Multiplicar panes y peces no debe de sorprendernos mucho cuando quien lo hace tiene poder para hacer y deshacer según lo desee, pues es ÉL el hacedor de todo lo que existe a nuestra vista y también de lo que se esconde. Quizás, por nuestra pequeñez y limitaciones lo que nos llama más la atención es el crear y multiplicar, en este caso, panes y peces para toda aquella muchedumbre que se había congregado en torno a su alrededor.
El milagro no debe centrarse en cuanto multiplicar la comida en tanto dar de comer. Porque lo grandioso y que se esconde a nuestra vista es la compasión de JESÚS por nuestra hambre física. Ese es el verdadero milagro, la gran compasión de JESÚS de nuestra necesidad de comer y la de proveernos de la comida.
Lo mismo que ha hecho por cada uno de nosotros al entregar su vida para salvarnos. Ese es el verdadero milagro de cada día. JESÚS se compadece de nosotros y, a pesar de nuestra indiferencia, nuestros insultos, rechazos y pecados, nos espera, nos perdona, se compadece y nos da de comer para que vivamos eternamente. ¿No es este el verdadero milagro?
Gracias SEÑOR por tanta lastima y compasión,
gracias por tu Misericordia, gracias
por tu comida, gracias por
tu salvación. Amén.
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