sábado, 17 de junio de 2023

LA FE TIENE UNA CARACTERÍSTICA INCONFUNDIBLE, LOS FRUTOS.

Cuando hablamos de fe no podemos confundirnos. Decir que tengo gran fe y luego no dar frutos es como decir que soy capaz de volar como un avión. La fe tiene una característica inconfundible, da frutos. Una fe que no da frutos en las obras no es fe. Son palabras del Papa Francisco que yo humildemente subscribo.

Hoy, si nos fijamos atentamente en el Evangelio, observamos como la fe de María y José dieron frutos. Toda la vida de María es una exaltación de fe. Fe en el momento sublime y grandioso de la Anunciación. Cree en lo que le dice el ángel enviado por Dios; cree en el Plan que Dios le propone y, fiándose de su Palabra, va confiando en cada momento en los tiempos que Dios propone y ha pensado. Se siente instrumento de Dios y abre su corazón a su Palabra.

Y, sin entender muchas cosas que van sucediendo en el camino de salvación que Dios ha propuesto y para la que ella ha sido elegida Madre del Salvador, María confía y sostiene su fe paso a paso. Precisamente, en el Evangelio de hoy se dice: (Lc 2,41-51): «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

¿Y qué nos sucede a nosotros? Nos preguntamos: ¿Tenemos fe? Esa fe como María y José capaz de dar frutos. Frutos en obras que se vean en el camino de nuestras vidas y que puedan en algún momento interpelar, por obra y gracia del Espíritu Santo, a aquellos que se fijen, que vean y se abran al Espíritu de Dios. Será buena ocasión para en el silencio de unos minutos de reflexión pedirle al Espíritu Santo que nos abra el corazón y nos embriague de fe. Amén.

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