Es posible que mientras
caminas por este mundo no recibas castigo por tus malos actos, pero tu conciencia
se encargará de recordarte tus malas actuaciones y tu conciencia no caminará
tranquila. Es posible que lo puedas esconder y no exteriorizar para que los
demás no te vean, pero tu paz interior estará siempre intranquila y con remordimientos.
Tu cosecha dictará
sentencia al final de tu vida y mientras camina tu conciencia se encargará de
recordarte la maldad de tus malos actos. Nunca estarás en paz aunque trates de
olvidar y de aparentar. Dentro de tu corazón se esconde lo que está bien y mal
hecho y eso siempre pasará factura.
La solución para
encontrar la paz está en enfrentarse con la verdad a nuestra conciencia en
actitud de limpiarla, de asumir sus consecuencias con el dolor de enmienda y
arrepentimiento. Confiados en la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios. Solo
así encontraremos la paz.
No perdamos nunca
la confianza en nuestro Padre Dios. Recordemos siempre en esos momentos de
desespero y debilidad la parábola del hijo pródigo. Nuestro Padre siempre nos
está esperando a pesar de las tropelías y disparates que hayamos cometido. Y
nunca olvidemos que el demonio está al acecho y cuando se ve fracasado se
vuelve más peligroso contra aquel que se le enfrenta fortalecido en el Espíritu
de Dios.
Por tanto, sostengámonos siempre firmes y abiertos a la acción del Espíritu Santo para que el Maligno no pueda vencernos y debilitarnos. Nuestra fuerza está en el Señor y con Él siempre seremos más fuerte que las tentaciones con las que el demonio nos quiera seducir. Cristo y yo mayoría aplastante.
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