Mt 17, 1-9 |
Sí, nuestra vida
en este mundo no es un camino de éxitos ni de plena felicidad. Es un camino que
Jesús, el Señor, nos lo dejó muy claro: Camino de transfiguración y Calvario,
porque sin ellos no encontraremos la salvación. Tanto uno como el otro
necesitamos llevarlo enraizados en nuestros corazones para sostenernos firmes
en el seguimiento al Señor.
Sin la
Transfiguración no encontraremos el camino. En ella el Padre, como ya había
hecho en el momento del bautizo de su Hijo predilecto, nos señala el camino a
seguir: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle». Esa llamada
de atención a la escucha de la Palabra y testimonio de su Hijo es la señal que
hay que asumir en el seguimiento al Señor.
Y Jesús nos enseña
día a día con su Palabra y su Vida por donde debemos ir. Conviene no olvidarnos
de ese momento transfigurado que nos eleva, que nos sostiene en la fe y en la
gloria de la contemplación a la que esperamos llegar. Una gloria que nos
fortalece hasta el extremo de soportar también los momentos de cruz y calvario.
Sin la contemplación del Tabor no podremos soportar el camino de calvario. Necesitamos contemplarte, Señor, y ensimismados en tu Gloria, como ocurrió con Pedro, olvidarnos de nosotros y construir una tienda para Ti, Señor y Gloria nuestra.
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