Sin una experiencia de vida, no hay vida comprometida. La vida se compromete cuando, antes has experimentado un encuentro con Aquel que es capaz de comprometerte, porque el encuentro con ÉL da respuesta a todos tus interrogantes y deseos desesperados de amar y ser amado.
Cuando sale desde dentro toda la esperanza contenida en el interior de tu corazón, descubres que tu mayor tesoro no está fuera, en las cosas que, en primer momento, prometen hacerte feliz, sino en la capacidad de amar y de dejarte amar.
Y, JESÚS, es ese Hermano que te descubre al PADRE que te abraza, que te recibe con los brazos abiertos y te llena de besos. Que hace una fiesta e invita a toda su casa a alegrase porque el hijo perdido ha regresado. Encontrado ese PADRE quedas plenamente satisfecho en ÉL y lleno de gozo y alegría lo anuncias y das testimonio de ÉL hasta dar tu propia vida.
Por todo ello, las palabras de Juan Pablo II, con motivo de la Exhortación apostólica de la Iglesia de Europa, nos ayudan a entender lo que significa el verdadero encuentro con JESÚS: «Con toda la Iglesia, invito a mis hermanos y hermanas en la fe a abrirse constante y confiadamente a Cristo y a dejarse renovar por Él, anunciando con el vigor de la paz y el amor a todas las personas de buena voluntad que, quién encuentra al Señor conoce la Verdad, descubre la Vida y reconoce el Camino que conduce a ella».
Revisteme, DIOS mío, de la fortaleza necesaria,
para dar testimonio de tu Palabra de
salvación con mi propia vida
si fuera preciso. Amén.
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