a la acción del
Espíritu Santo que actúa en nosotros llenando nuestros corazones de esa
sabiduría que viene del Cielo.
Nada mas certero y
necesario que poner nuestra mirada en la Persona de Jesús, nuestro Señor e Hijo
de Dios. En Él podemos observar como actúa Jesús desde su Sagrado Corazón. Su
mansedumbre, ternura y bondad nos llenan plenamente y embriagan de belleza,
verdad y amor. Su manera de actuar y ponerse a nuestro servicio nos deslumbra y
apasiona. Y su Misericordia nos derrumba y nos cautiva. Y todo eso lo
concretamos en la figura de su Sagrado Corazón.
Él será nuestra
referencia y nuestro modelo de cada día. En Él podemos dar respuesta a todos
nuestros problemas y encontrar solución a todos nuestros interrogantes y
situaciones en las que nos vemos inmersos en nuestro camino por este mundo. Ver
y contemplar su estilo de vida y de amar, nos marca y señala el camino
asistidos por y en su Espíritu.
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